Trad. Álvaro Sánchez-Elvira Carrillo. La Factoría de Ideas, Madrid, 2012. 318 pp. 20,95 €
El steampunk lleva ya más de
una década consolidándose como uno de los subgéneros de referencia
de la literatura fantástica. Para quien no lo conozca, se trata de
una fantasía inspirada en un posible desarrollo de la tecnología
decimonónica: máquinas de vapor, mecanismos de relojería, carbón
y acero... Una especie de sueños de Julio Verne o H. G. Wells pero
hipervitaminados por descubrimientos posteriores que bien podrían,
en parte, haberse realizado en esa época.
Beneficiado sobre todo por un poder
iconográfico obvio, en parte por su triunfo en el cómic de la mano
de Alan Moore y algunas adaptaciones cinematográficas más vistosas
que efectivas, el steampunk produce regularmente una decena
larga de novelas interesantes en el panorama anglosajón cada año,
pocas de las cuales llegan a traducirse. Boneshaker en castellano es una
excelente sorpresa, propiciada por el hecho de que haya conseguido
algunos premios y sea obra de una escritora joven a la que cabe
augurarle un futuro, si no sabemos aún si brillante, al menos digno
de seguimiento.
Por si no ha quedado suficientemente
claro por lo escrito hasta ahora, el steampunk es básicamente
un género... digamos que molón: hay chismes fascinantes, mujeres de
acción en corsé y un permiso tácito para emplear malos de una
pieza, chapados a la antigua. Y todo ello usando para la construcción
de las innovaciones una tecnología fácilmente comprensible para el
lector medio, a diferencia de los desarrollos muy avanzados de buena
parte de la ciencia ficción contemporánea.
El acierto de Cherie Priest es que en su
coctelera argumental suma a esa base steampunk otro buen
puñado de elementos molones: en esta novela se juntan los zepelines
con los piratas, los zombis, las drogas de diseño y los científicos
locos. Si a esto le añado como breve resumen introductorio que está
razonablemente bien escrita... Bueno, si con esto no les tienta al menos un
poquito leerla, es que realmente no compartimos la misma sintonía
vital.
La protagonista principal de la
historia es una atractiva madre coraje, Briar Wilkes. Es viuda del
hombre que destruyó hacia 1850 un Seattle paralelo al probar una
tuneladora gigante, el Boneshaker del título, creado para extraer
las riquezas de Alaska. El resultado fue la salida a la atmósfera de
un extraño y denso gas que dejó la ciudad convertido en un erial,
habitado por una suerte de muertos vivientes y aislado por un alto
muro que sólo patibularios contrabandistas se atreven a cruzar,
puesto que del gas puede extraerse una extraña sustancia
alucinóngena.
Además de esposa del inventor, Briar
era hija de un policía que se convirtió en leyenda entre los
supervivientes al ayudar a la gente durante el desastre. La sombra de
esa figura es la que hace que el hijo adolescente de Briar, Zeke, se
atreva a entrar en la ciudad, a la que accede también la madre para
su rescate. La novela es básicamente su aventura en un entorno
alucinado, en el que Priest dosifica las sorpresas y la acción. Los
dos personajes protagonistas, si bien de armazón convencional, están
bien retratados por la autora, que luego construye una galería de
secundarios de fondo con interés suficiente para enriquecer la
trama, en particular el capitán Cly.
Boneshaker se lee de entrada con
sensación de placer culpable, pero es algo más: una divertida
muestra de imaginación e ingenio. Anotado por mi parte el nombre de
Cherie Priest como autora a seguir.
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