jueves, diciembre 23, 2010

99 fábulas fantásticas, Ambrose Bierce, ilustradas por Carlos Nine

Libros del Zorro Rojo, Barcelona, 2010. 95 pp. 18,90 €

Ignacio Sanz

Desconcertante escritor el norteamericano Bierce, ligado a la literatura del horror y que posiblemente muriera fusilado en México, donde se perdió su rastro en plena revolución. Una muerte que de algún modo anhelaba, porque tras una vida llena de ajetreos y enfrentamientos con la sociedad bienpensante de la época, lo último que quería era morir entre sábanas. La novela Gringo viejo de Carlos Fuentes, llevada luego al cine toma como punto de partida a Bierce, cuya muerte difusa ha dado lugar a todo tipo de leyendas y especulaciones.
Se dice que tenía una pluma envenenada y que era cínico hasta el agotamiento. De modo que creció rodeado de muchos enemigos. Sus obras no han dejado de publicarse de modo que junto a Poe o Melville, es uno de esos escritores norteamericanos de referencia de finales del XIX y principios del XX.
La fábula es un género que se aviene bien con este tipo de escritores porque produce cierto distanciamiento con aquello que se quiere denunciar. Su carácter didáctico las convierte en un género aparentemente menor. Pero siempre ha habido fabulistas. Partiendo de Esopo, el griego primigenio que tantos continuadores tuvo hasta llegar a nuestros días a través del gran Augusto Monterroso. Otro agudo inteligente.
Las fábulas de Bierce nos recuerdan a las que hemos leído o nos han contado tantas veces. La zorra y las uvas, El perro y el cocodrilo taimado, La serpiente y el hijo del campesino. Tantas y tantas. A veces son recreaciones de las antiguas, es decir que están escritas siguiendo la estela de aquellas. Pero hay en ellas una mordacidad que nos acerca más a la sensibilidad de nuestro tiempo. No podía ser de otro modo.
Traigamos, a modo de ejemplo, una de las 99 que contiene este libro, una de las más breves, la que hace el número 26, titulada: El Consejo del Correccional. «Sospechosos de designar maestras a cambio de indecorosas recompensas, los miembros del Consejo del Correccional de Doosnoswair fueron reemplazados por un Consejo totalmente compuesto por mujeres. En poco años terminó el escándalo: no quedó ni una sola maestra en el departamento.»
Casi siempre resultan corrosivas. Estilísticamente no se pierden en florituras. Van derechas a donde quieren llegar. Y resultan desconcertantes por su crueldad. Pero ya hemos dicho que a Bierce se le relaciona con el horror.
La edición, muy cuidada, lleva unas ilustraciones de Carlos Nine en la que no faltan elementos oníricos.
En suma, este libro resulta entretenido y nos permite acercarnos a uno de los clásicos de la literatura norteamericana cuya estela sigue viva un siglo después de que nos abandonara para siempre su inquietante autor.

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