Trad. Cruz Rodríguez Juiz. Mondadori, Barcelona, 2010. 410 pp. 24,90 €
Julián Díez
«Quiero que todo el mundo presencie mi juventud», explica Dave Eggers en una falsa entrevista para ingresar en un reality show que ocupa unas cuantas páginas en el medio de esta novela. Falsa no porque la entrevista no se hiciera, sino porque como de costumbre en este libro, se mezcla realidad y ficción. En concreto, Eggers aprovecha esa excusa para contarnos un montón de cosas que no ha sido capaz de hilar en el relato autobiográfico. Por ejemplo, lo que tal vez sea su principal núcleo ideológico, y el de buena parte de la generación actual más creativa: «Nací en una ciudad y en una familia y la ciudad y la familia me ocurrieron a mí. No me pertenecen. Son de todos. Es software compartido. (...) ¿A qué viene lo del exhibicionismo? Es un término ridículo. Alguien quiere celebrar que existe y tú lo llamas exhibicionismo. Es mezquino. Si no quieres que nadie sepa que existes, para el caso, mátate».
Así pues, Una historia conmovedora, asombrosa y genial es la historia del joven Eggers, que tras la muerte sucesiva de sus dos padres debido al cáncer, se muda con su hermano de diez años, Toph, a California, al mítico Berkeley universitario, progresista, y creativo. Aunque parte de los hechos han sido alterados, en esencia la historia es real y expuesta de manera detallada, impúdica, facebookiana: seremos informados de la regularidad en las masturbaciones de Eggers, sus ligues exitosos y fallidos, su cariño por su hermano y la forma en que lidió emocionalmente con el fallecimiento de sus padres.
Lo que hace de este un libro especial, más allá de esa impudicia que, personalmente, me resulta por momentos incómoda y superflua, es el entusiasmo vertiginoso con el que está escrito y vivido. Efectivamente, es una celebración de la juventud, de la energía y las ganas de vivir, en un contexto difícil, en términos que tal vez resulten ejemplares para el pesimismo que nos rodea. En particular, gracias a que está escrito de una manera que sólo puede calificarse como desbordante. Eggers ignora cualquier tipo de barrera narrativa y creativa con un prólogo enorme, digresiones continuas, y cualquier experimento que se le ocurra siempre que le sirva para su propósito: narrar su historia de la forma más amena, precisa y empática posible.
Esta suerte de Gran Gatsby suburbial y grunge ha terminado por convertirse en un clásico contemporáneo: fue elegido recientemente por The Times como el duodécimo libro más importante de la década, codeándose con Sebald, McEwan o Atwood. Sin embargo, no había sido publicado hasta este año en castellano, mientras las restantes obras de Eggers eran traducidas puntualmente. Realmente vale la pena: el que el momento que retrata tal vez fuera una época ilusoria o que sus ideas de fondo quizá se quedarán viejas pasado mañana —o tal vez fue anteayer» no empaña que se trata de verdadera literatura, de un testimonio de época que seguramente perdure.
Julián Díez
«Quiero que todo el mundo presencie mi juventud», explica Dave Eggers en una falsa entrevista para ingresar en un reality show que ocupa unas cuantas páginas en el medio de esta novela. Falsa no porque la entrevista no se hiciera, sino porque como de costumbre en este libro, se mezcla realidad y ficción. En concreto, Eggers aprovecha esa excusa para contarnos un montón de cosas que no ha sido capaz de hilar en el relato autobiográfico. Por ejemplo, lo que tal vez sea su principal núcleo ideológico, y el de buena parte de la generación actual más creativa: «Nací en una ciudad y en una familia y la ciudad y la familia me ocurrieron a mí. No me pertenecen. Son de todos. Es software compartido. (...) ¿A qué viene lo del exhibicionismo? Es un término ridículo. Alguien quiere celebrar que existe y tú lo llamas exhibicionismo. Es mezquino. Si no quieres que nadie sepa que existes, para el caso, mátate».
Así pues, Una historia conmovedora, asombrosa y genial es la historia del joven Eggers, que tras la muerte sucesiva de sus dos padres debido al cáncer, se muda con su hermano de diez años, Toph, a California, al mítico Berkeley universitario, progresista, y creativo. Aunque parte de los hechos han sido alterados, en esencia la historia es real y expuesta de manera detallada, impúdica, facebookiana: seremos informados de la regularidad en las masturbaciones de Eggers, sus ligues exitosos y fallidos, su cariño por su hermano y la forma en que lidió emocionalmente con el fallecimiento de sus padres.
Lo que hace de este un libro especial, más allá de esa impudicia que, personalmente, me resulta por momentos incómoda y superflua, es el entusiasmo vertiginoso con el que está escrito y vivido. Efectivamente, es una celebración de la juventud, de la energía y las ganas de vivir, en un contexto difícil, en términos que tal vez resulten ejemplares para el pesimismo que nos rodea. En particular, gracias a que está escrito de una manera que sólo puede calificarse como desbordante. Eggers ignora cualquier tipo de barrera narrativa y creativa con un prólogo enorme, digresiones continuas, y cualquier experimento que se le ocurra siempre que le sirva para su propósito: narrar su historia de la forma más amena, precisa y empática posible.
Esta suerte de Gran Gatsby suburbial y grunge ha terminado por convertirse en un clásico contemporáneo: fue elegido recientemente por The Times como el duodécimo libro más importante de la década, codeándose con Sebald, McEwan o Atwood. Sin embargo, no había sido publicado hasta este año en castellano, mientras las restantes obras de Eggers eran traducidas puntualmente. Realmente vale la pena: el que el momento que retrata tal vez fuera una época ilusoria o que sus ideas de fondo quizá se quedarán viejas pasado mañana —o tal vez fue anteayer» no empaña que se trata de verdadera literatura, de un testimonio de época que seguramente perdure.
1 comentario:
Perdón, pero hay un pequeño error: este libro sí se había publicado anteriormente en castellano. Lo hizo Planeta.
Gracias.
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