Prólogo: Arturo Pérez-Reverte. Olivares Libros Antiguos, Burgos, 2010. 262 pp. 12 €
José Gutiérrez Román
El 27 de noviembre de 1935 Antonio Ruiz Vilaplana toma posesión de su plaza como secretario judicial en Burgos. Un destino «tranquilo», lejos de «las luchas sociales y turbulencias» de Madrid. Unos meses más tarde se produce el alzamiento militar, y la pequeña ciudad conservadora, donde «no existía el menor vestigio de esa República que llevaba ya cuatro años en vigor», se convierte en uno de los bastiones del movimiento nacional y, poco después, en sede de su primer gobierno y “capital de la cruzada”. Ese hombre, que un primer momento acoge con esperanza la acción militar, decide huir después de presenciar en su condición de fedatario todos los desmanes cometidos por los abanderados del nuevo orden. Renuncia así a su cómoda posición económica y social y a sus aspiraciones de carrera, convencido de no poder seguir encubriendo tanta infamia. Es el 30 de junio de 1937, y Antonio Ruiz Vilaplana cruza la frontera francesa. La cosa podía haber quedado ahí, en un valiente acto de conciencia individual. Pero Vilaplana decide además dejar constancia, “dar fe” de todo lo que ha presenciado, y así escribe y publica en París este libro ese mismo año. Es una obra redactada cuando aún se está decidiendo el futuro de España en plena Guerra Civil, y sin embargo, muchas de las reflexiones de Vilaplana vislumbran lo que habría de venir, como si estuvieran escritas con muchos años de distancia. A esta clarividencia de Vilaplana hay que unir su estilo depurado y conciso a la hora de contar las terribles escenas de limpieza social, ejecuciones y abusos de todo tipo que pasean por sus páginas. Logra transmitirnos su sobrecogimiento ante la brutalidad, pero también la rabia contenida por no ser capaz de rebelarse ante lo que está viendo, ese sentimiento tan humano que se da cuando se unen el miedo y la vergüenza, y en el que cualquiera puede verse reflejado.
La primera parte del libro relata los días iniciales del alzamiento en Burgos, una de las ciudades donde se había gestado la conspiración meses atrás. El levantamiento no tiene ninguna oposición, y sin embargo, desde el primer día Vilaplana asiste a un desfile de atrocidades que no hay modo de explicar. Como afirma Arturo Pérez-Reverte en su prólogo: «Lo que cuenta Antonio Ruiz Vilaplana no tiene justificación histórica y social ninguna. Está en el extremo de la crueldad y la saña gratuitas sin otro móvil que el odio y la barbarie». La historia de las miserias de nuestra Guerra civil se ha contado muchas veces, pero pocas con esta precisión y con datos de primera mano. Doy fe es la historia contada con nombres y apellidos: la de las personas humildes que sufren la represión, la de los militares sin escrúpulos que actúan o dejan actuar a las milicias con total impunidad y la historia de los nombres propios como Franco y Mola, a los que el autor retrata en magníficas semblanzas no exentas de alguna nota de humor. Hay otros personajes destacados, como el joven y prometedor músico Antonio José, con el que Vilaplana tuvo amistad, y que también es pasado por las armas en ese afán del bando nacional por “matar la inteligencia”. No se trata de hacer una confrontación ideológica entre buenos y malos, entre quién hizo esto y quién hizo lo otro. El testimonio de Vilaplana es un documento de innegable valor por el desenmascaramiento de esa España negra y cainita que bebe de las fuentes más oscuras del ser humano. Y el reconocimiento de nuestro pasado, un pasado que tiene nombres, apellidos y fechas, y que no debería caer en el olvido.
Se cuentan tantas cosas y cosas tan importantes, que leyendo Doy fe uno tiene la sensación de que se podrían crear muchas obras de ficción tomando como base sus testimonios, o bien en la vida del propio Vilaplana. Eso mismo le debió ocurrir al poeta César Vallejo cuando, después de leer un ejemplar del libro en París, escribió el tercer poema de su libro España, aparta de mí este cáliz basándose en el relato que hace Vilaplana de un campesino asesinado al que encuentran entre su ropa una nota donde avisaba a sus compañeros del peligro que corrían.
La segunda parte del libro radiografía a los distintos estamentos de la España nacionalista; trata de arrojar luz sobre las causas del resentimiento de cierta clase militar hacia la sociedad civil de entonces o su dejación de la soberanía en manos de las tropas italianas y alemanas. También nos muestra al clero colaboracionista y su vergonzosa actuación incitando al odio y justificando crímenes. Pero siempre nos habla (y esta es una de las mayores virtudes de Vilaplana) desde una voz humana y poco dada a la vehemencia. Por todo ello es de agradecer que esta pequeña editorial de ámbito local se haya decidido a editar de nuevo un libro tan valioso (y que ya apenas se encontraba en librerías de viejo y a precios desorbitados), aunque lo justo habría sido que un sello más grande y con buena distribución fuera quien lo hubiera rescatado. Quienes deseen leerlo y no vivan o pasen por Burgos (ya que al parecer sólo se distribuye localmente) pueden hacerse con él a través de la página web de esta librería http://www.librerias-hsr.es
Doy fe es uno de esos pocos libros a los que me atrevería a poner el calificativo de imprescindible.
José Gutiérrez Román
El 27 de noviembre de 1935 Antonio Ruiz Vilaplana toma posesión de su plaza como secretario judicial en Burgos. Un destino «tranquilo», lejos de «las luchas sociales y turbulencias» de Madrid. Unos meses más tarde se produce el alzamiento militar, y la pequeña ciudad conservadora, donde «no existía el menor vestigio de esa República que llevaba ya cuatro años en vigor», se convierte en uno de los bastiones del movimiento nacional y, poco después, en sede de su primer gobierno y “capital de la cruzada”. Ese hombre, que un primer momento acoge con esperanza la acción militar, decide huir después de presenciar en su condición de fedatario todos los desmanes cometidos por los abanderados del nuevo orden. Renuncia así a su cómoda posición económica y social y a sus aspiraciones de carrera, convencido de no poder seguir encubriendo tanta infamia. Es el 30 de junio de 1937, y Antonio Ruiz Vilaplana cruza la frontera francesa. La cosa podía haber quedado ahí, en un valiente acto de conciencia individual. Pero Vilaplana decide además dejar constancia, “dar fe” de todo lo que ha presenciado, y así escribe y publica en París este libro ese mismo año. Es una obra redactada cuando aún se está decidiendo el futuro de España en plena Guerra Civil, y sin embargo, muchas de las reflexiones de Vilaplana vislumbran lo que habría de venir, como si estuvieran escritas con muchos años de distancia. A esta clarividencia de Vilaplana hay que unir su estilo depurado y conciso a la hora de contar las terribles escenas de limpieza social, ejecuciones y abusos de todo tipo que pasean por sus páginas. Logra transmitirnos su sobrecogimiento ante la brutalidad, pero también la rabia contenida por no ser capaz de rebelarse ante lo que está viendo, ese sentimiento tan humano que se da cuando se unen el miedo y la vergüenza, y en el que cualquiera puede verse reflejado.
La primera parte del libro relata los días iniciales del alzamiento en Burgos, una de las ciudades donde se había gestado la conspiración meses atrás. El levantamiento no tiene ninguna oposición, y sin embargo, desde el primer día Vilaplana asiste a un desfile de atrocidades que no hay modo de explicar. Como afirma Arturo Pérez-Reverte en su prólogo: «Lo que cuenta Antonio Ruiz Vilaplana no tiene justificación histórica y social ninguna. Está en el extremo de la crueldad y la saña gratuitas sin otro móvil que el odio y la barbarie». La historia de las miserias de nuestra Guerra civil se ha contado muchas veces, pero pocas con esta precisión y con datos de primera mano. Doy fe es la historia contada con nombres y apellidos: la de las personas humildes que sufren la represión, la de los militares sin escrúpulos que actúan o dejan actuar a las milicias con total impunidad y la historia de los nombres propios como Franco y Mola, a los que el autor retrata en magníficas semblanzas no exentas de alguna nota de humor. Hay otros personajes destacados, como el joven y prometedor músico Antonio José, con el que Vilaplana tuvo amistad, y que también es pasado por las armas en ese afán del bando nacional por “matar la inteligencia”. No se trata de hacer una confrontación ideológica entre buenos y malos, entre quién hizo esto y quién hizo lo otro. El testimonio de Vilaplana es un documento de innegable valor por el desenmascaramiento de esa España negra y cainita que bebe de las fuentes más oscuras del ser humano. Y el reconocimiento de nuestro pasado, un pasado que tiene nombres, apellidos y fechas, y que no debería caer en el olvido.
Se cuentan tantas cosas y cosas tan importantes, que leyendo Doy fe uno tiene la sensación de que se podrían crear muchas obras de ficción tomando como base sus testimonios, o bien en la vida del propio Vilaplana. Eso mismo le debió ocurrir al poeta César Vallejo cuando, después de leer un ejemplar del libro en París, escribió el tercer poema de su libro España, aparta de mí este cáliz basándose en el relato que hace Vilaplana de un campesino asesinado al que encuentran entre su ropa una nota donde avisaba a sus compañeros del peligro que corrían.
La segunda parte del libro radiografía a los distintos estamentos de la España nacionalista; trata de arrojar luz sobre las causas del resentimiento de cierta clase militar hacia la sociedad civil de entonces o su dejación de la soberanía en manos de las tropas italianas y alemanas. También nos muestra al clero colaboracionista y su vergonzosa actuación incitando al odio y justificando crímenes. Pero siempre nos habla (y esta es una de las mayores virtudes de Vilaplana) desde una voz humana y poco dada a la vehemencia. Por todo ello es de agradecer que esta pequeña editorial de ámbito local se haya decidido a editar de nuevo un libro tan valioso (y que ya apenas se encontraba en librerías de viejo y a precios desorbitados), aunque lo justo habría sido que un sello más grande y con buena distribución fuera quien lo hubiera rescatado. Quienes deseen leerlo y no vivan o pasen por Burgos (ya que al parecer sólo se distribuye localmente) pueden hacerse con él a través de la página web de esta librería http://www.librerias-hsr.es
Doy fe es uno de esos pocos libros a los que me atrevería a poner el calificativo de imprescindible.
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