Gens, Madrid, 2008. 198 pp. 18 €
Miguel Baquero
Cosa mala lo de que la vida sea una puta e inmensa mierda. Y los cabrones del ayuntamiento no ayudan.
Corriente alterna es la segunda novela de Antonio Paniagua (Madrid, 1966), después de Amputados. En esta ocasión, Paniagua basa su apuesta en el lenguaje, más que en la trama o en el argumento de la novela. Corriente alterna narra, desde algo muy parecido al monólogo interior, la peripecia vital de un hombre que ha acabado matando a su esposa y que hace balance de su vida desde el psiquiátrico.
Claro que ninguna de estas palabras (“peripecia”, “balance”, ni “psiquiátrico” siquiera) se encontrarán en el texto, porque el factor diferencial de esta novela, el factor X, se encuentra en el estilo con el que está narrada. Se trata de un estilo alimentado en su mayor parte por expresiones de la calle, por lo común groseras y cuando no faltas de elegancia, pero ahí radica la gracia de esta novela: en tomar de la vida cotidiana, de los ambientes más bajos y en ocasiones de la jerga de la mala vida, todo tipo de expresiones y construir con ellas un relato. El resultado es un texto fluido, que se lee con asombro por el modo en que Paniagua consigue imágenes poéticas con este material se diría que buscado a propósito entre los escombros; un texto que así mismo nos despierta en todo momento una sonrisa tanto por lo que se cuenta en sí como por la naturalidad y la chabacanería con la que muchas veces se desarrollan pensamientos y reflexiones.
En este sentido, Corriente alterna está emparentada con el viejo estilo picaresco, y es inevitable acordarse de ese prodigio que es el Estebanillo González, auténtico diccionario del habla de su época (siglo XVII), novela “compuesta por un hombre de buen humor” en cuyas páginas se vertían las expresiones que los grandes literatos desechaban y que por ello mismo quedó convertida en una obra llena de vida y color. En muchos aspectos, Paco, el protagonista de esta historia, podría considerarse el Estebanillo de nuestros días, pícaro verborreico y mal hablado que parece haber absorbido cuanto se oye por los bares, los bingos y los putiferios, o lo que es lo mismo, las cocinas y cuadras en torno a la Corte.
Mi Ursulita, desde que está muerta, ha dado un cambiazo que ni te cuento.
Además de lo anterior, Corriente alterna destaca por el humor, un tanto gamberro, que lo impregna todo, aun los episodios más trágicos. Un humor que precisamente da a esas escenas dramáticas una mayor ternura y profundidad, más fuerza que la que podría proporcionarle una ristra de adjetivos solemnes y peripatéticos. Curiosa y atractiva mezcla, en fin, la que propone Paniagua en su novela: el lenguaje más bajo y la actitud burlesca y chocarrera como manera de construir una historia con momentos conmovedores y personajes con carga emocional.
Miguel Baquero
Cosa mala lo de que la vida sea una puta e inmensa mierda. Y los cabrones del ayuntamiento no ayudan.
Corriente alterna es la segunda novela de Antonio Paniagua (Madrid, 1966), después de Amputados. En esta ocasión, Paniagua basa su apuesta en el lenguaje, más que en la trama o en el argumento de la novela. Corriente alterna narra, desde algo muy parecido al monólogo interior, la peripecia vital de un hombre que ha acabado matando a su esposa y que hace balance de su vida desde el psiquiátrico.
Claro que ninguna de estas palabras (“peripecia”, “balance”, ni “psiquiátrico” siquiera) se encontrarán en el texto, porque el factor diferencial de esta novela, el factor X, se encuentra en el estilo con el que está narrada. Se trata de un estilo alimentado en su mayor parte por expresiones de la calle, por lo común groseras y cuando no faltas de elegancia, pero ahí radica la gracia de esta novela: en tomar de la vida cotidiana, de los ambientes más bajos y en ocasiones de la jerga de la mala vida, todo tipo de expresiones y construir con ellas un relato. El resultado es un texto fluido, que se lee con asombro por el modo en que Paniagua consigue imágenes poéticas con este material se diría que buscado a propósito entre los escombros; un texto que así mismo nos despierta en todo momento una sonrisa tanto por lo que se cuenta en sí como por la naturalidad y la chabacanería con la que muchas veces se desarrollan pensamientos y reflexiones.
En este sentido, Corriente alterna está emparentada con el viejo estilo picaresco, y es inevitable acordarse de ese prodigio que es el Estebanillo González, auténtico diccionario del habla de su época (siglo XVII), novela “compuesta por un hombre de buen humor” en cuyas páginas se vertían las expresiones que los grandes literatos desechaban y que por ello mismo quedó convertida en una obra llena de vida y color. En muchos aspectos, Paco, el protagonista de esta historia, podría considerarse el Estebanillo de nuestros días, pícaro verborreico y mal hablado que parece haber absorbido cuanto se oye por los bares, los bingos y los putiferios, o lo que es lo mismo, las cocinas y cuadras en torno a la Corte.
Mi Ursulita, desde que está muerta, ha dado un cambiazo que ni te cuento.
Además de lo anterior, Corriente alterna destaca por el humor, un tanto gamberro, que lo impregna todo, aun los episodios más trágicos. Un humor que precisamente da a esas escenas dramáticas una mayor ternura y profundidad, más fuerza que la que podría proporcionarle una ristra de adjetivos solemnes y peripatéticos. Curiosa y atractiva mezcla, en fin, la que propone Paniagua en su novela: el lenguaje más bajo y la actitud burlesca y chocarrera como manera de construir una historia con momentos conmovedores y personajes con carga emocional.
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