Ignacio Sanz
Uno desconfía por instinto de los libros que llegan al mercado envueltos por el ruido de la publicidad. La manifiesta o la encubierta. Tuve primera noticia de Intemperie a través de la radio. Una larga entrevista en un programa de fin de semana millonario en oyentes para un autor novel y desconocido. Eso empieza a oler a chamusquina. Una semana después, mi amiga y gran lectora, Elena Monreal, me llamó por teléfono para hablarme del libro. Jolín, esto promete. Unos días más tarde me encuentro dos referencias en un suplemento “La sombra del ciprés” de El Norte de Castilla. Entusiastas. Y, pese a todo sigo con el mosqueo.
En las solapas se habla de Delibes y de Cormac McCarthy como posibles antecedentes. Cuando, por fin, comienzo a leer Intemperie no los veo. Precisamente mi último libro leído es Todos los hermosos caballos de McCarthy. Ya es casualidad. Intemperie a su lado me resulta premioso, carente de esa agilidad que tiene el norteamericano con unos diálogos vivaces y riquísimos. También le veo alejado de Delibes, mucho más ágil, aunque guarde con él ciertas concomitancias en el escenario rural y en el uso de vocablos en retroceso como parte de un mundo arrumbado.
Total, que me deslizo por sus primeras páginas con cierta sensación de pesantez. Como si el libro fuera un mero ejercicio estilístico. Y avanzo desganado, pero avanzo porque me acuerdo de Elena Monreal. Pero hay un punto, ya casi a la mitad, en el que en el libro aparecen nuevos personajes en medio de una llanura árida y desolada en la que, apenas si han intervenido un viejo pastor de cabras y un niño escapado de un pueblo fantasma. Ambos viven en condiciones extremadamente precarias. Pero, a partir de ahí, con la aparición de nuevos personajes, la acción resulta trepidante, pese a la sensación de tiempo detenido que la envuelve. Y la historia da un vuelco. Entonces sí, el libro atrapa. Pero no sólo atrapa. Entonces te percatas de que el autor es un maestro que ha estado jugando con tu propia paciencia para ofrecerte una historia excepcional, magníficamente contada. Y te quitas el sombrero frente al autor primerizo y te preguntas cómo ha podido llevar adelante una empresa narrativa tan alejada de modas, tan de espaldas del mundo, precisamente él, que se dedica a la publicidad.
Y piensas en los milagros de la creación literaria. Y te viene al recuerdo la primera vez que leíste Pedro Páramo. En realidad tuviste una sensación parecida de extrañeza y de estupor.
Intemperie es un libro excelso escrito en estado de gracia. Pero no. Esto suena a frase publicitaria. Prueba con otra. Intemperie es una historia iniciática y profunda, sabiamente contada, un desgarro estético que estremece. Intemperie cuenta una historia alucinante y radical desde la alucinación.
Las secuencias brutales que aparecen me persiguen ahora. Detrás de esos personajes veo Extremadura, veo Castilla, veo Aragón, tierras calcinadas, tundidas por el sol y el abandono secular, donde unos personajes desvalidos, aunque enteros y cabales, se defienden de otros personajes primarios y desalmados.
Y sí, ahora veo ecos de Delibes y resonancias de la brutalidad de MaCarthy.
De manera que, desvanecidos los recelos, rindo pleitesía. ¡Chaparro, chapeau!
Jesús Carrasco: «Me siento como el amigo que no puede beber porque tiene que conducir»
Una sorprendente ópera prima ha agotado esta temporada los elogios de críticos y editores: Intemperie, de Jesús Carrasco, publicada por Seix Barral. Su autor, de poco más de cuarenta años, extremeño —de Badajoz— y afincado en Sevilla, ha escrito una fábula de la desolación en que un niño es el protagonista. A través de un lenguaje certero, tan despoblado de elementos superfluos como el propio paisaje que describe, Carrasco traza la metáfora de un mundo que está mucho más cerca de lo que imaginamos. En esta entrevista, exclusiva para La tormenta en un vaso, el autor no habla de su personal ritmo de escritura, comparte su visión del mundo literario, explica cuál es su relación con ciertos géneros literarios y deja en el aire algunas incertidumbres inesperadas.
—¿Qué se siente cuando le emparentan a uno literariamente con Delibes, Llamazares o McCarthy?
—Al principio, desconcierto. En este momento, no es tanto un sentimiento, como un entendimiento. A medida que voy conociendo el funcionamiento del mundo editorial, voy comprendiendo sus códigos. Ahora sé lo difícil que es dar a conocer "a pelo" a un autor inédito. Para hacerlo, lo más eficaz es colocar el nombre del nuevo junto al de autores consagrados, no tanto para comparar sus calidades, como para acotar el territorio literario en el que habita el desconocido.
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—¿Qué se siente cuando le emparentan a uno literariamente con Delibes, Llamazares o McCarthy?
—Al principio, desconcierto. En este momento, no es tanto un sentimiento, como un entendimiento. A medida que voy conociendo el funcionamiento del mundo editorial, voy comprendiendo sus códigos. Ahora sé lo difícil que es dar a conocer "a pelo" a un autor inédito. Para hacerlo, lo más eficaz es colocar el nombre del nuevo junto al de autores consagrados, no tanto para comparar sus calidades, como para acotar el territorio literario en el que habita el desconocido.
Entra AQUÍ para leer la entrevista completa
3 comentarios:
Al revés, a mi el libro, pese a su lentitud, me pareció todo un prodigio en las primeras cuarenta páginas, aunque no cuente nada (la violencia que se respira, la agonía de una huída cuyo motivo desconoce el lector). Después, y aunque la acción trepidante también engancha, creo que a la obra le faltan algunas páginas que expliquen o sugieran al menos determinadas apariciones de algunos personajes. Se hace demasiado abrupto el desenlace. No quería una novela de 400 páginas, pero creo que le ha podido la brevedad para explicar algunas conductas. Lo demás (estilo, lenguaje, dominio del diálogo y un poderoso final) me encanta.
La verdad es q lo vi en el programa pagina 2 y m llamo la atencion pero por otro lado andaba como dices, recelosa. Con tu reseña m has convencido. Habra q echarle el guante
Pues a mí, en cambio me pareció una novela vulgar. Cubierta de oro pero sin ningún contenido. Un abrazo.
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