La Cúpula, Barcelona, 2015. 164 pp. 18,5 €
Jaime Valero
La nueva novela gráfica del británico Rob Davis es, en su esencia más básica, una historia de iniciación protagonizada por tres jóvenes que llegan a ese punto vital en el que uno se lo cuestiona todo: la autoridad, el rol que jugamos dentro de nuestro grupo social, el futuro al que parecemos estar destinados y, en resumidas cuentas, buena parte del mundo que nos rodea. Un acto, el de poner en cuestión todo aquello que nos imponen desde pequeños, que en muchos casos conduce a la rebeldía, como aquí ocurre. Los tres jóvenes protagonistas deciden huir de la escuela, de sus casas, romper con todo lo que la sociedad les ofrece y tratar de buscar su propio camino. Si Rob Davis se hubiera limitado a este aspecto esencial de su historia, estaríamos ante un cómic del montón. Pero de eso nada. Lo que contado con estas palabras podría parecer un nuevo pastiche de El guardián entre el centeno, se convierte en una singularísima obra que, si hubiera que definir de algún modo, sería como un cruce entre Donnie Darko, el cine de David Lynch y los cómics de Daniel Clowes y Charles Burns.
Ya desde que leemos el título en la cubierta, El horno huérfano, nos embarga una sensación de extrañeza que no hace sino incrementarse a medida que pasamos las páginas y conocemos a Scarper Lee, el primero de los tres jóvenes protagonistas del cómic. Scarper es un joven estudiante que habita un mundo similar al nuestro, pero radicalmente distinto a la vez. Así, en su mundo son los hijos quienes fabrican a sus padres, que tienen forma de máquinas, de utensilios, algo que da que pensar sobre la visión que los niños tienen de sus progenitores. Cuando llueve, caen cuchillos del cielo, el viento se ríe a carcajadas, y los dioses no están en los templos, sino en las casas, haciendo las veces de electrodomésticos. Cada día de la semana tiene su propia rueda, que la gente contempla embobada como si fuera el televisor, y la existencia forma parte de un círculo en el que todo acaba volviendo al principio. Además, la gente conoce cuál será el día de su muerte, y a Scarper, a pesar de su juventud, apenas le quedan tres semanas de vida.
Este hecho, sumado al encuentro con dos compañeros de clase, Vera Pike —una jovencita rebelde y mordaz— y Castro Smith —un chico retraído y observador, aquejado de una extraña anomalía mental que le lleva a sobreanalizarlo todo—, desemboca en una ruptura con todo lo establecido. Durante su huida hacia adelante, los tres jóvenes intentan regresar a la raíz, al lugar donde supuestamente se fabrican los padres: el horno huérfano. Quizá así comprendan mejor de dónde vienen, cuál es su papel en el mundo, o, quién sabe, a lo mejor solo les sirve para quedarse más confundidos que antes. Pero eso es lo que tiene hacerse mayores: dejar atrás tu zona de confort para zambullirte en lo desconocido. Y mientras el lector acompaña a estos personajes en su búsqueda, descubrirá nuevos detalles del sorprendente mundo surgido de la mente de Rob Davis.
El horno huérfano es como ese cuadro inexplicable que nos llama la atención en alguna sala recóndita de un museo y ante el que solo podemos hacer dos cosas: devanarnos los sesos para buscarle una explicación lógica o sencillamente paladear su belleza enigmática. Según nos decantemos por una opción o por otra, la experiencia de leer este cómic varía, pero resulta igualmente enriquecedora. Una vez concluida, digerida y preferiblemente releída, solo queda esperar pacientemente a que vea la luz la secuela en la que su autor ya se encuentra trabajando.
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