Edición y epílogo de Danilo Manera. Siruela, Madrid, 2006, 278 pp. 18 €
Elia Barceló
Debo confesar, ante todo, mi entusiasmo por la narrativa breve y mi amor incondicional por las antologías que, en unos cientos de páginas, presentan al lector un panorama amplio y variado de un género, una generación, o un país poco conocido.
En un ambiente editorial donde todo el mundo dice que las antologías no interesan porque no se venden, y las librerías están llenas de novelas de seiscientas páginas que, al parecer, son «lo que pide el lector», la iniciativa de Siruela es tanto más valiente, necesaria y de agradecer.
El compilador de Cuentos chilenos, Danilo Manera, nos ofrece una excelente selección de relatos contemporáneos que van de lo bueno a lo magnífico: ocho escritores, de las generaciones de los 60 (nacidos entre 1935 y 1949) y los 80 (nacidos entre 1950 y 1964) con tres cuentos cada uno, y un epílogo en el que Manera nos desvela las claves de su selección, proporcionándonos, además, unas pistas básicas para acercarnos a la literatura chilena actual del interior del país, la que no llega a España. Precisamente por esa razón, todos los cuentistas seleccionados, aunque gozan de gran prestigio en Chile, resultan desconocidos al lector europeo y por eso es más de agradecer su inclusión, porque sirve para abrir caminos y dar a conocer a ocho autores que merecen ampliamente entrar a formar parte de nuestra lista personal de autores chilenos.
Elia Barceló
Debo confesar, ante todo, mi entusiasmo por la narrativa breve y mi amor incondicional por las antologías que, en unos cientos de páginas, presentan al lector un panorama amplio y variado de un género, una generación, o un país poco conocido.
En un ambiente editorial donde todo el mundo dice que las antologías no interesan porque no se venden, y las librerías están llenas de novelas de seiscientas páginas que, al parecer, son «lo que pide el lector», la iniciativa de Siruela es tanto más valiente, necesaria y de agradecer.
El compilador de Cuentos chilenos, Danilo Manera, nos ofrece una excelente selección de relatos contemporáneos que van de lo bueno a lo magnífico: ocho escritores, de las generaciones de los 60 (nacidos entre 1935 y 1949) y los 80 (nacidos entre 1950 y 1964) con tres cuentos cada uno, y un epílogo en el que Manera nos desvela las claves de su selección, proporcionándonos, además, unas pistas básicas para acercarnos a la literatura chilena actual del interior del país, la que no llega a España. Precisamente por esa razón, todos los cuentistas seleccionados, aunque gozan de gran prestigio en Chile, resultan desconocidos al lector europeo y por eso es más de agradecer su inclusión, porque sirve para abrir caminos y dar a conocer a ocho autores que merecen ampliamente entrar a formar parte de nuestra lista personal de autores chilenos.
En cuanto a los temas tratados, como en cajón de sastre, hay un poco de todo. Se siente en muchos de los relatos —explícita o implícitamente— el peso del golpe que acabó con el proyecto socialista y con la vida de Salvador Allende en 1973; el peso del exilio; el peso de tantos años de miedo y soledad. Sin embargo, no todos son cuentos políticos y siempre la vivencia individual está en el centro de la peripecia, narrada unas veces de forma realista y otras de forma fantástica o cuasi-fantástica.
Siempre es difícil elegir y recomendar porque la alta calidad de las historias hace que el lector se decante por unas o por otras simplemente por cuestiones de afinidad personal, pero creo que nadie que lea el relato que abre la antología —Puntocruz, de Ana María del Río— dejará el libro hasta el final.
Curiosamente, de los veinticuatro cuentos, los que más huella me han dejado son obra de mujeres: el ya mencionado Puntocruz, que en apenas quince páginas y con una técnica que roza lo fantástico —como también es el caso de Génesis, de la misma autora— nos muestra el proceso de bestialización y humillación de un pueblo, más un gozoso final; Gineceo, de Sonia González, que nos narra el deseo de libertad individual de una mujer, ya abuela, con una conmovedora naturalidad; Ruta de la sandía, de Virginia Vidal, en la que una mujer atraviesa el desierto para llevarle una sandía a un convicto, y que es de los relatos más intensos de la antología; Patria oscura, también de Virginia Vidal, hermosísima historia de esperanza y amor, después de la tortura; Usted en la penumbra, de Pía Barros, corto, potente, doloroso, tremendamente real.
También en cuanto a técnicas narrativas encontrará el lector variedad y placer, ya que los hay para todos los gustos, desde lo lírico a lo coloquial, desde lo lineal a lo fragmentado.
Resulta imposible, en una reseña de esta extensión, dar cuenta de veinticuatro relatos, pero lo que sí puedo hacer es recomendar esta antología con entusiasmo, no sólo para acceder a esa narrativa chilena casi desconocida entre nosotros, sino simplemente para disfrutar de una veintena de excelentes relatos en castellano. Léanla, no se arrepentirán.
Siempre es difícil elegir y recomendar porque la alta calidad de las historias hace que el lector se decante por unas o por otras simplemente por cuestiones de afinidad personal, pero creo que nadie que lea el relato que abre la antología —Puntocruz, de Ana María del Río— dejará el libro hasta el final.
Curiosamente, de los veinticuatro cuentos, los que más huella me han dejado son obra de mujeres: el ya mencionado Puntocruz, que en apenas quince páginas y con una técnica que roza lo fantástico —como también es el caso de Génesis, de la misma autora— nos muestra el proceso de bestialización y humillación de un pueblo, más un gozoso final; Gineceo, de Sonia González, que nos narra el deseo de libertad individual de una mujer, ya abuela, con una conmovedora naturalidad; Ruta de la sandía, de Virginia Vidal, en la que una mujer atraviesa el desierto para llevarle una sandía a un convicto, y que es de los relatos más intensos de la antología; Patria oscura, también de Virginia Vidal, hermosísima historia de esperanza y amor, después de la tortura; Usted en la penumbra, de Pía Barros, corto, potente, doloroso, tremendamente real.
También en cuanto a técnicas narrativas encontrará el lector variedad y placer, ya que los hay para todos los gustos, desde lo lírico a lo coloquial, desde lo lineal a lo fragmentado.
Resulta imposible, en una reseña de esta extensión, dar cuenta de veinticuatro relatos, pero lo que sí puedo hacer es recomendar esta antología con entusiasmo, no sólo para acceder a esa narrativa chilena casi desconocida entre nosotros, sino simplemente para disfrutar de una veintena de excelentes relatos en castellano. Léanla, no se arrepentirán.
3 comentarios:
El otro día tuve este libro entre las manos.
Ahora, después de leer tu comentario, iré a comprarlo.
La leeremos, Elia, la leeremos.
Un besote :*
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