Isla del náufrago, Segovia, 2010. 210 pp. 13 €
Ignacio Sanz
Se trata de la primera novela de Andrés Portillo, nacido en Madrid en 1967. También es la primera novela que publica esta pequeña editorial cibernética que es Isla del náufrago. La leí de un tirón. Al final, casi luchando contra el sueño. Es que no podía parar. De esas veces en las que uno se siente atrapado por la trama que te empuja a seguir.
El título es muy revelador. El hombre que cuenta su propia historia no está dotado de ninguna gracia especial, más bien al contrario, es uno de esos individuos que se hacen transparentes, en los que nadie repara, carente de carisma, un individuo que por momentos podría parecer estulto. No tiene un alto concepto de sí mismo. Su vida tampoco es que haya estado salpicada de grandes acontecimientos. La grisura se ha adueñado de él, pegado a una madre que quedó viuda recién casada; atrás quedó la figura de un padre que se suicidó antes de que el hijo naciera. Todo ello le arrastra a una vida monótona, ramplona en la que no ha habido ningún acontecimiento digno de tal nombre.
Pero, de pronto, y ahí es donde arranca la novela escrita en primera persona: «Por aquel entonces yo era un hombre gris y sin gracia. Sin embargo, inesperadamente, la chica más guapa del baile se fijó en mí». Esa chica se llama Paula y es la protagonista de la historia junto con Camilo, el narrador.
A partir de este primer párrafo el lector asiste con asombro a una historia que resulta chocante al principio, pero verosímil, porque la vida se ha encargado de aleccionarnos al respecto, una historia contada con nervio, que avanza poco a poco ante el estupor del lector que se siente cautivo de esa relación que ha comenzado en el baile entre el narrador, un hombre de cuarenta años y la muchacha espléndida y cautivadora de veintitrés. Las escenas de sexo salpican las páginas y la historia se va enredando con la presencia de personajes secundarios perfectamente dibujados, desde el ex novio de Paula, un tipo marginal y violento enganchando a las drogas, hasta Sara, su compañera de trabajo en una tienda de ropa de la calle Goya.
Posiblemente la eficacia del estilo resulte decisiva. Y digo eficacia, que no brillantez. Abundan las frases cortas, casi eléctricas, así como los cambios de escenario y los diálogos especialmente convincentes cuando llegan las discusiones y los desencuentros violentos. Por supuesto que no voy a contar la trama y mucho menos el desenlace, pero el lector piensa que esta historia de arrebato y pasiones entre dos personajes tan dispares contiene el guión de una película.
Todo un descubrimiento Andrés Portillo que hasta ahora, por lo que dice la pestaña, sólo había publicado un libro de cuentos y al que, tras esta entrada triunfal en la novela, deseamos mucho éxito en sus futuras entregas.
Ignacio Sanz
Se trata de la primera novela de Andrés Portillo, nacido en Madrid en 1967. También es la primera novela que publica esta pequeña editorial cibernética que es Isla del náufrago. La leí de un tirón. Al final, casi luchando contra el sueño. Es que no podía parar. De esas veces en las que uno se siente atrapado por la trama que te empuja a seguir.
El título es muy revelador. El hombre que cuenta su propia historia no está dotado de ninguna gracia especial, más bien al contrario, es uno de esos individuos que se hacen transparentes, en los que nadie repara, carente de carisma, un individuo que por momentos podría parecer estulto. No tiene un alto concepto de sí mismo. Su vida tampoco es que haya estado salpicada de grandes acontecimientos. La grisura se ha adueñado de él, pegado a una madre que quedó viuda recién casada; atrás quedó la figura de un padre que se suicidó antes de que el hijo naciera. Todo ello le arrastra a una vida monótona, ramplona en la que no ha habido ningún acontecimiento digno de tal nombre.
Pero, de pronto, y ahí es donde arranca la novela escrita en primera persona: «Por aquel entonces yo era un hombre gris y sin gracia. Sin embargo, inesperadamente, la chica más guapa del baile se fijó en mí». Esa chica se llama Paula y es la protagonista de la historia junto con Camilo, el narrador.
A partir de este primer párrafo el lector asiste con asombro a una historia que resulta chocante al principio, pero verosímil, porque la vida se ha encargado de aleccionarnos al respecto, una historia contada con nervio, que avanza poco a poco ante el estupor del lector que se siente cautivo de esa relación que ha comenzado en el baile entre el narrador, un hombre de cuarenta años y la muchacha espléndida y cautivadora de veintitrés. Las escenas de sexo salpican las páginas y la historia se va enredando con la presencia de personajes secundarios perfectamente dibujados, desde el ex novio de Paula, un tipo marginal y violento enganchando a las drogas, hasta Sara, su compañera de trabajo en una tienda de ropa de la calle Goya.
Posiblemente la eficacia del estilo resulte decisiva. Y digo eficacia, que no brillantez. Abundan las frases cortas, casi eléctricas, así como los cambios de escenario y los diálogos especialmente convincentes cuando llegan las discusiones y los desencuentros violentos. Por supuesto que no voy a contar la trama y mucho menos el desenlace, pero el lector piensa que esta historia de arrebato y pasiones entre dos personajes tan dispares contiene el guión de una película.
Todo un descubrimiento Andrés Portillo que hasta ahora, por lo que dice la pestaña, sólo había publicado un libro de cuentos y al que, tras esta entrada triunfal en la novela, deseamos mucho éxito en sus futuras entregas.
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