Editorial Talentura, Madrid, 2011. 134 pp. 12,50 €
Abel Posse
firma invitada*
Después de un libro de relatos, como Diez cuentos mal contados, y de la curiosa y fresca miscelánea que constituyó A esto llevan los excesos, Miguel Baquero (Madrid, 1966) vuelve al terreno de la novela con Vidas elevadas, publicada por la reciente y prometedora editorial Talentura (antigua Policarbonados). En Vidas elevadas, su nueva novela, Baquero mantiene ese tono humorístico, ese registro de sorna, gamberro en muchas ocasiones, al que nos tiene acostumbrados y que en el fondo, tras todo el aparato de las sonrisas y en ocasiones (bastantes) de la risa franca y sonora, encierra una crítica, en forma de caricatura, contra nuestra actualidad.
En esta ocasión, el objeto de la sátira es el mundo de la literatura, o más en concreto el mundo de la poesía, personificado en tres protagonistas, poetas todos ellos de mayor o menor prestigio y en general escaso arte, que vienen a coincidir en el espacio de un pequeño pueblo. Lastrados todos ellos por la inevitable pose, la mentira, el truco que parece ser consustancial a la expresión artística actual, se irán viendo desarbolados y descubiertos por la sencilla vida cotidiana, o lo que es lo mismo: por la vida verdadera. Burla de toda esa… digámoslo: tontería que en muchos casos rodea al mundo de las Letras, los protagonistas de Vidas elevadas irán exponiendo ante el risueño lector todos sus tics de “gente literaria”.
He oído decir a Baquero en una entrevista que él mismo se incluye en la caricatura de Vidas elevadas, que muchos de las ridiculeces que pone al descubierto él mismo las ha practicado, a lo mejor inconscientemente, y seguramente las volverá a practicar. No observa el autor su cuadro desde una posición superior y mayestática, sino que busca tan solo registrar lo que ocurre a su alrededor, en medio del fregado, lo que él también aporta a toda esa feria de vanidades. Debido a ello, la risa que busca Baquero en el lector, y que doy fe que en numerosas ocasiones consigue, tiene mucho de catártica, de reírnos de nosotros mismos, de dejar a un lado nuestra solemnidad como medio último de ver el alcance de nuestros errores. Verlos claramente y —¿a quién le cabe duda?— volver a cometerlos.
Desde la solapa —¡al menos no se pierdan esto!— hasta la conclusión, pasando por el mismo argumento, donde el suceso principal y determinante de todo nunca acaba de describirse, todo en esta pequeña novela, Vidas elevadas tiene un sentido humorístico o, mejor dicho, bienhumorado. El lector, sin duda, acertará a identificar a varios de los protagonistas y muchos de los latiguillos de los que se hace mofa en el texto le sonarán bien cercanos y quién sabe si familiares. Pero detrás de todo ello no hay un dedo acusador, una voz tronante que denuncie y amenace con la excomunión; en su lugar, hay un escritor que ha aceptado el juego pero que sabe que está jugando. Y esta propuesta lúdica que se desprende de toda la novela, el divertimiento bien entendido —es decir, sin perder de vista la realidad—junto con la limpieza y calidad del estilo a que el autor nos tiene acostumbrados, es uno de los mejores activos de esta novela con la que Baquero vuelve para alegría de sus seguidores.
*Abel Posse (Sevilla, 1970) es licenciado en Filología y aficionado a la literatura. Como tal, ha sido finalista de diversos concursos locales de cuentos y microrrelatos y ha colaborado como reseñista en revistas culturales digitales, como Digitalone, Caleidoscopio, Literaturas.com, La vieja factoría y otras. Actualmente está ultimando la publicación de su primera novela, Memorial de envidias. Es autor asimismo de poemas y escritura creativa.
Abel Posse
firma invitada*
Después de un libro de relatos, como Diez cuentos mal contados, y de la curiosa y fresca miscelánea que constituyó A esto llevan los excesos, Miguel Baquero (Madrid, 1966) vuelve al terreno de la novela con Vidas elevadas, publicada por la reciente y prometedora editorial Talentura (antigua Policarbonados). En Vidas elevadas, su nueva novela, Baquero mantiene ese tono humorístico, ese registro de sorna, gamberro en muchas ocasiones, al que nos tiene acostumbrados y que en el fondo, tras todo el aparato de las sonrisas y en ocasiones (bastantes) de la risa franca y sonora, encierra una crítica, en forma de caricatura, contra nuestra actualidad.
En esta ocasión, el objeto de la sátira es el mundo de la literatura, o más en concreto el mundo de la poesía, personificado en tres protagonistas, poetas todos ellos de mayor o menor prestigio y en general escaso arte, que vienen a coincidir en el espacio de un pequeño pueblo. Lastrados todos ellos por la inevitable pose, la mentira, el truco que parece ser consustancial a la expresión artística actual, se irán viendo desarbolados y descubiertos por la sencilla vida cotidiana, o lo que es lo mismo: por la vida verdadera. Burla de toda esa… digámoslo: tontería que en muchos casos rodea al mundo de las Letras, los protagonistas de Vidas elevadas irán exponiendo ante el risueño lector todos sus tics de “gente literaria”.
He oído decir a Baquero en una entrevista que él mismo se incluye en la caricatura de Vidas elevadas, que muchos de las ridiculeces que pone al descubierto él mismo las ha practicado, a lo mejor inconscientemente, y seguramente las volverá a practicar. No observa el autor su cuadro desde una posición superior y mayestática, sino que busca tan solo registrar lo que ocurre a su alrededor, en medio del fregado, lo que él también aporta a toda esa feria de vanidades. Debido a ello, la risa que busca Baquero en el lector, y que doy fe que en numerosas ocasiones consigue, tiene mucho de catártica, de reírnos de nosotros mismos, de dejar a un lado nuestra solemnidad como medio último de ver el alcance de nuestros errores. Verlos claramente y —¿a quién le cabe duda?— volver a cometerlos.
Desde la solapa —¡al menos no se pierdan esto!— hasta la conclusión, pasando por el mismo argumento, donde el suceso principal y determinante de todo nunca acaba de describirse, todo en esta pequeña novela, Vidas elevadas tiene un sentido humorístico o, mejor dicho, bienhumorado. El lector, sin duda, acertará a identificar a varios de los protagonistas y muchos de los latiguillos de los que se hace mofa en el texto le sonarán bien cercanos y quién sabe si familiares. Pero detrás de todo ello no hay un dedo acusador, una voz tronante que denuncie y amenace con la excomunión; en su lugar, hay un escritor que ha aceptado el juego pero que sabe que está jugando. Y esta propuesta lúdica que se desprende de toda la novela, el divertimiento bien entendido —es decir, sin perder de vista la realidad—junto con la limpieza y calidad del estilo a que el autor nos tiene acostumbrados, es uno de los mejores activos de esta novela con la que Baquero vuelve para alegría de sus seguidores.
*Abel Posse (Sevilla, 1970) es licenciado en Filología y aficionado a la literatura. Como tal, ha sido finalista de diversos concursos locales de cuentos y microrrelatos y ha colaborado como reseñista en revistas culturales digitales, como Digitalone, Caleidoscopio, Literaturas.com, La vieja factoría y otras. Actualmente está ultimando la publicación de su primera novela, Memorial de envidias. Es autor asimismo de poemas y escritura creativa.
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