Salto de Página, Madrid, 2010. 416 pp. 22 €
David Vicente
Conviene, creo, antes de abordar la crítica de este libro, aclarar dos cosas. Primera, desconfío por norma de las antologías, al igual que desconfío de los recopilatorios de música por Navidad. Casi siempre responden más a intereses comerciales que a proporcionar a los lectores literatura de calidad. Segunda, nunca he sido un fanático del género de terror. No digamos ya un entendido.
Con estas dos confesiones por delante y deshabilitado, probablemente, para afrontar con rigor esta reseña, podemos continuar.
Si bien nunca he sido, como decía, un apasionado de este género, considero que tanto éste, como cualquier otro, en ningún caso son literatura de segunda fila. Es más, creo que la mayor parte de las grandes obras de la literatura universal se encuentran, de uno u otro modo, adscritas a muchos de los llamados géneros populares.
El de terror cuenta además con una ventaja sobre el resto: nunca pasa de moda. También con un inconveniente: nunca pasa de moda. Por el lado de lo comercial, sabe que siempre encontrará un público fiel. Por el contrario, del lado del creador (en este caso el escritor), es difícil reinventar y ofrecer algo nuevo dentro de un campo tan trillado a lo largo de los siglos (no olvidemos que los primeros cuentos orales alrededor de un fuego ya utilizaban el espanto como principal reclamo).
Sin embargo, Antonio Rómar y Pablo Mazo nos garantizan en el prólogo que presenta la antología que lo que encontraremos dentro de sus páginas será el mismo terror de siempre, pero renovado por completo. “Sin duda una estrategia de venta”. “Un prólogo más que pasa la mano por el lomo del autor (autores, en este caso)”… No sabía hasta que punto estaba equivocado.
Aquelarre es una exquisita selección de cuentos de terror de autores españoles en su mayoría publicados anteriormente en otras tantas antologías o libros particulares, apenas 7 de los 24 son inéditos (lo que desde luego no le resta ni un ápice de mérito a los editores). También, como nos habían prometido Antonio y Pablo, es una selección de cuentos que “indaga en lo terrorífico apoyándose en la tradición, pero con una mirada que presenta a los lectores de hoy algo más que una simple revisión de los tópicos del género”.
En sus páginas podemos encontrar guiños a muchos de sus practicantes más ilustres, como Poe (Gatomaquia), Stephen King (La mancha) o H.P. Lovecraft (La luz encendida). También los clásicos fantasmas (Carroñeros del miedo o Circulo Polar Ártico), vampiros (Caries o Nox Una) o zombies (Mascarilla), y, por supuesto, todo tipo de terror psicológico al más puro estilo Hitchcok (Instantáneas o El ángulo del horror)… Siempre desde el personalísimo punto de vista de cada uno de los autores que componen esta antología y envueltos dentro de unas claves que proporcionan una vuelta de tuerca, esta vez de verdad, a lo que ya todos conocíamos.
Pero sobre todo lo que podemos encontrar en Aquelarre es una exquisita selección de relatos, más allá del género al que pertenezcan.
Es difícil que dentro de un conjunto de cuentos, con independencia de si pertenece a un solo autor o a varios, no haya ni una sola falla. Casi imposible. Éste es el caso. En Aquelarre el lector sólo encontrará tres tipos de relatos: los buenos, los muy buenos y los excelentes. Simplemente Los arácnidos de Félix J. Palma o Medusas de Ismael Martínez Biurrun serían suficientes para justificar la compra de este libro sin más argumentos, por poner dos ejemplos más que notables. Impagable, sin destrozar nada al lector, la relación entre esa abuela/araña y su avaricioso nieto; o la tensión contenida (y posteriormente desbocada) entre el viejo pescador de medusas y el joven matrimonio anclado en la rutina. Por no hablar del cuento de Norberto Luis Romero, El banquete del señorito, a caballo entre la mofa y lo grotesco, pero inquietante como pocos. Y aquí paro, prefiero que descubran ustedes lo que se encontrarán dentro.
En definitiva, un libro redondo y, créanme, no se encuentran muchos en los estantes de las librerías, que reivindica el terror, el cuento, y sobre todo la buena literatura.
Volviendo al comienzo, creo recordar que empezaba este artículo mostrando mi desconfianza hacia las antologías y mi falta de pasión por el género de terror. Se me olvidó decir que eso era antes de haber leído Aquelarre. Después de su lectura, mi desconfianza ha decrecido y, si no un fan, el terror ha ganado un adepto.
Y desde luego, como antes, sigo empeñado en creer que muchas de las grandes obras de la literatura se encuentran adscritas en los géneros más populares. Aquelarre es una prueba de ello. Así que, a asustarse toca.
David Vicente
Conviene, creo, antes de abordar la crítica de este libro, aclarar dos cosas. Primera, desconfío por norma de las antologías, al igual que desconfío de los recopilatorios de música por Navidad. Casi siempre responden más a intereses comerciales que a proporcionar a los lectores literatura de calidad. Segunda, nunca he sido un fanático del género de terror. No digamos ya un entendido.
Con estas dos confesiones por delante y deshabilitado, probablemente, para afrontar con rigor esta reseña, podemos continuar.
Si bien nunca he sido, como decía, un apasionado de este género, considero que tanto éste, como cualquier otro, en ningún caso son literatura de segunda fila. Es más, creo que la mayor parte de las grandes obras de la literatura universal se encuentran, de uno u otro modo, adscritas a muchos de los llamados géneros populares.
El de terror cuenta además con una ventaja sobre el resto: nunca pasa de moda. También con un inconveniente: nunca pasa de moda. Por el lado de lo comercial, sabe que siempre encontrará un público fiel. Por el contrario, del lado del creador (en este caso el escritor), es difícil reinventar y ofrecer algo nuevo dentro de un campo tan trillado a lo largo de los siglos (no olvidemos que los primeros cuentos orales alrededor de un fuego ya utilizaban el espanto como principal reclamo).
Sin embargo, Antonio Rómar y Pablo Mazo nos garantizan en el prólogo que presenta la antología que lo que encontraremos dentro de sus páginas será el mismo terror de siempre, pero renovado por completo. “Sin duda una estrategia de venta”. “Un prólogo más que pasa la mano por el lomo del autor (autores, en este caso)”… No sabía hasta que punto estaba equivocado.
Aquelarre es una exquisita selección de cuentos de terror de autores españoles en su mayoría publicados anteriormente en otras tantas antologías o libros particulares, apenas 7 de los 24 son inéditos (lo que desde luego no le resta ni un ápice de mérito a los editores). También, como nos habían prometido Antonio y Pablo, es una selección de cuentos que “indaga en lo terrorífico apoyándose en la tradición, pero con una mirada que presenta a los lectores de hoy algo más que una simple revisión de los tópicos del género”.
En sus páginas podemos encontrar guiños a muchos de sus practicantes más ilustres, como Poe (Gatomaquia), Stephen King (La mancha) o H.P. Lovecraft (La luz encendida). También los clásicos fantasmas (Carroñeros del miedo o Circulo Polar Ártico), vampiros (Caries o Nox Una) o zombies (Mascarilla), y, por supuesto, todo tipo de terror psicológico al más puro estilo Hitchcok (Instantáneas o El ángulo del horror)… Siempre desde el personalísimo punto de vista de cada uno de los autores que componen esta antología y envueltos dentro de unas claves que proporcionan una vuelta de tuerca, esta vez de verdad, a lo que ya todos conocíamos.
Pero sobre todo lo que podemos encontrar en Aquelarre es una exquisita selección de relatos, más allá del género al que pertenezcan.
Es difícil que dentro de un conjunto de cuentos, con independencia de si pertenece a un solo autor o a varios, no haya ni una sola falla. Casi imposible. Éste es el caso. En Aquelarre el lector sólo encontrará tres tipos de relatos: los buenos, los muy buenos y los excelentes. Simplemente Los arácnidos de Félix J. Palma o Medusas de Ismael Martínez Biurrun serían suficientes para justificar la compra de este libro sin más argumentos, por poner dos ejemplos más que notables. Impagable, sin destrozar nada al lector, la relación entre esa abuela/araña y su avaricioso nieto; o la tensión contenida (y posteriormente desbocada) entre el viejo pescador de medusas y el joven matrimonio anclado en la rutina. Por no hablar del cuento de Norberto Luis Romero, El banquete del señorito, a caballo entre la mofa y lo grotesco, pero inquietante como pocos. Y aquí paro, prefiero que descubran ustedes lo que se encontrarán dentro.
En definitiva, un libro redondo y, créanme, no se encuentran muchos en los estantes de las librerías, que reivindica el terror, el cuento, y sobre todo la buena literatura.
Volviendo al comienzo, creo recordar que empezaba este artículo mostrando mi desconfianza hacia las antologías y mi falta de pasión por el género de terror. Se me olvidó decir que eso era antes de haber leído Aquelarre. Después de su lectura, mi desconfianza ha decrecido y, si no un fan, el terror ha ganado un adepto.
Y desde luego, como antes, sigo empeñado en creer que muchas de las grandes obras de la literatura se encuentran adscritas en los géneros más populares. Aquelarre es una prueba de ello. Así que, a asustarse toca.
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