Ángeles Prieto Barba
Vicenzo Consolo (1933-2012), uno de los mejores narradores italianos del siglo XX, discípulo y amigo de Leonardo Sciascia, siempre llevó mal que etiquetaran sin más sus libros como novelas. Y no porque la novela constituya hoy día un tambor de detergente con marca (negra, rosa, lila, histórica, de ciencia ficción...), tampoco porque fagocite en sí otros géneros (epistolar, ensayístico, teatral...), sino porque Consolo negó, o al menos cuestionó, su esencia misma que es la ficción, desde el principio. De hecho, lo que nos legó en su obra no fueron tramas impactantes, sino grandes descripciones, hondas reflexiones autobiográficas, impresiones y recuerdos en su afán por ser lo más honesto posible con el lector.
Fiel a este propósito es La herida de abril, que publicó en 1963 a los treinta años, ópera prima donde recrea sus propios paseos adolescentes por una Sicilia muy áspera y dura, esa Sicilia de postguerra azotada por los espectros del hambre, la culpa, la represión y la religión, donde se respira un clima muy parecido al que vivimos nosotros mismos. Ahora bien, Consolo toma distancia para poderla describir, no sólo temporal, sino también espacial, porque aborda estos recuerdos desde su labor de periodista infatigable en Milán, desde el próspero Norte, donde el ambiente cultural y económico es completamente diferente. Por eso, tal vez debamos a esta distancia la mayor virtud del libro, que a mi juicio es la recreación poética del paisaje, decididamente hermosa.
Por diversas razones, cuesta entrar en esta novela en modo alguno dirigida al gran público comercial, ese que está siempre al socaire de lanzamientos y promociones publicitarias. La principal, el lenguaje. Un lenguaje muy rico y simbólico, de significados múltiples, al que debemos añadir la dificultad de incluir también el lenguaje siciliano, lengua romance con más de 250.000 términos propios, acuñado a lo largo de una historia apasionante de invasiones continuas. Y como tengo claro que la razón fundamental de que permaneciera inédita esta novela ha sido la dificultad de su traducción, no puedo por menos que aplaudir el esforzado trabajo de Miguel Angel Cuevas para que podamos llegar a ella y entenderla.
No sólo eso, porque evocar y recorrer Sicilia a través de una novela de iniciación, es una experiencia hermosa y compleja que nos puede incitar a conocer aquellos otros títulos de Consolo en los que alcanza la plenitud y la madurez. En otras palabras, nos deja con ganas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario