Trad. Luis Alvárez Mayo. Libros del Asteoride, Barcelona, 2013. 280 pp. 18 €
En el cementerio judío de Praga, justo detrás de la famosa tumba de Franz Kafka, podemos encontrar hoy día una placa dedicada a la memoria de Heda Margolius Kovály (nacida Bloch), y de su primer marido Robert Margolius, puesto que allí yacen juntos. Pareja que obviamente no concita interés turístico, pero cuyo recuerdo deja constancia de la lacra más horrible, común a los dos totalitarismos europeos: el antisemitismo.
Aunque probablemente poco sabríamos de Robert, víctima de una tremenda purga estalinista, sin estas “incomparables memorias”, en opinión del gran historiador británico Tony Judt, que escribió Heda. Señora que no sólo no fomentaría nunca ambición alguna, sino que se mantuvo siempre lúcida y precavida ante el ascenso de su marido tras la Segunda Guerra Mundial en ese Partido único por el que llegaría ser Secretario de Estado. Su caso, por tanto, es el de una doble superviviente. En primer lugar de los campos de Lodz y Auschwitz, donde sus padres fueron gaseados a manos de los nazis, y en último término, como víctima colateral del notorio caso Slansky, ejemplo checo del estalinismo más descarnado, por el que fueron ejecutados 11 judíos de un total de 14 acusados.
Quien sobrevive, no sólo se siente culpable por el mismo carácter gratuito y azaroso de seguir con vida, también se siente responsable por ese pasado irremplazable e irrecuperable que sigue golpeando, produciendo dolor. Ante esta situación, una de las vías de redención es contarlo y de ahí estos recuerdos certeros y precisos, descarnados y sin complacencias propias, dedicados al hijo de ambos. Aunque además, nos encontramos con unas memorias elaboradas por una gran observadora que le va tomando el pulso a la hermosa ciudad donde nace y donde transcurre la mayor parte de su vida, Praga. Ciudad que irá cambiando en este libro como las estaciones: ciertamente inhóspita al regreso de Heda en los primeros meses de 1945, escapada milagrosamente durante un traslado de Auschwitz a Bergen-Belsen; ciudad cálida tras la liberación y los sueños de igualdad social tras el fin del Tercer Reich; oscura, silenciosa y cómplice durante el tenebroso periodo estalinista y por último, joven, alegre y vitalista durante la Primavera de 1968, interesante periodo descrito aquí con todos los antecedentes de rehabilitación y conocimiento público del crimen cometido en la persona de su marido. Y la desilusión posterior con la invasión soviética y la destitución de Dubcek, que motivó una fuga masiva del país, entre los que se incluiría una Heda triste que mantuvo durante el largo periodo de exilio (volvería en 1996) toda la esperanza.
Ciertamente duro, el riguroso y detallista testimonio de la autora sobre las duras condiciones de vida, colectivas y particulares, bajo el régimen soviético, especialmente crueles tras la ejecución de su esposo, así como la ausencia completa de garantías jurídicas en el proceso o la actitud miserable y delatora de los miembros del Partido y sus redes sociales, dotan a este libro de un valor histórico insoslayable. Pero si a esto añadimos que la autora pudo sobrevivir gracias a su trabajo extra como traductora al checo de autores como Raymond Chandler, Saul Bellow, John Steinbeck, Arnold Bennett o Muriel Spark, garantizamos además que contiene claras virtudes literarias. Doble valor para este gran libro de memorias, un éxito más en esa gran colección que ya luce Libros del Asteroide. Chapeau a los editores.
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