Destino, Barcelona, 2015. 252 pp. 23,95 €
Cristina Davó Rubí
Más de cuatrocientos años después de que don Quijote saliese por tierras manchegas con su fiel escudero Sancho Panza a deshacer entuertos y arreglar injusticias, llega ahora el caballero de la triste figura a nuevas páginas, desempolvada su armadura, rejuvenecido su lenguaje, mas íntegro su mensaje de loco idealista.
La laboriosa tarea de Andrés Trapiello (1953) de actualizar Don Quijote de la Mancha consigue acercar la obra cumbre de nuestra literatura a los lectores de hoy en día, disuadidos quizás hasta ahora por la barrera del castellano del siglo XVII y las numerosas notas a pie de página. Un logro el de Trapiello que posiblemente se amplíe cuando el lector sienta curiosidad por acceder a la obra original, gracias a esta. Cobra así por completo sentido esta empresa que el propio autor califica de quijotesca, pues no es fácil el empeño de traer a la lengua actual la riqueza léxica de Cervantes, con sus incontables giros y los inusuales tiempos verbales, por no hablar de los refranes y el hipérbaton sintáctico.
Basada sobre todo en tres ediciones clave de la obra cervantina, Andrés Trapiello la reescribe para que pueda ser leída y entendida, una novela que es en esencia tanto hablada como escrita, ese es precisamente el objetivo del traductor, devolver El Quijote al habla nuestra. Por supuesto, más que como estudioso, la presente edición está escrita como poeta, es decir, de un modo personal, sometida a la propia cadencia, como explica Trapiello en su prólogo. Cada lector interpreta la novela con su lectura y eso es lo que ha hecho el autor leonés, su interpretación respetuosa y elaborada, tras catorce años de trabajo.
De sobra es conocida la devoción de Andrés Trapiello por Cervantes y El Quijote, autor de novelas de este imbuidas, caso de Al morir don Quijote (Premio de Novela Fundación José Manuel Lara 2005 y Prix Littéraire Européen Madeleine Zepter, 2005, a la mejor novela extranjera) y El final de Sancho Panza y otras suertes (2014), así como del ensayo Las vidas de Miguel de Cervantes (1993). Además, firma una variada obra narrativa, poética y ensayística, y está en marcha su colección de diarios, de los que ya han aparecido dieciocho tomos.
Y, ¿cómo se trae a la actualidad una novela de hace cuatro siglos? Básicamente, intentando llegar a los lectores cual best seller, para que pueda ser leída en el metro por ejemplo, en el sentido de fluidamente y sin tropiezos. Si los lectores de otras lenguas tienen la suerte de llegar a El Quijote a través de sus traducciones, qué menos para el lector español, cuya lengua esta tan cercana a la de Cervantes, pero ciertamente no la misma, acceder a esta obra maestra y disfrutar de su riqueza. Los más puristas, sin duda, ven en esto una afrenta, la destrucción del clásico –no es nueva esta tendencia de actualización de obras clásicas hispánicas, si bien nadie se había atrevido con Cervantes–, sin embargo es loable el empeño de Trapiello de convertir El Quijote en una novela más leída que estudiada, como lo fue en su día, deleitosa para todos los públicos.
Dedicada esta edición a la Institución Libre de Enseñanza y a las Misiones Pedagógicas, inspirada en el esfuerzo de don Francisco Giner y en la labor de devolver a los lectores la esencia de la literatura y así de la vida. Como aquellos hombres y mujeres que mostraban por los pueblos de la España republicana copias de las pinturas del Museo del Prado, porque lo que importaba no es que fueran las obras originales, sino transmitir su sentido y hacer accesible la cultura. De la misma forma, hoy nos complacemos con la lectura de este Quijote, con su espíritu intacto, pulida la pátina del tiempo. El abismo desaparece y queda la merecida lectura de una novela que sigue viva. El comienzo, a modo de monumento, queda intacto, «En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…»
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