Guillermo Ruiz Villagordo
Algunas noches, tumbado en la cama intentando dormir, me he sumergido imperceptiblemente en una especie de laberinto en el que cientos, miles, millones de pensamientos parecían surgir de repente del fondo de mi mente para converger de golpe en una espiral que se sumía en un abismo angustiante justo en el supuesto límite del sueño. Es una sensación semejante, aunque más controlada y puntual, a las alucinaciones que produce la fiebre. Y es entonces que el sueño se desvanece y una inesperada vigilia lo reemplaza.
El libro de Blake Butler es esto mismo: un maremagnum de consideraciones filosóficas existencialistas sobre el yo y de pensamientos tendentes a lo apocalíptico sobre lo que lo rodea, guiados por una abrumadora presencia de información en estado bruto que se desvela en la descomposición en mil detalles inadvertidos tanto de películas como Solaris o Viernes 13, como de libros de autores como Wittgenstein, Samuel Beckett o Foster Wallace (a quien en un gesto elocuente está dedicado Nada), así como de blogs, redes sociales..., reflejada incluso en una extensa bibliografía final. Pero ocurre que es también un repetir la vida al rememorar episodios de la infancia y la adolescencia en busca de señales de un destino oculto, de una visión escondida de la realidad que revele sus infinitas caras, de irrelevancias que tras un proceso de análisis en pos del imposible átomo final se tornan en mitos personales, todo sin un orden concreto, despedazándose la memoria en fragmentos densos que se bastan a sí mismos, sin necesitar colaborar en una narración que, es obvio, el autor nunca se planteó.
Resulta una tarea inútil adscribir Nada a un género concreto. La manera menos difusa de referirse a él sería considerarlo una serie de notas autobiográficas que derivan en un ensayo sin objeto definido más allá de construir ese retrato de un perpetuo insomne, atrapado en su conciencia en un bucle obsesivo. Butler, que ha leído y aprovechado a Borges, ha firmado algo así como un moderno Funes el memorioso, ya que es la apabullante acumulación de datos que se nos presenta en la televisión, en los libros, en internet, junto con sus propios recuerdos de lo vivido, que se sitúan al mismo nivel que estas experiencias culturales (entiéndase cultura en un sentido amplio, no exclusivo), la que parece dominar al personaje-autor y ser tanto la causa como el resultado principal del insomnio. Una pescadilla que se muerde la cola que los que hayan pasado por la misma experiencia no dejarán de reconocer, de ahí que lo que transmite su lectura sea un empalagoso desasosiego, de una intensidad particularmente peligrosa por cuanto el lector no puede evitar caer en la ‘hiperconfesión’ de Butler como una mosca en la tela de una araña, fascinado por la deriva de un libro complejo y que exige una especial dedicación pero que ofrece a cambio un panorama agudo aunque caótico, irremediablemente caótico, de gran parte de lo que una persona puede experimentar hoy día.
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