Ed. Viviana Paletta. Veintisieteletras, Madrid, 2010. 648 pp. 21,50 €
José Luis Gómez Toré
No soy dado a este tipo de expresiones, pero me atrevería a decir que la publicación de los cuentos completos del argentino Rodolfo Walsh (nacido en 1926 y desaparecido en 1977 durante la cruel dictadura que sufrió su país) es lo que se suele llamar, en tono hiperbólico, un acontecimiento editorial. Sin embargo, aquí la hipérbole está de más, porque relatos como “Fotos”, “Esa mujer”, “Nota al pie” o “Un oscuro día de justicia” son auténticas obras maestras que sitúan a Walsh no sólo entre los primeros cuentistas argentinos (lo que ya son palabras mayores, al referirnos a la tierra de Borges y de Cortázar), sino más aún, como uno de los maestros del cuento en español, sin que sea necesario acotar el campo de una nacionalidad concreta (si bien la escritura de Walsh, al tiempo que trasciende los límites siempre discutibles de lo que suele llamarse una literatura nacional, está vinculada de manera notable a la realidad de su país). Ni los relatos primerizos aquí recogidos ni los textos que integran su primer volumen de relatos, Variaciones en rojo (1953), demasiado apegados a las convenciones del género policíaco, hacían presagiar el inmenso escritor que había en Walsh. Las dos versiones de “Las tres noches de Isaías Bloom”, que con gran acierto Viviana Paletta ha decidido editar conjuntamente, dan fe del aprendizaje que se impuso el propio escritor y de su alto nivel de autoexigencia. Precisamente, la segunda versión del relato, en comparación con la primera, nos permite observar cómo Walsh acabará dominando asombrosamente el arte de la elipsis, cuyo manejo distingue a los maestros del género de los simples aprendices.
Si los primeros textos policíacos, como he señalado, no están a la altura de libros posteriores como Los oficios terrestres (1965) o Un kilo de oro (1967), sin embargo, nos permiten atisbar algunas de las obsesiones de Walsh como son la violencia o la interrelación entre escritura y vida (no es casual que el detective aficionado que protagoniza todos los relatos trabaje como corrector de pruebas en una editorial). La violencia es menos objeto de fascinación en Walsh que síntoma a través del cual manifiesta su aguda percepción del momento histórico. La indudable conciencia política que impregna la mirada walshiana no deriva nunca hacia el panfleto, ya que su narrativa muestra como rasgos sobresalientes el concienzudo trabajo lingüístico y el rigor extremo en la composición del relato. Pero esa no es la única razón por la que lo político enriquece, en vez de actuar en desmedro del valor artístico: ello se debe especialmente a que sus personajes son criaturas complejas, cuya identidad no es ajena a su posición social ni a las relaciones de poder que se establecen tanto en la micropolítica de lo cotidiano (así, en el internado de “Irlandeses detrás de un gato” y “Un oscuro día de justicia”) como en el juego de las grandes fuerzas que agitan el país. Como las instantáneas que estructuran su magistral “Fotos” los relatos de Walsh constituyen calas en el paisaje humano, breves incursiones en el complejo mundo de las relaciones humanas cuyo botín es un perturbador tesoro literario, lleno de inteligencia y de belleza.
José Luis Gómez Toré
No soy dado a este tipo de expresiones, pero me atrevería a decir que la publicación de los cuentos completos del argentino Rodolfo Walsh (nacido en 1926 y desaparecido en 1977 durante la cruel dictadura que sufrió su país) es lo que se suele llamar, en tono hiperbólico, un acontecimiento editorial. Sin embargo, aquí la hipérbole está de más, porque relatos como “Fotos”, “Esa mujer”, “Nota al pie” o “Un oscuro día de justicia” son auténticas obras maestras que sitúan a Walsh no sólo entre los primeros cuentistas argentinos (lo que ya son palabras mayores, al referirnos a la tierra de Borges y de Cortázar), sino más aún, como uno de los maestros del cuento en español, sin que sea necesario acotar el campo de una nacionalidad concreta (si bien la escritura de Walsh, al tiempo que trasciende los límites siempre discutibles de lo que suele llamarse una literatura nacional, está vinculada de manera notable a la realidad de su país). Ni los relatos primerizos aquí recogidos ni los textos que integran su primer volumen de relatos, Variaciones en rojo (1953), demasiado apegados a las convenciones del género policíaco, hacían presagiar el inmenso escritor que había en Walsh. Las dos versiones de “Las tres noches de Isaías Bloom”, que con gran acierto Viviana Paletta ha decidido editar conjuntamente, dan fe del aprendizaje que se impuso el propio escritor y de su alto nivel de autoexigencia. Precisamente, la segunda versión del relato, en comparación con la primera, nos permite observar cómo Walsh acabará dominando asombrosamente el arte de la elipsis, cuyo manejo distingue a los maestros del género de los simples aprendices.
Si los primeros textos policíacos, como he señalado, no están a la altura de libros posteriores como Los oficios terrestres (1965) o Un kilo de oro (1967), sin embargo, nos permiten atisbar algunas de las obsesiones de Walsh como son la violencia o la interrelación entre escritura y vida (no es casual que el detective aficionado que protagoniza todos los relatos trabaje como corrector de pruebas en una editorial). La violencia es menos objeto de fascinación en Walsh que síntoma a través del cual manifiesta su aguda percepción del momento histórico. La indudable conciencia política que impregna la mirada walshiana no deriva nunca hacia el panfleto, ya que su narrativa muestra como rasgos sobresalientes el concienzudo trabajo lingüístico y el rigor extremo en la composición del relato. Pero esa no es la única razón por la que lo político enriquece, en vez de actuar en desmedro del valor artístico: ello se debe especialmente a que sus personajes son criaturas complejas, cuya identidad no es ajena a su posición social ni a las relaciones de poder que se establecen tanto en la micropolítica de lo cotidiano (así, en el internado de “Irlandeses detrás de un gato” y “Un oscuro día de justicia”) como en el juego de las grandes fuerzas que agitan el país. Como las instantáneas que estructuran su magistral “Fotos” los relatos de Walsh constituyen calas en el paisaje humano, breves incursiones en el complejo mundo de las relaciones humanas cuyo botín es un perturbador tesoro literario, lleno de inteligencia y de belleza.
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