Guillermo Busutil
No es fácil encontrar en España, exceptuando a los cuentistas Hipólito G. Navarro y Quim Monzó, al maestro Eduardo Mendoza y al emergente malagueño Alfonso Vázquez, a otros narradores cuya literatura se defina por la utilización del humor, desde el esperpento a la tragicomedia. Escritores que demuestren su facilidad y sutileza para caricaturizar el lenguaje, y el dominio de crear historias disparatadas que reflejan los aspectos surrealistas de la realidad. El humor, como género, no goza de predicamento, pese a la tradición que también olvidó en el desván a Jardiel Poncela, a Mihura y a otros nombres que enriquecieron el teatro y la narrativa.
Afortunadamente, tal vez por el peso de la crisis o porque tiene que haber gente para todo, surge un nuevo autor, como fue el caso hace un par de años, de Alfonso Vázquez, que sorprende con este difícil registro que favorece una mirada desdramatizada sobre la realidad. Sucede con el aragonés Santiago Gascón y su novela Una familia normal, publicada por Xórdica. Una divertida crónica “autobiográfica” que retrata a evolución de un matrimonio, Pepa y Darío, que intenta no perder los intereses comunes de su afecto mientras bregan con la educación de dos hijos, Fran y Guillermo, y con las crisis de sus propias vidas. Una familia de armadillos que se defiende de los conflictos derivados de la realidad adoptando el humor y la libertad como salvaconducto. Coartada que les resulta suficiente para afrontar crisis afectivas, la incapacidad para los estudios de uno de los hijos, los conflictos cotidianos, el compromiso con el equipo local de fútbol, el Zaragoza, los problemas del trasvase del Ebro, las peripecias de sus viajes culturales, sus vacíos, interrogantes e insatisfacciones. Los temas comunes de cualquier familia normal que, al igual que la protagonista de esta novela, se sienta perdida en la realidad menos glamurosa, en el laberinto de la educación, en los conflictos para conciliar familia, trabajo, ambiciones literarias, espacios de individualidad, amor e hijos. Una cartografía moderna que juega a ser un espejo de la vida del autor, en la que se entrecruzan referencias a amigos suyos como Labordeta o el gran Félix Romeo, y que Gascón utiliza como la pizarra donde trazar unas vidas desenfocadas y que a la vez rinden homenaje a la pelea que sus personajes llevan a cabo en torno a sus aspiraciones secretas y a unos sueños que nunca llegan a materializarse.
Este puzzle de situaciones accidentales, imprevistas, alocadas y cotidianas, al igual que la madeja de los vínculos afectivos, que monta y desmonta Santiago Gascón entronca con el divertimento surrealista de las series americanas de televisión como Los Simpson o American Dad, pero sobre todo alcanza la calidad irónica y la capacidad de auto caricaturizarse de John Fante, fielmente reflejada en su saga de Arturo Bandini. Santiago Gascón se acerca al norteamericano y destila un estilo audaz, desenfadado, cuya visión ácida, disparatada y enloquecida, provoca en los lectores una constante sonrisa ante la retranca destilada bajo la historia. Destaca igualmente el trazo de carboncilllo con el que siluetea y desnuda la psicología de sus personajes, la guasa con la que reviste de seriedad cualquier comedia del absurdo sin que se resienta la calidad de la prosa y la brillantez descreída del humor. Después de publicar la novela Agnus Dei y el libro de relatos Manila, Santiago Gascón consigue con Una familia normal colocar un espejo en las manos de unos lectores que se reconocerán a sí mismos, que pensarán en sus familiares y en sus vecinos, y comprobarán que en estos tiempos graves y egocéntricos, el humor es el mejor antídoto para ser feliz.
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