jueves, abril 19, 2007

El libro negro de los cuentos, A. S. Byatt

Trad. Susana Rodríguez-Vida. Madrid, Alfaguara, 2007. 212 pp. 18,50 €

Pilar Adón

La primera vez que leí El libro negro de los cuentos fue durante el verano del año pasado, en su versión inglesa de Vintage, y recuerdo (puedo releerlo en la nota que hice en una de las últimas páginas para confirmármelo) que lo terminé en el autobús que me traía de vuelta a Madrid desde la Semana Negra de Gijón, y, además, que lloré leyendo el último cuento. No resulta muy fácil confesar que se llora, ya sea leyendo un libro o viendo una película o despidiéndose de alguien a quien se quiere, porque estamos en un mundo de seres fuertes que no lloran jamás. Pero decir que lloré leyendo ese relato, el titulado “La cinta rosa”, es una de las mejores maneras que conozco para expresar la absoluta belleza de la prosa de Dame Antonia Susan Byatt, su poder narrativo, su estimulante y extraordinaria inteligencia, y su categórica capacidad para alternar erudición e interés argumental en una misma historia que se engulle perdiendo la conciencia de que el tiempo pasa.
Ahora Alfaguara nos ofrece la versión en castellano de El libro negro de los cuentos, lo que es sin duda motivo de inmensa alegría porque A. S. Byatt es una autora no demasiado conocida (al menos no tan conocida como debiera) y, en cualquier caso, poco y extrañamente traducida al castellano. Anagrama publicó en 1992 Posesión, su novela más célebre, con la que obtuvo el Booker, y que fue llevada al cine en una versión bastante penosa, protagonizada por una tibia, pusilánime y nada convincente Gwyneth Paltrow en un papel (el de Maud Bailey) que requería mucha más vitalidad y mucha más firmeza que las proporcionadas por la pobre interpretación de Paltrow. También Anagrama publicó en 1995 Ángeles e insectos, otra maravilla compuesta por dos novelas cortas (Morpho Eugenia y El ángel conyugal) en la que Byatt se sumerge de nuevo en lo que son sus temas predilectos: la intelectualidad victoriana, la poesía, las historias de fantasmas, la posibilidad de contactar con los que ya no están, la fantasía, el encuentro de almas gemelas que descubren que lo son gracias a su mutua pasión por el saber, el amor, las concomitancias entre las sociedades humanas y las sociedades de insectos... Y, finalmente, Emecé publicó en 2003 la brillantísima La mujer que silba, último volumen de una deliciosa tetralogía compuesta por, además de este último libro, los títulos The Virgin in the Garden, Still Life y Babel Tower. No deja de resultar curioso el que se nos ofreciera la traducción de la última obra de una serie de cuatro, sin considerar necesario hacer alguna alusión previa a la existencia de las tres novelas anteriores; aunque no deja de ser cierto que La mujer que silba es un magnífico edificio perfectamente capaz de sostenerse por sí solo, de fascinar y resultarle internamente coherente a un lector que no haya podido tener acceso a las tres novelas anteriores.
El libro negro de los cuentos se abre con el relato “La cosa del bosque”, en el que se narra la historia de dos niñas que se conocen y que deciden hacerse amigas en un tren en el que viajan solas, sin sus padres, huyendo de los bombardeos de un Londres asediado durante la Segunda Guerra Mundial. Las dos niñas van a alojarse temporalmente en una gran casa, que más tarde se convertirá en hospital y refugio secreto para obras de arte y objetos valiosos, hasta que una familia pueda acogerlas en un lugar seguro, lejos del peligro. (Ninguna de las dos sabía adónde se dirigía ni cuánto duraría el viaje. Tampoco sabían por qué se iban, ya que sus respectivas madres no habían encontrado el modo de explicarles el peligro. ¿Cómo se le dice a un hijo «Te envío lejos porque pueden caer bombas enemigas del cielo, porque las calles de la ciudad pueden arder como un incendio forestal de ladrillos y vigas, pero yo me quedo aquí, donde creo que diariamente correré el peligro de acabar quemada, enterrada viva, ahogada por los gases, y al fin veré quizá un ejército gris invadiendo la ciudad en tanques, o remontando el río en submarinos, con los cañones llameantes»?) Mientras las dos niñas esperan, se internan en un bosque cercano, y allí descubren, sin ser plenamente conscientes de ello, que el horror que ambas sienten pero no se atreven a manifestar en voz alta puede adquirir la pavorosa forma de un monstruo. En el bosque ambas averiguan que el espanto puede llegar a materializarse.
A este excepcional relato le siguen otros cuatro, extraordinarios también, en ocasiones terroríficos y en ocasiones cáusticos, que no le van a la zaga en lo que se refiere al halo de misterio que derrocha el primero. Se trata de cinco alardes de imaginación, cinco fábulas profundamente inspiradoras, que evocan los cuentos de hadas en los que invariablemente encontraremos ogros. Lo mejor de la tradición, pasado por el tamiz de nuestros miedos más posmodernos y de nuestros deseos más espirituales. Y es ahí donde reside la grandeza de Byatt, en mi opinión la mejor narradora británica viva, una vez que nos dejó Iris Murdoch. Y al decir “narradora”, el propio lenguaje me constriñe. Me refiero a narrador también, porque Byatt, en su potencia, en su erudición, en su prodigiosa capacidad de trascender las señas meramente contemporáneas de la literatura inglesa, y de enclavarlas en la mejor tradición de la prosa occidental, es el eslabón que sucede a monstruos como Saul Bellow, Anthony Burgess, Wyndham Lewis o la citada Iris Murdoch.
Precisamente, yo llegué a A. S. Byatt gracias a Iris Murdoch y a un ensayo, Degrees of Freedom, que aquélla escribió sobre las primeras novelas de la genial novelista y filósofa dublinesa. Desde entonces, no he podido trazar de modo cabal una línea divisoria entre las dos autoras, ya que ambas se entregan a una prosa lúcida, viva y cerebral; ambas ofrecen obras acabadas, reales, y ambas son capaces de mantener al lector en un constante hechizo que no se termina de diluir jamás. En el relato que cierra la colección, “La cinta rosa”, una mujer tiene Alzheimer, y su marido vive con ella para contemplar cómo la enfermedad va avanzando, impasible, sobre ella, convirtiéndola en otra persona y ganando terreno como un monstruo aterrador (los monstruos de nuevo) que crepita al arrastrarse por la espesa vegetación de un bosque. Puede que se trate tan sólo de una casualidad (no he leído ninguna declaración de Byatt al respecto), pero inmediatamente vinculé el Alzheimer del personaje al Alzheimer de Iris Murdoch. Vínculo que a mis ojos se volvió innegable cuando Byatt hace alusión en su relato a los Teletubbies (“Telegorditos” para la traductora de esta edición en castellano, que realiza así una adaptación literal no muy necesaria y, por lo demás, totalmente ajena a la tradición del lector español), personajes a los que, al parecer, y siempre haciendo caso a lo descrito por John Bayley, su marido, Iris Murdoch observaba ensimismada mientras la enfermedad la iba dejando vacía de recuerdos. Regreso de esta forma, pues, al principio: a la emoción, tanto literaria como puramente afectiva, ante la presencia de una de las pensadoras más lúcidas del pasado siglo, una mujer de pensamiento riguroso y exigente, una escritora insobornable, poco a poco decayendo hasta convertirse en una niña que obedece meramente a los estímulos más básicos, y ante el hallazgo en “La cinta rosa” de lo que para mí era un claro homenaje a ella. Un brillante tributo de Byatt a Murdoch.

4 comentarios:

syl dijo...

Qué bien cuentas este libro. Yo lo estoy terminando. Es mi primer libro de Byatt.

Anónimo dijo...

Muchas gracias, Sylvia. Ya ves que soy una apasionada de Byatt, así que sólo puedo decirte que si este “Libro negro de los cuentos” te ha gustado, también te gustará leer sus novelas. Ya me contarás.
Un fuerte abrazo,
Pilar.

Anónimo dijo...

Pilar, me ha emocionado tu comentario de este libro, me gustaría publicar las últimas 16 líneas en la Agenda de Prensa de Manolo Portela (agendadeorensa.com)e invitar a nuestros lectores a que visiten tu artículo para leerlo al completo. Es la primera vez que pido algo así, si este no es el canal correcto de pedirlo espero que me disculpes. Gracias y un saludo de Antonio Cabañas(nanocabanas@yahoo.es)

Anónimo dijo...

Hace años leí "Ángeles y Insectos" y desde entonces he sido una fiel admiradora de A.S. Byatt. Coincido contigo en que es una maravillosa escritora y en que está escasamente valorada en España (solo 4 libros publicados! una verdadera pena...).
En cuanto a la reseña que haces del "El libro negro de los cuentos", solo decirte que has puesto en palabras lo que sentí después de terminar el libro...
Muchas gracias