Trad. Benito Gómez Ibáñez. Anagrama, Barcelona, 2010. 288 pp. 18,5 €
Santiago Pajares
Paul Auster es, como escritor, el equivalente geogáfico de Woody Allen. Mientras que Mr. Allen ha capturado con su cámara las calles, los puentes y buena parte de los anocheceres de Nueva York a lo largo de toda su filmografía, Paul Auster las ha recorrido con sus personajes, nombrándolas, etiquetándolas, describiéndolas y sobre, todo, viviéndolas. Es por esto que no nos debiera extrañar que su última novela transcurra precisamente a un barrio de Brooklyn, Sunset Park, que da título a esta novela.
Mr. Auster comparte también la particularidad con Woody Allen de estrenar cada año, generalmente en otoño. Como lector, a veces puedes tener la impresión de que sería aconsejable (e incluso necesario) hacer una pausa después de cada novela para cargar las pilas y volver a tener ganas de escribir; pero Paul Auster no parece desde luego que sea de esos que escriben sin ganas (que los hay, o lo parece). Casi todas sus novelas (salvo alguna excepción como Un hombre en la oscuridad) rayan a una gran altura, o al menos la suficiente para mantener activos y expectantes a sus millones de fans. Si tras la citada Un hombre en la oscuridad surgieron algunas dudas, estas debieron quedar zanjadas con su siguiente obra, Invisible, y si no fue así, aquí está Sunset Park para echar el resto. Una novela que nos habla de la crisis, tanto mundial como personal, tanto económica como de valores.
La trama gira alrededor el protagonista, Milles Heller, un joven talentoso e inteligente que acuciado por una precaria economía y un pasado tormentoso, se gana la vida limpiando pisos de familias desahuciadas por los bancos. Tras un acontecimiento dramático debe abandonar a su novia hasta que esta sea mayor de edad y refugiarse con un amigo en una casa abandonada frente a un cementerio, en Sunset Park, Broolyn, Nueva York. Cómo no. El resto de los personajes de la novela (su padre, su madre, su novia, sus amigos y nuevos compañeros de piso) giran alrededor suyo, aunque tendrán sus propios capítulos para contar cada uno se propia historia y visión de la vida. Con la certeza de que serán desocupados de su residencia, sólo les queda esperar. ¿Pero esperar qué? Y sobre todo, ¿esperar cómo?
En esta novela están todos los ingredientes de Auster: Nueva York, el béisbol, escritores que no existen, las relaciones paterno-filiares, la pobreza y la supervivencia en esa pobreza. Ya se sabe que Paul Auster llegó a pasar verdaderas penurias económicas y se nota que le marcaron (es lo que tiene el hambre). El propio escritor llegó, como el protagonista, a desempeñar una buena cantidad de oficios de lo que podríamos denominar “bajo calado”, que si bien es de lo mejor que le puede pasar a un escritor en sus comienzos para adquirir mundo y saber plantar los pies, también dejan lacras. Cuando un escritor se va acercando a las treinta novelas ya ha experimentado y sabe qué temas le gustan más y funcionan mejor. Los lectores, las ventas, todo eso puede llegar a ser secundario, porque cuando un escritor se sienta en su mesa de trabajo se encuentra como casi todos los personajes de Auster, solo y desamparado.
He de reconocer, sin embargo, que en algunos libros (quizá bastantes), Paul Auster no siempre encuentra un final a la altura de sus principios y, aunque muchas veces sabe hacer de eso una ventaja (como en La noche de oráculo donde llega a elevar esa falta a la categoría de arte), en Sunset Park quizá no llega a cotas tan altas. Pero mientras pasamos sus páginas, sabemos que Mr. Auster, como Mr. Allen, están ocupados con su siguiente proyecto.
Santiago Pajares
Paul Auster es, como escritor, el equivalente geogáfico de Woody Allen. Mientras que Mr. Allen ha capturado con su cámara las calles, los puentes y buena parte de los anocheceres de Nueva York a lo largo de toda su filmografía, Paul Auster las ha recorrido con sus personajes, nombrándolas, etiquetándolas, describiéndolas y sobre, todo, viviéndolas. Es por esto que no nos debiera extrañar que su última novela transcurra precisamente a un barrio de Brooklyn, Sunset Park, que da título a esta novela.
Mr. Auster comparte también la particularidad con Woody Allen de estrenar cada año, generalmente en otoño. Como lector, a veces puedes tener la impresión de que sería aconsejable (e incluso necesario) hacer una pausa después de cada novela para cargar las pilas y volver a tener ganas de escribir; pero Paul Auster no parece desde luego que sea de esos que escriben sin ganas (que los hay, o lo parece). Casi todas sus novelas (salvo alguna excepción como Un hombre en la oscuridad) rayan a una gran altura, o al menos la suficiente para mantener activos y expectantes a sus millones de fans. Si tras la citada Un hombre en la oscuridad surgieron algunas dudas, estas debieron quedar zanjadas con su siguiente obra, Invisible, y si no fue así, aquí está Sunset Park para echar el resto. Una novela que nos habla de la crisis, tanto mundial como personal, tanto económica como de valores.
La trama gira alrededor el protagonista, Milles Heller, un joven talentoso e inteligente que acuciado por una precaria economía y un pasado tormentoso, se gana la vida limpiando pisos de familias desahuciadas por los bancos. Tras un acontecimiento dramático debe abandonar a su novia hasta que esta sea mayor de edad y refugiarse con un amigo en una casa abandonada frente a un cementerio, en Sunset Park, Broolyn, Nueva York. Cómo no. El resto de los personajes de la novela (su padre, su madre, su novia, sus amigos y nuevos compañeros de piso) giran alrededor suyo, aunque tendrán sus propios capítulos para contar cada uno se propia historia y visión de la vida. Con la certeza de que serán desocupados de su residencia, sólo les queda esperar. ¿Pero esperar qué? Y sobre todo, ¿esperar cómo?
En esta novela están todos los ingredientes de Auster: Nueva York, el béisbol, escritores que no existen, las relaciones paterno-filiares, la pobreza y la supervivencia en esa pobreza. Ya se sabe que Paul Auster llegó a pasar verdaderas penurias económicas y se nota que le marcaron (es lo que tiene el hambre). El propio escritor llegó, como el protagonista, a desempeñar una buena cantidad de oficios de lo que podríamos denominar “bajo calado”, que si bien es de lo mejor que le puede pasar a un escritor en sus comienzos para adquirir mundo y saber plantar los pies, también dejan lacras. Cuando un escritor se va acercando a las treinta novelas ya ha experimentado y sabe qué temas le gustan más y funcionan mejor. Los lectores, las ventas, todo eso puede llegar a ser secundario, porque cuando un escritor se sienta en su mesa de trabajo se encuentra como casi todos los personajes de Auster, solo y desamparado.
He de reconocer, sin embargo, que en algunos libros (quizá bastantes), Paul Auster no siempre encuentra un final a la altura de sus principios y, aunque muchas veces sabe hacer de eso una ventaja (como en La noche de oráculo donde llega a elevar esa falta a la categoría de arte), en Sunset Park quizá no llega a cotas tan altas. Pero mientras pasamos sus páginas, sabemos que Mr. Auster, como Mr. Allen, están ocupados con su siguiente proyecto.
2 comentarios:
Estupendo análisis de la figura de Paul Auster, pero ¿y la crítica de Sunset Park?
Está justo arriba, quizá deberías leer más despacio. Yo la he visto, al menos.
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