Fernando Sánchez Calvo
«He distribuido mis cuentos bajo dos epígrafes: Cuentos aceptados, que incluye todos aquellos de los que aún no me avergüenzo, y Cuentos aceptables, con aquellos de los que sí me avergüenzo un poco pero no demasiado.» Cito textualmente la nota previa que el autor madrileño (célebre, internacional, profesional y honesto a mi parecer en su oficio de escritor, por lo menos hasta ahora) hace de la propia edición de lo que por primera vez viene a ser una recopilación de todos sus cuentos completos, género, que como él mismo afirma más adelante, no cultivará mucho o nunca más. Lo haya escrito por el eterno tópico de la falsa modestia o porque verdaderamente lo cree, hace bien, en no cultivar más el cuento digo, pues aunque es obvio que domina las herramientas narrativas como pocos en este país, también lo es que desde hace mucho tiempo (yo creo que siempre) su género es otro: la novela.
Ningún lector asiduo de Javier Marías, por muchas apasionadas críticas de The Chicago Tribune o del New Cork Journal of Books que avalen este proyecto de obvio interés comercial (en otras palabras: vender por vender), se cree que la suma de Mientras ellas duermen + Cuando fui mortal + unos cuantos relatos pedidos por El país semanal puede equipararse a Mañana en la batalla piensa en mí, a Todas las almas o a la trilogía Tu rostro mañana. En la novela, Marías cruza memoria, identidad, nostalgia, desencanto, decadencia (psíquica, física, social, sexual) y humor negro, todo ello sobre el esqueleto de una aparente autobiografía ficticia. Dicho de otro modo: la novela como testigo y documental de toda una historia sentimental, sea la de uno mismo o la de otros. Dicho en palabras escuchadas al autor hace ya tiempo en una entrevista: «Parece que mis amigos existieron para que yo pudiera hablar de ellos».
En el cuento, sin embargo, esta fórmula no se puede aplicar y Marías la quiere aplicar. Marías es un escritor de expansión (a partir de una anécdota es capaz de escribir trescientas páginas) y el relato es un género de concentración (tienes que ser capaz de meter un siglo en una cocina). Eso, Javier Marías no lo hace mal, pero no lo hace tan bien como lo primero. Las comparaciones son odiosas, pero al leer los relatos de Mala índole (incluido el cuento homónimo, más largo que los demás) da la sensación de no leer relatos sino pequeños capítulos que el autor no pudo encajar dentro de una novela. Él mismo dijo en su día en otra entrevista que «la vida es muy mala novelista, si uno mete en una novela las cosas que suceden en la vida, que está llena de azares, no hay quien se la crea». Al relato le pasa lo mismo, que en él no cabe todo lo que sí cabe en su hermana mayor.
Por ello, y aceptando (faltaría más) que uno de nuestros mejores novelistas pueda rendir en esta edición tributo a sus primeros pasos, no puedo aceptar que la crítica (con esas sentencias pomposas que se pone en las cubiertas de los libros para que nadie las entienda y por lo tanto las admire) nos haya vendido este libro como imprescindible. Hace flaco favor al lector que todavía no conoce el mundo de Javier Marías y se acerca por primera vez a él, hace flaco favor a los que esperamos cada año un nuevo título del madrileño y hace peor favor aún a Javier Marías, quien tiene una reputación merecidísima en el mercado y al que los elogios dichos de más cuando no se merecen pueden perjudicar más que dar beneficio. Es en casos como éste cuando un escritor, aunque no lo quiera él, pasa de ser un artista auténtico, fresco, para entrar en el tan indeseado cementerio de elefantes. Él mismo, parafraseando su nota previa a la edición, dice que de los cuentos aceptados no se avergüenza y de los aceptables un poco. Cuando un escritor se avergüenza, aunque sea un ápice, de una obra suya, es que no la siente completa como tal y, por lo tanto, no debe publicarla ni dejar que otros lo hagan. Si Gualta, Una noche de amor o La dimisión de Santiesteban tienen que esperar o no salir nunca al mercado, que no salgan. Marías no necesita hacer esas concesiones ni caer en estos basureros de nostalgias que a veces son las recopilaciones. No es ser destructivo: es tener sentido común.
3 comentarios:
Gracias, porque empecé a leerlo y me pareció bastante prescindible.
A mí también me pareció ridículo el hecho del avergonzamiento del autor... No he leído mucho Marías, por lo que, en parte, me sentí mal cuando dejé este libro antes de terminar el primer cuento. Ahora veo que hice bien. Un saludo.
Pues he leído sus novelas. Conozco su obra. Y esta compilación de cuentos no es su mejor trabajo, algunos muy aburridos... Pero hay varios cuentos que si merecen la pena. La mejor sugerencia lean sus novelas: negra espalda del tiempo. Todas las almas. Los dominios del lobo su primera novela.
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