viernes, diciembre 30, 2016

Gestarescala, Philip K. Dick


Trad. y Ed. Julián Díez
Cátedra, Madrid, 2016. 328 pp. 15.90 €

José Miguel López-Astilleros

En 1950 Ray Bradbury, escritor admirado por Philip K. Dick, publica Crónicas marcianas, tras la dedicatoria a su esposa inserta una cita que dice «—Es bueno renovar nuestra capacidad de asombro —dijo el filósofo—. Los viajes interplanetarios nos han devuelto a la infancia.» Algo así le debió ocurrir a Dick (1928-1982). El asombro constante con el que percibía el mundo y su situación personal lo llevaron hasta la frontera entre la locura y la lucidez, a frecuentar sobre todo las drogas terapéuticas, que le producían si cabe una mayor distorsión de sus percepciones. De hecho, debido al deplorable estado anímico en el que se encontraba durante la época en que escribía la novela que nos ocupa, le pidió a su esposa de entonces, Nancy, que le ocultara su pistola. Por otra parte, para crear necesitaba toda la libertad desprejuiciada con que un niño es capaz de soñar despierto, tal cauce lo encontró en el género de la ciencia ficción, ecosistema donde cualquier metáfora, alegoría o representación tiene cabida, con tal de que le sirviera para expresar aquello que pretendía —«La ciencia ficción moviliza todas sus capacidades de invención…», dice Emmanuel Carrère en la biografía del autor —Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos—, hasta el punto de no preocuparle en absoluto la coherencia científica, como sí era el caso de muchos escritores predecesores, cuya formación en ese campo era considerable, Asimov entre ellos. Y aún más, nos atreveríamos a decir que desde este punto de vista algunas de sus obras o partes de ellas podrían calificarse de literatura fantástica sin más.
Gestarescala fue publicada en 1969. Pertenece a la fase metafísica dentro de su producción, según Julián Díez, autor también de la magnífica introducción de algo más de cien páginas, muy útil para adentrarse en la novelística de Dick, puesto que estudia aspectos decisivos de toda su producción en una primera parte, para centrarse posteriormente en dicha novela y concluir con un apéndice, donde dedica algunas palabras a las obras más recomendadas, a su juicio, de este. Sólo por este estudio introductorio ya merecería la pena el libro, sobre todo para quienes aún no hayan leído a Dick o aun habiéndolo hecho aspiren a penetrar en el complejo, a veces onírico y con frecuencia delirante mundo dickiano, y quieran tener a mano un resumen de las claves interpretativas para posteriores lecturas. En esta fase (1961-1973) ya se perfilan las principales características de su universo literario y personal, porque todo lo que escribe es una decantación alucinada y creativa de su vida, sus lecturas, sus amistades, sus amores, sus crisis, sus creencias religiosas, sus fracasos…, y tienen cumplido reflejo en cada obra, de modo que Philip K. Dick inventa mundos distópicos para hablar sobre el nuestro, sobre el poder, la relación entre los seres humanos, entre estos y las máquinas, sobre Dios, el amor, la soledad, el miedo, las drogas, el tiempo, la esencia de la condición humana, los abismos metafísicos, la entropía y el caos, sobre la inconsistencia de la percepción de la realidad, etc.
Joe Fernwright es un alfarero restaurador, que vive en una sociedad totalitaria y ha quedado fuera del sistema por obsoleto. Recibe un comunicado de Glimmung, un semidiós extraterrestre que rige el Planeta del Labrador, para que le ayude junto a otros muchos a recobrar Gestarescala, una catedral que permanece sumergida en las profundidades del Mare Nostrum, un mundo de entropía donde reina el caos. Esta es la espina dorsal del argumento por la que transitan los distintos temas de los que trata, uno de ellos nos lo suministra el prologuista de la única edición existente hasta la fecha en castellano, en la editorial argentina Intersea allá por 1970, Esteban Machalski, «Gestarescala es ante todo una novela sobre la frustración de un hombre en una sociedad alienada, y su búsqueda de una empresa que justifique su existencia». Otro es la idea de que se puede luchar contra «…la tiranía hegemónica del propio destino», se dice hacia el final de la novela.
Quizás por los problemas mentales que sufrió durante toda su vida, acompañados de episodios psicóticos y paranoicos, se interesó por la psiquis humana, que le llevó hasta la obra de Lacan y Jung, aunque fuera un descreído tanto de la psicología como del psicoanálisis. El segundo tiene una influencia decisiva en la concepción de esta obra, baste mencionar uno de los varios ejemplos que lo demuestran: el Glimmung negro que habita en las profundidades del océano es el reverso del otro Glimmung, así como el esqueleto de Joe será el reverso de Joe; es decir, ambos representarán el inconsciente contra quien ambos luchan, el alfarero para integrarlo en sí mismo. El mismo Dick afirma sobre Gestarescala «…fue la obra en la que estuve más cerca de abrazar la locura», lo califica como un libro «desesperado y aterrador». Otro elemento fundamental es la entropía y el caos, que conducen a la destrucción, una fuerza oculta a la que se opondrán el semidiós, Joe y los demás personajes, a la cual hay que añadir la sugerente creación de El libro de los Calendas, un libro terrible que predice el futuro, o más bien lo determina con sus revelaciones funestas. Las connotaciones religiosas de esta novela son decisivas, aunque no tanto como lo serán en la posterior etapa mesiánica de su producción y de su vida. Las referencias literarias, filosóficas y musicales que aparecen son numerosas, entre ellas destaca el mito fáustico, de singular importancia puesto que una entidad superior le hace una proposición a Joe, aunque con quien se compara a Fausto en la obra es con Glimmung.
Para leer a Philip K. Dick, inspirador de la legendaria película de Ridley Scott Blade Runner o Minority Report de Steven Spielberg, hace falta una buena dosis de osadía, casi tanta como la audacia creativa del escritor, dado que la exuberante imaginación y el enorme eclecticismo de sus planteamientos nos llevarán por caminos inciertos y tremendamente originales, que provocarán en el lector una epifanía asombrosa, por mucho que algunos de sus detractores se amparen para descalificarlo en el estilo ramplón de su prosa. Esta traducción y edición de Gestarescala, la única aparecida en nuestro país hasta el momento, es una buena ocasión para leer una obra inédita en España, que está a caballo entre su etapa más creativa y la espiritualidad exacerbada de la siguiente.

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