viernes, junio 24, 2011

Solar, Ian McEwan

Trad. Jaime Zulaika. Anagrama, Barcelona, 2011. 360 pp. 19,50 €

Fernando Sánchez Calvo

Después de dos novelas de transición como Sábado y Chesil Beach, las dos publicadas en España, como toda la obra del autor, también por la editorial Anagrama, el nuevo trabajo de Ian McEwan ha llegado para que el lector y él mismo se reencuentren de nuevo con un producto de una gran madurez estructural. Porque sobre todo, McEwan es eso, un autor que llega a las emociones a través de y gracias a un dominio de la forma y de las vértebras narrativas que, como vasos comunicantes, acaban todas perfectamente unidas al final de lo que se viene denominando como el esqueleto de una novela.
Michael Beard, físico y Premio Nobel más que sospechoso por un descubrimiento que hace años triunfó como la combinación Beard-Einstein, es el protagonista de esta historia. En los mejores años de su carrera profesional, con gran proyección en el extranjero y solicitado por todos los organismos y países, no pasa sin embargo sentimentalmente por su mejor etapa. Divorciado por enésima vez, con su último matrimonio mantenido por un adulterio recíproco que, a sabiendas del otro, cultivan tanto él como su actual mujer, la vida de Beard da un giro radical cuando Tom Aldous, un becario que idolatra a Beard y que ha llegado al mundo de la ciencia como todos los becarios, con ganas de trabajar y de cambiar el planeta, entra en la casa y en las vidas del físico y de su esposa Patrice. A partir de ahí nada que se pueda contar al avezado lector que busque engancharse con una reseña que sin embargo no resuelva desenlaces.
Sí que merece la pena, no obstante, hablar del tono objetivo y la distancia que adopta el narrador respecto a la hipocresía y cinismo en el que muchas veces se desenvuelven las altas esferas y las instituciones. “La física estaba exenta de contaminación humana”, afirma el mismo narrador en un indirecto libre en boca del protagonista con gran ironía para, como hace tantas veces McEwan desde Expiación, desacreditar con la cadena de hechos que vendrán a posteriori las palabras que dan comienzo a esta historia. Y una vez más, y como también pasa con el clásico que se llevó al cine, un hecho concreto, una mentira, y más que una mentira una omisión de datos, justifica el resto de la evolución de la trama a cambio del silencio de muchos actantes. Ya en Expiación un amor acababa roto y con uno de los miembros alistado en la guerra por culpa de la mentira de una pequeña que, mediante la invención, hizo creer al resto del mundo o de la sociedad lo que todo el mundo debe creer, por sentido común, a un personaje inocente. Lo mismo ocurre en Solar, pero como ya hemos dichos antes, en lugar de mentira ahora hay omisión y la niña ya no es una niña sino un físico de renombre y la edad ya no son diez años sino cercana a los sesenta. Un momento concreto, una decisión o antojo puntual por parte de uno de los protagonistas, desencadena una serie de hechos que en principio quedan ocultos, pero que finalmente, como si de una tragedia griega se tratase, se resuelven y desmantelan en una suerte de justicia social que castiga con severidad argumental a los que decidieron mentir o callarse. La mima ironía podemos apreciar en otros personajes como Turpin, primer amante de la última mujer de Beard y quien fluctúa entre los niveles más bajos de dignidad y el orgullo de quien se sabe necesario para enemigos cercanos al Premio Nobel. Cada uno de los secundarios que rodean al protagonista son, en ese sentido, menos contingentes que nunca, pues McEwan considera el universo de la novela como un puzle donde una pieza no destaca mucho si está pero es capaz de echar a perder una historia si desaparece. Por eso todos los personajes importantes de este libro aparecen, se van y vuelven a aparecer para recuperar un pasado ya casi olvidado que, sin embargo, explica silenciosamente muchas cosas del presente. El mismo epílogo que cierra el libro confirma lo dicho: “La mejor y más dulce armonía no se produce cuando cada parte de un instrumento se oye por sí misma, sino cuando hay una combinación de todas ellas.”: McEwan toma nota y lo practica, y además lo hace bien.

2 comentarios:

Vero dijo...

Este autor escribe fenomenal, dicen que este es mucho mejor que los anteriores y creo que puede ser interesante, lo intentaré leer en inglés que es una delicia. Besos.

Denis Palance dijo...

Interesante evntana de sistesis de algunos libros ...lo tomo como referencia siempre. saludos

Denis Palance
http://efialteselhermitanns.blogspot.com/