Trad. Ferran Mendoza Soler. Seix-Barral, Barcelona, 2009. 308 pp. 16 €
Pedro M. Domene
¿Quién no ha imaginado una vida idílica en la Toscana, saboreando un buen vino, degustando la mejor comida casera y disfrutando de la amistad vecinal? Este sería un buen reclamo publicitario, una excelente pregunta lanzada al viento y una extraordinaria invitación para leer un libro inclasificable a caballo entre la ficción, el documento autobiográfico, la crónica personal, incluso, casi se acerca a una pequeña y coqueta guía de viaje por la región vinícola italiana; y es así porque, su autor, Ferenc Máté transcribe en, Un viñedo en la Toscana (2009), sus vicisitudes o sus problemas para encontrar ese lugar idóneo donde convertir su sueño en realidad: conseguir un viñedo y la posibilidad, transcurrido un tiempo, de crear su propio vino, pero no uno cualquier sino el mejor vino de la Toscana, ese lugar paradisíaco elegido, para comenzar una vida, y donde actualmente vive, después de haber errado durante algunos años por ciudades como Vancouver, Nueva York, Roma y París.
La Toscana se localiza en la zona norte de Italia y entre otros muchos aspectos a destacar, además de su belleza natural, se localizan las hermosas ciudades de Florencia, Pisa, Siena, Livorno y si uno se acerca a su costa, concretamente al golfo de Follonica, se dará de bruces con la tan famosa y celebrada Isla de Elba, lugar que durante un buen tiempo alojó a un famoso huésped: Napoleón Bonaparte. El pueblecito de Montalcino se sitúa al noroeste del Monte Amiata, y al oeste de la ciudad de Pienza, a unos 42 kilómetros de Siena, y es allí donde se cumplirá el sueño de Candace y Ferenc Máté, donde encontrarán un antiguo monasterio rodeado de tierras para ubicar en un futuro sus viñedos. Antes se verán obligados a reformar el monasterio de más de setecientos años repleto de sorpresas, sobre todo, arqueológicas, porque el lugar había sido habitado por los etruscos, y su primera mención histórica data del siglo IX, cuando unos anónimos monjes relacionados con la Abadía de Sant'Ántimo, construyeron la primera iglesia. El relato comienza cuando, la pintora y el escritor, aún viven en La Marinaia, su casa originaria, situada en la falda de dos colinas, rodeada de jardines, con cincuenta olivos, cantidad suficiente para fabricar el aceite de su consumo, pero sin la posibilidad de disfrutar de algunos viñedos y el sueño de trabajar y realizar la vendemmia, con una amplia cosecha con que rellenar las futuras bodegas repletas de barricas de roble.
El primer intento de Máté para ampliar su propiedad y comprar algunas tierras colindantes, resulta fallido porque ya se sabe que «los toscanos detestan a los romanos», y él, aun siendo húngaro, tuvo su propia experiencia con el peor de todos los romanos que jamás nunca debería haber conocido. Es en ese mismo momento cuando se inicia la aventura de los Máté para comprar, restaurar, plantar y cosechar sus propias viñas con que lanzarían después al mercado internacional la producción de los mejores vinos: Brunello, Banditone, Mantus, Albatro y Caberné Sauvignon de la Toscana. Los capítulos que siguen a la compra de Il Colombaio relatan las vicisitudes de Candance y Ferenc para desbrozar, adecuar, eliminar, reconstruir y restaurar las ruinas de su futuro, mientras conocen a una legión de toscanos que les ayudarán en la dura tarea: Tommaso Bucci, Piccardi, Pignattai, y los albañiles Fosco, Piero, Georgi, Alessandro y Asea, un estudiante nigeriano de arquitectura que había cambiado su vocación por el aire libre. Mientras tanto se despiden de sus buenos amigos los Paolucci, y Ferenc cuenta sus vicisitudes para convertirse en contadini o granjero italiano, e inicia la búsqueda de vigas, puertas, baldosas antiguas, a la par que disfruta con su familia de la comida y los vinos toscanos cuando celebran la fiesta del tejado, o pasan las Navidades en la cadena montañosa de los Dolomitas, en San Vigilio di Marebbe, desde donde puede verse la montaña más alta del lugar, la Marmolada de 3.342 metros. Pero sobre todo, en primavera, tendrán que preparar la tierra, las terrazas etruscas abandonadas para plantar las primeras vides a mano. Personajes, situaciones y ambientes, casi un auténtico relato de ficción como se puede clasificar Un viñedo en la Toscana. Y en una pormenorizada exposición, el aprendizaje para la futura primera vendemmia, desde el punto de vista de un vinicultor primerizo, con una pequeña bodega bajo la casa, hasta llegar a un tercer año con una mayor cosecha aunque demasiado joven, pero de donde surgirán los futuros: Merlot, Cabernet, Sangiovese y Syrah.
En otoño el valle resplandece con infinitos matices —escribe Ferenc Máté—; tonalidades rojas y amarillas tiñen el atardecer. Al final del mismo se encuentra la abadía de Sant'Antimo, erigida por Carlomagno a su paso por el lugar, en su peregrinación a Roma. Sin duda, en ocasiones, resulta una buena elección realizar algún viaje que facilite habitar el tiempo, visitar ciudades inmóviles donde moverse y caminar en su interior. Acompañados por los Máté se termina esta aventura con la descripción de sus bodegas, situadas como queda escrito en la templada región de Montalcino, tierras repartidas en dos colinas privadas y resguardadas de las fuertes humedades marinas, siete campi con una amplia variedad de nutrientes y minerales que dan a sus vinos una gran personalidad. En total, 6,37 hectáreas donde crece, también en otros arbustos y árboles, un bosque mediterráneo. Y al final del libro, además de las clasificaciones de la bodega con su producción anual, se añade lo más sabroso, unas recetas tradicionales de la Toscana de la Trattoria Castelo Banfi, en cuyo menú figura una gran selección de panes tostados, como el mejor y más sobresaliente producto de la región, que necesariamente hay que degustar.
Pedro M. Domene
¿Quién no ha imaginado una vida idílica en la Toscana, saboreando un buen vino, degustando la mejor comida casera y disfrutando de la amistad vecinal? Este sería un buen reclamo publicitario, una excelente pregunta lanzada al viento y una extraordinaria invitación para leer un libro inclasificable a caballo entre la ficción, el documento autobiográfico, la crónica personal, incluso, casi se acerca a una pequeña y coqueta guía de viaje por la región vinícola italiana; y es así porque, su autor, Ferenc Máté transcribe en, Un viñedo en la Toscana (2009), sus vicisitudes o sus problemas para encontrar ese lugar idóneo donde convertir su sueño en realidad: conseguir un viñedo y la posibilidad, transcurrido un tiempo, de crear su propio vino, pero no uno cualquier sino el mejor vino de la Toscana, ese lugar paradisíaco elegido, para comenzar una vida, y donde actualmente vive, después de haber errado durante algunos años por ciudades como Vancouver, Nueva York, Roma y París.
La Toscana se localiza en la zona norte de Italia y entre otros muchos aspectos a destacar, además de su belleza natural, se localizan las hermosas ciudades de Florencia, Pisa, Siena, Livorno y si uno se acerca a su costa, concretamente al golfo de Follonica, se dará de bruces con la tan famosa y celebrada Isla de Elba, lugar que durante un buen tiempo alojó a un famoso huésped: Napoleón Bonaparte. El pueblecito de Montalcino se sitúa al noroeste del Monte Amiata, y al oeste de la ciudad de Pienza, a unos 42 kilómetros de Siena, y es allí donde se cumplirá el sueño de Candace y Ferenc Máté, donde encontrarán un antiguo monasterio rodeado de tierras para ubicar en un futuro sus viñedos. Antes se verán obligados a reformar el monasterio de más de setecientos años repleto de sorpresas, sobre todo, arqueológicas, porque el lugar había sido habitado por los etruscos, y su primera mención histórica data del siglo IX, cuando unos anónimos monjes relacionados con la Abadía de Sant'Ántimo, construyeron la primera iglesia. El relato comienza cuando, la pintora y el escritor, aún viven en La Marinaia, su casa originaria, situada en la falda de dos colinas, rodeada de jardines, con cincuenta olivos, cantidad suficiente para fabricar el aceite de su consumo, pero sin la posibilidad de disfrutar de algunos viñedos y el sueño de trabajar y realizar la vendemmia, con una amplia cosecha con que rellenar las futuras bodegas repletas de barricas de roble.
El primer intento de Máté para ampliar su propiedad y comprar algunas tierras colindantes, resulta fallido porque ya se sabe que «los toscanos detestan a los romanos», y él, aun siendo húngaro, tuvo su propia experiencia con el peor de todos los romanos que jamás nunca debería haber conocido. Es en ese mismo momento cuando se inicia la aventura de los Máté para comprar, restaurar, plantar y cosechar sus propias viñas con que lanzarían después al mercado internacional la producción de los mejores vinos: Brunello, Banditone, Mantus, Albatro y Caberné Sauvignon de la Toscana. Los capítulos que siguen a la compra de Il Colombaio relatan las vicisitudes de Candance y Ferenc para desbrozar, adecuar, eliminar, reconstruir y restaurar las ruinas de su futuro, mientras conocen a una legión de toscanos que les ayudarán en la dura tarea: Tommaso Bucci, Piccardi, Pignattai, y los albañiles Fosco, Piero, Georgi, Alessandro y Asea, un estudiante nigeriano de arquitectura que había cambiado su vocación por el aire libre. Mientras tanto se despiden de sus buenos amigos los Paolucci, y Ferenc cuenta sus vicisitudes para convertirse en contadini o granjero italiano, e inicia la búsqueda de vigas, puertas, baldosas antiguas, a la par que disfruta con su familia de la comida y los vinos toscanos cuando celebran la fiesta del tejado, o pasan las Navidades en la cadena montañosa de los Dolomitas, en San Vigilio di Marebbe, desde donde puede verse la montaña más alta del lugar, la Marmolada de 3.342 metros. Pero sobre todo, en primavera, tendrán que preparar la tierra, las terrazas etruscas abandonadas para plantar las primeras vides a mano. Personajes, situaciones y ambientes, casi un auténtico relato de ficción como se puede clasificar Un viñedo en la Toscana. Y en una pormenorizada exposición, el aprendizaje para la futura primera vendemmia, desde el punto de vista de un vinicultor primerizo, con una pequeña bodega bajo la casa, hasta llegar a un tercer año con una mayor cosecha aunque demasiado joven, pero de donde surgirán los futuros: Merlot, Cabernet, Sangiovese y Syrah.
En otoño el valle resplandece con infinitos matices —escribe Ferenc Máté—; tonalidades rojas y amarillas tiñen el atardecer. Al final del mismo se encuentra la abadía de Sant'Antimo, erigida por Carlomagno a su paso por el lugar, en su peregrinación a Roma. Sin duda, en ocasiones, resulta una buena elección realizar algún viaje que facilite habitar el tiempo, visitar ciudades inmóviles donde moverse y caminar en su interior. Acompañados por los Máté se termina esta aventura con la descripción de sus bodegas, situadas como queda escrito en la templada región de Montalcino, tierras repartidas en dos colinas privadas y resguardadas de las fuertes humedades marinas, siete campi con una amplia variedad de nutrientes y minerales que dan a sus vinos una gran personalidad. En total, 6,37 hectáreas donde crece, también en otros arbustos y árboles, un bosque mediterráneo. Y al final del libro, además de las clasificaciones de la bodega con su producción anual, se añade lo más sabroso, unas recetas tradicionales de la Toscana de la Trattoria Castelo Banfi, en cuyo menú figura una gran selección de panes tostados, como el mejor y más sobresaliente producto de la región, que necesariamente hay que degustar.
5 comentarios:
Acabo de empezar a leer Un viñedo en la Toscana,después de 84 páginas he detectado innumerables errores de traducción, como se nota que el traductor es catalán...hay expresiones que traduce literalmente y que en castellano son del todo incorrectas.Sería conveniente que la editorial Seix Barral tuviera revisores a fin de evitar esos errores tan garrafales
Está Vd. confundido. Se trata del castellano de Barcelona.
Está Vd confundido. Se trata del castellano de Barcelona
¿Qué tiene que ver el tocino con la velocidad?
Soy catalana, traductora, de Barcelona y nunca habría "cometido" una tal traducción.
No se trata de que el traductor sea catalán o extremeño, se trata de que sea un buen traductor o no.
¿Por qué nos deja "prosciùtto" en vez de traducirlo por jamón?
Si la novela transcurriera en Galicia i traducida del gallego, ¿habría puesto xamón?
Lo dicho, no confundan el tocino con la velocidad.
Para la traductora, esas palabras (prosciutto -por favor, sin acento-, poderi, etc.) seguramente aparecen así en el original -o sea, en cursiva-; lo que ha hecho el traductor es respetarlo. ¿Quieres decir que tú las hubieras traducido?
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