Salto de Página, Madrid, 2010. 249 pp. 19,50 €
José Gutiérrez Román
Precisión. Esa es la palabra que mejor define esta colección de cuentos. La precisión entendida como «concisión y exactitud rigurosa en el lenguaje, estilo, etc.» (donde Jon Bilbao demuestra ser un maestro), pero también la precisión que aparece en otra de sus acepciones, esto es, la «obligación o necesidad indispensable que fuerza y precisa a ejecutar algo». Porque es esa “obligación” interior (a veces misteriosa y a veces nacida de lo trivial) la que empuja a los personajes de estos relatos a visitar sus abismos particulares. Por ejemplo, el descubrimiento de unos vecinos leyendo la biblia conduce a los protagonistas del primer cuento a una espiral de espionaje que acabará por retratarles también a ellos. En “Una victoria parcial”, una pareja regresa a una playa solitaria donde cinco años antes fueron dichosos; el reencuentro con aquel paisaje, donde ahora hallan una ballena muerta, les incita a descifrar sus dilemas. El protagonista de este cuento confiesa que es «una persona que concede importancia a las señales», y quizá esta sea otra de las constantes del libro: la presencia de elementos simbólicos que provocan, de un modo u otro, que los personajes se revuelvan en su interior. Así, en el relato que da título al libro, el paso de un cometa deja, misteriosamente, algunas zonas sin suministro de luz, lo cual servirá para mostrar los aspectos más oscuros de sus habitantes.
Mención aparte merecen los dos relatos más sobresalientes del conjunto: “Soy dueño de este perro” y “Un padre, un hijo”. El primero narra una historia desasosegante, donde el dueño de un perro tendrá que enfrentarse con sus dudas sobre el posible instinto criminal de su mascota. “Un padre, un hijo”, por su parte, presenta el incómodo viaje que padre e hijo emprenden a la tumba de su mujer y madre respectivamente, muerta muchos años antes. El cuento está rematado con un final excepcional, de los que no se olvidan. Jon Bilbao demuestra que no sólo domina la técnica narrativa, sino que además sabe desentrañar como pocos los entresijos de las relaciones personales de pareja, familiares o entre vecinos.
Quienes ya hayan leído su anterior libro de cuentos (Como una historia de terror), o quienes piensen hacerlo, encontrarán cierta continuidad en los textos de ambos libros, lo cual, a mi entender, es una virtud. Podemos decir que en los cuentos de Jon Bilbao existe una unidad paisajística que abunda en los bosques, los escenarios costeros o la presencia de animales (casi siempre como preludio de algún acontecimiento perturbador). También nos encontramos con parecidos individuos aislados, o con pequeños incidentes cotidianos que desvelan los confusos mundos internos y externos de las personas. Los cuentos de ambos volúmenes podrían intercambiarse unos con otros y el resultado sería igual de bueno. Bajo el influjo del comenta no hace sino ahondar con acierto en ese inquietante territorio literario de lo desconocido dentro de nosotros. Pocos libros son capaces de diseccionar la compleja simplicidad del ser humano con la precisión con que lo hacen estos ocho relatos. Precisión, esa es la palabra. Por ello, leer a Jon Bilbao es uno de los mejores regalos que cualquier lector puede hacerse hoy en día.
José Gutiérrez Román
Precisión. Esa es la palabra que mejor define esta colección de cuentos. La precisión entendida como «concisión y exactitud rigurosa en el lenguaje, estilo, etc.» (donde Jon Bilbao demuestra ser un maestro), pero también la precisión que aparece en otra de sus acepciones, esto es, la «obligación o necesidad indispensable que fuerza y precisa a ejecutar algo». Porque es esa “obligación” interior (a veces misteriosa y a veces nacida de lo trivial) la que empuja a los personajes de estos relatos a visitar sus abismos particulares. Por ejemplo, el descubrimiento de unos vecinos leyendo la biblia conduce a los protagonistas del primer cuento a una espiral de espionaje que acabará por retratarles también a ellos. En “Una victoria parcial”, una pareja regresa a una playa solitaria donde cinco años antes fueron dichosos; el reencuentro con aquel paisaje, donde ahora hallan una ballena muerta, les incita a descifrar sus dilemas. El protagonista de este cuento confiesa que es «una persona que concede importancia a las señales», y quizá esta sea otra de las constantes del libro: la presencia de elementos simbólicos que provocan, de un modo u otro, que los personajes se revuelvan en su interior. Así, en el relato que da título al libro, el paso de un cometa deja, misteriosamente, algunas zonas sin suministro de luz, lo cual servirá para mostrar los aspectos más oscuros de sus habitantes.
Mención aparte merecen los dos relatos más sobresalientes del conjunto: “Soy dueño de este perro” y “Un padre, un hijo”. El primero narra una historia desasosegante, donde el dueño de un perro tendrá que enfrentarse con sus dudas sobre el posible instinto criminal de su mascota. “Un padre, un hijo”, por su parte, presenta el incómodo viaje que padre e hijo emprenden a la tumba de su mujer y madre respectivamente, muerta muchos años antes. El cuento está rematado con un final excepcional, de los que no se olvidan. Jon Bilbao demuestra que no sólo domina la técnica narrativa, sino que además sabe desentrañar como pocos los entresijos de las relaciones personales de pareja, familiares o entre vecinos.
Quienes ya hayan leído su anterior libro de cuentos (Como una historia de terror), o quienes piensen hacerlo, encontrarán cierta continuidad en los textos de ambos libros, lo cual, a mi entender, es una virtud. Podemos decir que en los cuentos de Jon Bilbao existe una unidad paisajística que abunda en los bosques, los escenarios costeros o la presencia de animales (casi siempre como preludio de algún acontecimiento perturbador). También nos encontramos con parecidos individuos aislados, o con pequeños incidentes cotidianos que desvelan los confusos mundos internos y externos de las personas. Los cuentos de ambos volúmenes podrían intercambiarse unos con otros y el resultado sería igual de bueno. Bajo el influjo del comenta no hace sino ahondar con acierto en ese inquietante territorio literario de lo desconocido dentro de nosotros. Pocos libros son capaces de diseccionar la compleja simplicidad del ser humano con la precisión con que lo hacen estos ocho relatos. Precisión, esa es la palabra. Por ello, leer a Jon Bilbao es uno de los mejores regalos que cualquier lector puede hacerse hoy en día.
4 comentarios:
Precisamente estoy leyendo este libro y me ha sorprendido agradablemente por su calidad, aunque hay algún relato que flojea.
A mí me parece una colección soberbia, salvo quizá por le último relato.
Mi favorito es el relato del perro. Impresionante.
Lo acabo de leer; es magnífico, enhorabuena al autor por su sosiego y por saber llevar al lector tan lejos (sin cansarse).
Ha sido uno de mis libros del verano, y lo recomiendo , así como al autor, y lo que él genere.
También en Agosto le escuché en una conversación de sobremesa en Radio Nacional , y hay que tenerlo en cuenta, además de disfrutar con él !!!
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