XXV Premio Unicaja de Poesía. Visor, Madrid, 2011. 64 pp. 10 €
José Gutiérrez Román
Todo está por construir. Pero no en el mañana, sino en el hoy. Aquí y ahora forman las coordenadas espacio-temporales que los versos de Luis Bagué Quílez han acotado para edificar este libro. En él nos entrega una voz poética personal, cuajada con lucidez e ironía, y donde lo que se dice funciona como un tamiz de todo lo que entra por los ojos («Mi oficio es la mirada,/ pasar a limpio el mundo/ y ordenar los fragmentos del paisaje»).
El poemario está dividido en cinco partes: «Historias», «Metarreletos», «Hipótesis», «Ensayos» y «Monólogos». En el tramo inicial se nos recuerda que «todos somos extranjeros aquí», y también que «El cielo finge/ que este suelo ya no le pertenece». Todo, pues, está por ver, todo parece provisional mientras se va forjando esa página de nuestra realidad que llamamos mundo. Destaca en este primer asalto el poema «Magia negra», que ejerce su poder de nigromante con la contundencia de unos versos esclarecedores: «Hoy vienes a contarme el porvenir./ Yo puedo adivinar/ la huella de tu paso, tu pasado».
La música hace su aparición en la segunda parte con las citas que acompañan a cada poema, pertenecientes en su mayoría a canciones emblemáticas de la historia del pop y el rock. Quizá por eso nos golpean con más dureza algunos compases de «La vida te hará trizas» o «Los amantes del siglo XXI», que se cierra con una brillante paradoja: «dime si es verdad/ que el futuro no tiene porvenir». Estos dos apartados iniciales funcionan a modo de aldabonazos con los que el poeta nos despierta de nosotros mismos. A partir de entonces nos sumergimos de lleno en el proceso de construcción de esta página (ahora ya nuestra) a través de la expresión limpia y certera de Bagué Quílez, cuyo contenido se forja en el compromiso con uno mismo y con lo que nos rodea. El poema titulado «Herencia» tal vez sea el mejor ejemplo de este diálogo con todo lo que se ofrece ante nosotros y que de algún modo «tendremos que aprender a merecerlo». Ese camino hacia el merecimiento hemos de realizarlo desde ese aquí y ahora permanentes, parece decirnos su autor, consciente de los símbolos que se mueven detrás de un «lavado rápido» o de las preguntas que nos pueden surgir entre la maraña de lo cotidiano («Ahora tienes las manos en la duda./ Empieza a traducir»).
Es este un libro hijo de nuestro tiempo, pero elaborado con un material poético imperecedero, cuyos referentes van desde los clásicos (léase El sueño de Ulises o El síndrome de Casandra) hasta las imágenes más actuales. La voz de Luis Bagué Quílez tiene el don de atravesar lo íntimo y lo que nos circunda con una claridad reveladora. Y en este libro esa voz adquiere si cabe un matiz más vivo. Sus poemas nos ayudan a mirarnos en la distancia y a reconocernos en lo cercano. Al final del libro se nos avisa de que «corren/ malos tiempos para la épica». Y quizá sea ahí donde mejor se refleja el proceso de construcción en que se encuentra inmersa nuestra página. Aquí. Ahora.
José Gutiérrez Román
Todo está por construir. Pero no en el mañana, sino en el hoy. Aquí y ahora forman las coordenadas espacio-temporales que los versos de Luis Bagué Quílez han acotado para edificar este libro. En él nos entrega una voz poética personal, cuajada con lucidez e ironía, y donde lo que se dice funciona como un tamiz de todo lo que entra por los ojos («Mi oficio es la mirada,/ pasar a limpio el mundo/ y ordenar los fragmentos del paisaje»).
El poemario está dividido en cinco partes: «Historias», «Metarreletos», «Hipótesis», «Ensayos» y «Monólogos». En el tramo inicial se nos recuerda que «todos somos extranjeros aquí», y también que «El cielo finge/ que este suelo ya no le pertenece». Todo, pues, está por ver, todo parece provisional mientras se va forjando esa página de nuestra realidad que llamamos mundo. Destaca en este primer asalto el poema «Magia negra», que ejerce su poder de nigromante con la contundencia de unos versos esclarecedores: «Hoy vienes a contarme el porvenir./ Yo puedo adivinar/ la huella de tu paso, tu pasado».
La música hace su aparición en la segunda parte con las citas que acompañan a cada poema, pertenecientes en su mayoría a canciones emblemáticas de la historia del pop y el rock. Quizá por eso nos golpean con más dureza algunos compases de «La vida te hará trizas» o «Los amantes del siglo XXI», que se cierra con una brillante paradoja: «dime si es verdad/ que el futuro no tiene porvenir». Estos dos apartados iniciales funcionan a modo de aldabonazos con los que el poeta nos despierta de nosotros mismos. A partir de entonces nos sumergimos de lleno en el proceso de construcción de esta página (ahora ya nuestra) a través de la expresión limpia y certera de Bagué Quílez, cuyo contenido se forja en el compromiso con uno mismo y con lo que nos rodea. El poema titulado «Herencia» tal vez sea el mejor ejemplo de este diálogo con todo lo que se ofrece ante nosotros y que de algún modo «tendremos que aprender a merecerlo». Ese camino hacia el merecimiento hemos de realizarlo desde ese aquí y ahora permanentes, parece decirnos su autor, consciente de los símbolos que se mueven detrás de un «lavado rápido» o de las preguntas que nos pueden surgir entre la maraña de lo cotidiano («Ahora tienes las manos en la duda./ Empieza a traducir»).
Es este un libro hijo de nuestro tiempo, pero elaborado con un material poético imperecedero, cuyos referentes van desde los clásicos (léase El sueño de Ulises o El síndrome de Casandra) hasta las imágenes más actuales. La voz de Luis Bagué Quílez tiene el don de atravesar lo íntimo y lo que nos circunda con una claridad reveladora. Y en este libro esa voz adquiere si cabe un matiz más vivo. Sus poemas nos ayudan a mirarnos en la distancia y a reconocernos en lo cercano. Al final del libro se nos avisa de que «corren/ malos tiempos para la épica». Y quizá sea ahí donde mejor se refleja el proceso de construcción en que se encuentra inmersa nuestra página. Aquí. Ahora.
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