Trad. Franca Borsani. Minotauro, Barcelona, 2007. 356 pp. 19 €
Miguel Sanfeliu
Este libro apareció en nuestro país por primera vez en 2002 y ahora se reedita con motivo del estreno de la película que el realizador Christopher Nolan ha filmado basándose en él. Se presenta pues una nueva oportunidad para que todo aquel que no conozca esta obra, se acerque a ella y descubra la apasionante historia del duelo que, a lo largo de los años, llevan a cabo Alfred Borden y Rupert Angier, dos magos ilusionistas de finales del siglo XIX y principios del XX. Christopher Priest posee una trayectoria literaria que incluye el premio James Tait Black Memorial en 1995 por El Prestigio o el British SF 2003 y el Arthur C. Clarke por The Separation, entre otros; y está considerado como uno de los mejores escritores ingleses en la actualidad. En 1983, Priest fue incluido en la lista de los veinte mejores jóvenes novelistas ingleses de la revista Granta.
Hay que reconocer que los géneros son una especie de barrera que, para mucha gente, resulta infranqueable. Si algo aparece catalogado como ciencia ficción o terror, pues uno se estira un poco, se pone digno y lo ignora. Craso error. Existen libros de género que merecerían tener una mayor difusión, pues se encuentran a la altura de muchas novelas alabadas por la crítica “seria”. La editorial que saca un titulo al mercado, juega un papel decisivo en esta discriminación temática. Al salir en Minotauro, editorial dedicada mayoritariamente al género de la ciencia ficción, sólo los seguidores de dicho género hablaban de este libro con la pasión que merece. Si uno rastrea por mera curiosidad blogs y webs dedicados a la ciencia ficción, se dará cuenta de que no poca gente consideraba ya El Prestigio como una de las mejores novelas de los últimos años. Y, después de leerla, dicha afirmación no me parece exagerada. Y aprovecho este apartado para hacer un inciso y decir que algo parecido ocurre con otro recomendable libro como Los hechos de la vida, de Graham Joyce.
El prestigio es una novela milimétricamente calculada. Sus partes se complementan y, en cierto sentido, juegan con el lector. La novela en sí es un truco de prestidigitación del que se nos advierte al principio, cuando el propio Alfred Borden escribe en su diario:
Sin embargo, ya he mostrado mis manos vacías, y ustedes deben esperar no sólo que una ilusión se produzca, ¡sino que ustedes la consientan!
Sin escribir ni una sola mentira, ya ha dado comienzo el engaño que es mi vida. La mentira está dentro de estas palabras, hasta en la primera de ellas. Es la creadora de todo lo que sigue, y aun así no será aparente en ninguna parte.
Tentadora propuesta ante la que uno sólo puede arrellanarse en el sillón y disponerse a realizar un viaje fascinante a la Inglaterra victoriana, sumergirse en la perfecta ambientación de la época de los coches de caballos, los sombreros de copa, las capas y los teatros. Aún temiendo que los personajes van a tergiversar deliveradamente los hechos, nos ocultarán información, nos contarán versiones distintas del mismo acontecimiento…
Es significativa la historia del mago de Shanghai, Ching Ling Foo, cuyo truco principal consistía en hacer aparecer un cuenco de cristal con peces de colores vivos en su interior. Dicha pecera la mantenía oculta durante toda su actuación bajo la toga mandarina que utilizaba como disfraz, sujetándola con sus rodillas. Este truco le obligaba a caminar de un modo peculiar, como arrastrando los pies, y «nunca, en ningún momento, en su casa o en la calle, de día o de noche, caminó normalmente, para no revelar su secreto».
Del mismo modo, los dos magos están dispuestos a todo por salvaguardar sus secretos y, también, cada uno de ellos se embarcará en todo tipo de estratagemas por descubrir los de su rival, e incluso por superarlo.
Es en torno al truco de Borden llamado “El nuevo hombre transportado” donde surge la mayor confrontación. Un número espectacular, impecable, cuyo mecanismo resulta incomprensible para Angier, por lo que se obsesionará por descubrirlo, mientras él mismo pone en marcha una versión de dicho truco igualmente espectacular y que conseguirá despertar los celos de su oponente. Ambos hombres están dispuestos a todo por conseguir su objetivo, incluso a presentarse disfrazados y ofrecerse como voluntarios entre el público para colaborar en un determinado juego del contrincante e intentar husmear en su trastienda. Aquí no hay ética que valga.
Con un estilo directo y fluido, sin adornos y totalmente al servicio de la narración, nos lleva Priest por esta historia dividida en cinco partes: dos de ellas, la segunda y la cuarta, las más extensas, son los esenciales puntos de vista de ambos magos, en forma de diarios personales. Los dos puntos de vista de los mismos hechos, complementarios. La primera parte nos presenta a un descendiente de Alfred Borden en el momento en que se encuentra con una descendiente de Rupert Angier, los bisnietos concretamente, dispuestos a intentar averiguar los motivos de un enfrentamiento que se dilató durante años; la tercera nos narra, desde el punto de vista de dicha descendiente, Kate Angier, un recuerdo de infancia que tiene como protagonistas a los nietos de ambos magos y que resulta perturbador; y por último, la quinta parte, la más breve, será la encargada de noquear al lector con un final desconcertante que emparenta este libro con alguno de los títulos más importantes del género de terror.
Para finalizar, permítanme una advertencia. Quien espere encontrar en la novela una trama como la de la película que se estrenó hace unos meses, quedará decepcionado porque, aunque siempre se dice que era mejor el libro, y suele ser cierto, en este caso la afirmación resulta especialmente aplicable.
Miguel Sanfeliu
Este libro apareció en nuestro país por primera vez en 2002 y ahora se reedita con motivo del estreno de la película que el realizador Christopher Nolan ha filmado basándose en él. Se presenta pues una nueva oportunidad para que todo aquel que no conozca esta obra, se acerque a ella y descubra la apasionante historia del duelo que, a lo largo de los años, llevan a cabo Alfred Borden y Rupert Angier, dos magos ilusionistas de finales del siglo XIX y principios del XX. Christopher Priest posee una trayectoria literaria que incluye el premio James Tait Black Memorial en 1995 por El Prestigio o el British SF 2003 y el Arthur C. Clarke por The Separation, entre otros; y está considerado como uno de los mejores escritores ingleses en la actualidad. En 1983, Priest fue incluido en la lista de los veinte mejores jóvenes novelistas ingleses de la revista Granta.
Hay que reconocer que los géneros son una especie de barrera que, para mucha gente, resulta infranqueable. Si algo aparece catalogado como ciencia ficción o terror, pues uno se estira un poco, se pone digno y lo ignora. Craso error. Existen libros de género que merecerían tener una mayor difusión, pues se encuentran a la altura de muchas novelas alabadas por la crítica “seria”. La editorial que saca un titulo al mercado, juega un papel decisivo en esta discriminación temática. Al salir en Minotauro, editorial dedicada mayoritariamente al género de la ciencia ficción, sólo los seguidores de dicho género hablaban de este libro con la pasión que merece. Si uno rastrea por mera curiosidad blogs y webs dedicados a la ciencia ficción, se dará cuenta de que no poca gente consideraba ya El Prestigio como una de las mejores novelas de los últimos años. Y, después de leerla, dicha afirmación no me parece exagerada. Y aprovecho este apartado para hacer un inciso y decir que algo parecido ocurre con otro recomendable libro como Los hechos de la vida, de Graham Joyce.
El prestigio es una novela milimétricamente calculada. Sus partes se complementan y, en cierto sentido, juegan con el lector. La novela en sí es un truco de prestidigitación del que se nos advierte al principio, cuando el propio Alfred Borden escribe en su diario:
Sin embargo, ya he mostrado mis manos vacías, y ustedes deben esperar no sólo que una ilusión se produzca, ¡sino que ustedes la consientan!
Sin escribir ni una sola mentira, ya ha dado comienzo el engaño que es mi vida. La mentira está dentro de estas palabras, hasta en la primera de ellas. Es la creadora de todo lo que sigue, y aun así no será aparente en ninguna parte.
Tentadora propuesta ante la que uno sólo puede arrellanarse en el sillón y disponerse a realizar un viaje fascinante a la Inglaterra victoriana, sumergirse en la perfecta ambientación de la época de los coches de caballos, los sombreros de copa, las capas y los teatros. Aún temiendo que los personajes van a tergiversar deliveradamente los hechos, nos ocultarán información, nos contarán versiones distintas del mismo acontecimiento…
Es significativa la historia del mago de Shanghai, Ching Ling Foo, cuyo truco principal consistía en hacer aparecer un cuenco de cristal con peces de colores vivos en su interior. Dicha pecera la mantenía oculta durante toda su actuación bajo la toga mandarina que utilizaba como disfraz, sujetándola con sus rodillas. Este truco le obligaba a caminar de un modo peculiar, como arrastrando los pies, y «nunca, en ningún momento, en su casa o en la calle, de día o de noche, caminó normalmente, para no revelar su secreto».
Del mismo modo, los dos magos están dispuestos a todo por salvaguardar sus secretos y, también, cada uno de ellos se embarcará en todo tipo de estratagemas por descubrir los de su rival, e incluso por superarlo.
Es en torno al truco de Borden llamado “El nuevo hombre transportado” donde surge la mayor confrontación. Un número espectacular, impecable, cuyo mecanismo resulta incomprensible para Angier, por lo que se obsesionará por descubrirlo, mientras él mismo pone en marcha una versión de dicho truco igualmente espectacular y que conseguirá despertar los celos de su oponente. Ambos hombres están dispuestos a todo por conseguir su objetivo, incluso a presentarse disfrazados y ofrecerse como voluntarios entre el público para colaborar en un determinado juego del contrincante e intentar husmear en su trastienda. Aquí no hay ética que valga.
Con un estilo directo y fluido, sin adornos y totalmente al servicio de la narración, nos lleva Priest por esta historia dividida en cinco partes: dos de ellas, la segunda y la cuarta, las más extensas, son los esenciales puntos de vista de ambos magos, en forma de diarios personales. Los dos puntos de vista de los mismos hechos, complementarios. La primera parte nos presenta a un descendiente de Alfred Borden en el momento en que se encuentra con una descendiente de Rupert Angier, los bisnietos concretamente, dispuestos a intentar averiguar los motivos de un enfrentamiento que se dilató durante años; la tercera nos narra, desde el punto de vista de dicha descendiente, Kate Angier, un recuerdo de infancia que tiene como protagonistas a los nietos de ambos magos y que resulta perturbador; y por último, la quinta parte, la más breve, será la encargada de noquear al lector con un final desconcertante que emparenta este libro con alguno de los títulos más importantes del género de terror.
Para finalizar, permítanme una advertencia. Quien espere encontrar en la novela una trama como la de la película que se estrenó hace unos meses, quedará decepcionado porque, aunque siempre se dice que era mejor el libro, y suele ser cierto, en este caso la afirmación resulta especialmente aplicable.
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