Trad. Ana Millán. Ponent Mon, Rasquera (Tarragona), 2007. 192 pp. 16 €
Ricardo Triviño
Aurélia Aurita se atreve a pisar de nuevo el escenario del cómic con la continuación de su relación amorosa con el cabecilla de la nouvelle manga Frédéric Boilet (La espinaca de Yukiko, Tokio es mi jardín), con quien estuvo presentando la nueva obra en el 13º Salón del Manga de Barcelona. Y decir «se atreve» no es una exageración porque, cuando una opera prima ha sido tan celebrada, es difícil escapar de la sombra que proyecta.
Aurita conoció a Boilet durante la realización de la antología Japón visto por 17 autores, a la que había sido invitada a participar. Esta compilación de historietas crecía fruto del movimiento artístico de la nouvelle manga cuyo objetivo es reforzar los vínculos e influencias entre ambos lados del globo, dando a conocer el cómic japonés menos comercial en Occidente, y viceversa. El recopilatorio planteó un intercambio de miradas a cerca del país del sol naciente entre ocho autores autóctonos y otros tantos franceses, sin contar a Boilet, ofreciendo unos resultados muy interesantes. Del lado nipón encontramos a autores de la talla de Jirō Taniguchi (El caminante, El almanaque de mi padre) o la interesante Kan Tahama (Awabi, Kinderbook), mientras que del francés estaban el inimitable Joann Sfar (El gato del rabino) o François Schuiten (Las ciudades oscuras).
Después de este primer encuentro, la relación entre Aurita y Boilet siguió adelante en solitario, cuajando finalmente en una relación estable que aún dura y cuyos inicios fueron plasmados en la autobiografía sexual Fresa y Chocolate. El título jugaba con la homofonía con los nombres de Frédéric y Chenda (nombre real de Aurélia), además de con un pequeño chiste que aparecía en la historia. La aparición del cómic, ligado a la nouvelle manga, fue toda una novedad ya que ofrecía una óptica totalmente distinta acerca del sexo en el campo de la historieta: no tenía nada que ver ni con las exageraciones del cómic dirigido al público masculino ni con el sentimentalismo edulcorado de las series románticas; era un enfoque sincero y desnudo basado en el disfrute y exploración del propio cuerpo, lejos de imposiciones y coerciones morales.
En este nuevo volumen, la orgía continua que representa el principio de cualquier relación amorosa, y que quedó perfectamente plasmado en la primera parte, deja paso a nuevas perspectivas de la vida en pareja. No es que Aurita abandone el sexo (tratará temas como el fist-fucking, los stoppers de fabricación casera o los efectos que puede producir la glucosa en un hombre entrado en la cuarentena) sino que aborda los miedos que suelen surgir cuando los vínculos emocionales se afirman en una pareja, como el temor a la pérdida o a no ser capaz de amar lo suficiente. En este tomo, la autora se confiesa como una auténtica celosa a quien, frente al historial del señor Boilet, no parecen faltarle motivos. En sus dudas, ahondará en la cuestión de la «identidad nacional», pues sus orígenes sinocamboyanos la han hecho parecer desde pequeña una exótica oriental en su propio país, Francia, del mismo modo que la llevan a situaciones embarazosas en Japón, donde será objeto del racismo de su vecino o donde, lúcidamente, descubrirá sus propios prejuicios.
Un libro, sin duda, menos original que el primero pero, no obstante, mucho más valiente. Confesar las propias debilidades y analizarlas representa un reto mayor que mostrar el propio cuerpo desnudo ya que ahí es justamente donde pueden lastimarlo a uno, donde las heridas cicatrizan más lento. Como ella misma afirma en la obra, esta joven autora vuelve a «trazar el contorno de su mano», ese «placer olvidado», y escapa sin problema del éxito del anterior libro, consiguiendo un tebeo de mayor complejidad sentimental tan entretenido y enriquecedor como el primero.
Ricardo Triviño
Aurélia Aurita se atreve a pisar de nuevo el escenario del cómic con la continuación de su relación amorosa con el cabecilla de la nouvelle manga Frédéric Boilet (La espinaca de Yukiko, Tokio es mi jardín), con quien estuvo presentando la nueva obra en el 13º Salón del Manga de Barcelona. Y decir «se atreve» no es una exageración porque, cuando una opera prima ha sido tan celebrada, es difícil escapar de la sombra que proyecta.
Aurita conoció a Boilet durante la realización de la antología Japón visto por 17 autores, a la que había sido invitada a participar. Esta compilación de historietas crecía fruto del movimiento artístico de la nouvelle manga cuyo objetivo es reforzar los vínculos e influencias entre ambos lados del globo, dando a conocer el cómic japonés menos comercial en Occidente, y viceversa. El recopilatorio planteó un intercambio de miradas a cerca del país del sol naciente entre ocho autores autóctonos y otros tantos franceses, sin contar a Boilet, ofreciendo unos resultados muy interesantes. Del lado nipón encontramos a autores de la talla de Jirō Taniguchi (El caminante, El almanaque de mi padre) o la interesante Kan Tahama (Awabi, Kinderbook), mientras que del francés estaban el inimitable Joann Sfar (El gato del rabino) o François Schuiten (Las ciudades oscuras).
Después de este primer encuentro, la relación entre Aurita y Boilet siguió adelante en solitario, cuajando finalmente en una relación estable que aún dura y cuyos inicios fueron plasmados en la autobiografía sexual Fresa y Chocolate. El título jugaba con la homofonía con los nombres de Frédéric y Chenda (nombre real de Aurélia), además de con un pequeño chiste que aparecía en la historia. La aparición del cómic, ligado a la nouvelle manga, fue toda una novedad ya que ofrecía una óptica totalmente distinta acerca del sexo en el campo de la historieta: no tenía nada que ver ni con las exageraciones del cómic dirigido al público masculino ni con el sentimentalismo edulcorado de las series románticas; era un enfoque sincero y desnudo basado en el disfrute y exploración del propio cuerpo, lejos de imposiciones y coerciones morales.
En este nuevo volumen, la orgía continua que representa el principio de cualquier relación amorosa, y que quedó perfectamente plasmado en la primera parte, deja paso a nuevas perspectivas de la vida en pareja. No es que Aurita abandone el sexo (tratará temas como el fist-fucking, los stoppers de fabricación casera o los efectos que puede producir la glucosa en un hombre entrado en la cuarentena) sino que aborda los miedos que suelen surgir cuando los vínculos emocionales se afirman en una pareja, como el temor a la pérdida o a no ser capaz de amar lo suficiente. En este tomo, la autora se confiesa como una auténtica celosa a quien, frente al historial del señor Boilet, no parecen faltarle motivos. En sus dudas, ahondará en la cuestión de la «identidad nacional», pues sus orígenes sinocamboyanos la han hecho parecer desde pequeña una exótica oriental en su propio país, Francia, del mismo modo que la llevan a situaciones embarazosas en Japón, donde será objeto del racismo de su vecino o donde, lúcidamente, descubrirá sus propios prejuicios.
Un libro, sin duda, menos original que el primero pero, no obstante, mucho más valiente. Confesar las propias debilidades y analizarlas representa un reto mayor que mostrar el propio cuerpo desnudo ya que ahí es justamente donde pueden lastimarlo a uno, donde las heridas cicatrizan más lento. Como ella misma afirma en la obra, esta joven autora vuelve a «trazar el contorno de su mano», ese «placer olvidado», y escapa sin problema del éxito del anterior libro, consiguiendo un tebeo de mayor complejidad sentimental tan entretenido y enriquecedor como el primero.
2 comentarios:
Me encantó... Y es mucho más jugoso que el anterior.
Nunca un adjetivo fue más acertadamente utilizado. XD
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