Ma Non Troppo / Robin Book, Barcelona, 2008. 507 pp. 29,50 €
Doménico Chiappe
En la década de los sesenta sucedió una de las revoluciones más importantes, aunque menospreciadas por los historiadores oficiales. Sucedió a partir de los vientos independentistas de África y las repercusiones en el Caribe, que, a su vez, irrigó estas ideas con las emancipaciones de islas como Haití, primera república negra del mundo. Sin estos viajes de ida y vuelta, además de la influencia de Estados Unidos e Inglaterra, es imposible entender la importancia de que en 1956 sonara «un invento bautizado como ska», que viene del R&B y jazz norteamericano con fuertes dosis de personalidad jamaicana. El ska derivaría, a la par que se propagaba la religión rastafari y los habitantes de los guetos empobrecidos de Jamaica reclamaban sus derechos, en reggae. En el libro Bob Marley, del biógrafo Timothy White, se cuenta con bastante detalle y contexto este fenómeno, enfocado, primero, desde lo global y luego, desde las entrañas de Jamaica.
La isla era un caldo donde se codeaban los «rude boys» que navaja en mano peleaban contra la policía y el sistema, y los músicos que grababan un vinilo y renunciaban a todos sus derechos de autor a cambio de una miserable paga. Así, en ambos bandos, se forjó Bob Marley, el músico de reggae más famoso de la tierra: «aunque no pasaba del metro cincuenta y dos de altura, Nesta ya tenía una reputación de buen luchador callejero; sabía mover los puños y podía encajar un duro puñetazo, ya que tenía el abdomen musculado, esculpido como la parte inferior de una tortuga. Tenía pies rápidos de futbolista, que iban directo a la ingle de cualquiera, y unos dedos delgados y diestros que sacaban una navaja en un abrir y cerrar de ojos.»
La revolución de la que se habla entrelíneas en todo este libro es la de la búsqueda de identidad de la masa de ex esclavos africanos, ya sea que los trasladaran a América o que se quedaran en los países colonizados y explotados. Este levantamiento tuvo demostraciones distintas según los países, desde las defensas de los derechos civiles y el poder negro de Estados Unidos hasta la adoración de Haile Selassie en Etiopía. Voces que decretaban la superioridad de la raza negra, que pregonaban el «regreso a África» (Alexander Bedward) o el «mirad hacia África» (Marcus Garvey), aunque en muchos casos se trataba de movimientos que se enfrentaban entre sí. Las reivindicaciones eran de índole racial, política, geográfica, social, económica y cultural. Las canciones se hicieron eco de esta verdadera revolución y se popularizó, primero, entre la población local, y, más tarde, gracias a empresarios arriesgados y emocionalmente vinculados, en Inglaterra. De allí, al resto del mundo.
Esta biografía comienza con un recuento, completo y certero, de estas manifestaciones, desde la coronación kitsch de Selassie como emperador de Etiopía hasta el nacimiento de varios estilos de música caribeña, como el Steel Pan y el ska. Y salta al 6 de febrero de 1945, cuando nace Robert Nesta Marley, «un chiquillo de piel color gamuza con los labios finos y la nariz puntiaguda de su padre, el capitán Norval Sinclair Marley, de raza blanca.»
El gran mérito de este trabajo de White recae en dos vértices. Uno, la investigación: amplia documentación, centenares de entrevistas, conocimiento del terreno e, incluso, el día a día junto a Bob Marley en sus giras (esto último se lee muy poco en el libro: el relato documental sepulta la crónica del periodista). El segundo bastión es la manera de narrar: la superstición tan propia de la idiosincrasia sincrética del Caribe las construye e incluye como si estos pasajes nebulosos de apariciones metafísicas y luchas contra elementos sobrenaturales fueran constatables y tangibles. Quién es White para decir lo contrario, cuando Bob Marley, su mujer Rita y otras voces coinciden en estos hechos. Eso sí, White advierte, en su prólogo, que el lector es libre de creer o no.
La infancia y adolescencia de Bob Marley, sus jugadas musicales, la conformación del grupo Wailers junto a Peter Tosh, el emparejamiento con Rita que cantaba en otra banda, son narrados al detalle. Luego, la época en que Marley se transforma en el icono del movimiento rastafari, en el abanderado del reggae, en el profeta del regreso a África, se relatan con trazos menos delineados. Algo se intuye de la transformación de Marley cuando se muda a una mansión en la parte alta de la isla (tradicionalmente, en el Caribe, la parte alta de las islas se reserva para los acaudalados). Poco se cuenta de la decepción de Marley cuando visita, al fin, el continente de sus ancestros y se alarga en las rebatiñas que tiene la herencia del músico, a su muerte. Con todo, el libro es un magnífico, aunque algo tibio, testimonio de una sacudida a esta época, quizás más determinante para una porción más grande de la humanidad, que un mayo del 68 o un Woodstock.
Doménico Chiappe
En la década de los sesenta sucedió una de las revoluciones más importantes, aunque menospreciadas por los historiadores oficiales. Sucedió a partir de los vientos independentistas de África y las repercusiones en el Caribe, que, a su vez, irrigó estas ideas con las emancipaciones de islas como Haití, primera república negra del mundo. Sin estos viajes de ida y vuelta, además de la influencia de Estados Unidos e Inglaterra, es imposible entender la importancia de que en 1956 sonara «un invento bautizado como ska», que viene del R&B y jazz norteamericano con fuertes dosis de personalidad jamaicana. El ska derivaría, a la par que se propagaba la religión rastafari y los habitantes de los guetos empobrecidos de Jamaica reclamaban sus derechos, en reggae. En el libro Bob Marley, del biógrafo Timothy White, se cuenta con bastante detalle y contexto este fenómeno, enfocado, primero, desde lo global y luego, desde las entrañas de Jamaica.
La isla era un caldo donde se codeaban los «rude boys» que navaja en mano peleaban contra la policía y el sistema, y los músicos que grababan un vinilo y renunciaban a todos sus derechos de autor a cambio de una miserable paga. Así, en ambos bandos, se forjó Bob Marley, el músico de reggae más famoso de la tierra: «aunque no pasaba del metro cincuenta y dos de altura, Nesta ya tenía una reputación de buen luchador callejero; sabía mover los puños y podía encajar un duro puñetazo, ya que tenía el abdomen musculado, esculpido como la parte inferior de una tortuga. Tenía pies rápidos de futbolista, que iban directo a la ingle de cualquiera, y unos dedos delgados y diestros que sacaban una navaja en un abrir y cerrar de ojos.»
La revolución de la que se habla entrelíneas en todo este libro es la de la búsqueda de identidad de la masa de ex esclavos africanos, ya sea que los trasladaran a América o que se quedaran en los países colonizados y explotados. Este levantamiento tuvo demostraciones distintas según los países, desde las defensas de los derechos civiles y el poder negro de Estados Unidos hasta la adoración de Haile Selassie en Etiopía. Voces que decretaban la superioridad de la raza negra, que pregonaban el «regreso a África» (Alexander Bedward) o el «mirad hacia África» (Marcus Garvey), aunque en muchos casos se trataba de movimientos que se enfrentaban entre sí. Las reivindicaciones eran de índole racial, política, geográfica, social, económica y cultural. Las canciones se hicieron eco de esta verdadera revolución y se popularizó, primero, entre la población local, y, más tarde, gracias a empresarios arriesgados y emocionalmente vinculados, en Inglaterra. De allí, al resto del mundo.
Esta biografía comienza con un recuento, completo y certero, de estas manifestaciones, desde la coronación kitsch de Selassie como emperador de Etiopía hasta el nacimiento de varios estilos de música caribeña, como el Steel Pan y el ska. Y salta al 6 de febrero de 1945, cuando nace Robert Nesta Marley, «un chiquillo de piel color gamuza con los labios finos y la nariz puntiaguda de su padre, el capitán Norval Sinclair Marley, de raza blanca.»
El gran mérito de este trabajo de White recae en dos vértices. Uno, la investigación: amplia documentación, centenares de entrevistas, conocimiento del terreno e, incluso, el día a día junto a Bob Marley en sus giras (esto último se lee muy poco en el libro: el relato documental sepulta la crónica del periodista). El segundo bastión es la manera de narrar: la superstición tan propia de la idiosincrasia sincrética del Caribe las construye e incluye como si estos pasajes nebulosos de apariciones metafísicas y luchas contra elementos sobrenaturales fueran constatables y tangibles. Quién es White para decir lo contrario, cuando Bob Marley, su mujer Rita y otras voces coinciden en estos hechos. Eso sí, White advierte, en su prólogo, que el lector es libre de creer o no.
La infancia y adolescencia de Bob Marley, sus jugadas musicales, la conformación del grupo Wailers junto a Peter Tosh, el emparejamiento con Rita que cantaba en otra banda, son narrados al detalle. Luego, la época en que Marley se transforma en el icono del movimiento rastafari, en el abanderado del reggae, en el profeta del regreso a África, se relatan con trazos menos delineados. Algo se intuye de la transformación de Marley cuando se muda a una mansión en la parte alta de la isla (tradicionalmente, en el Caribe, la parte alta de las islas se reserva para los acaudalados). Poco se cuenta de la decepción de Marley cuando visita, al fin, el continente de sus ancestros y se alarga en las rebatiñas que tiene la herencia del músico, a su muerte. Con todo, el libro es un magnífico, aunque algo tibio, testimonio de una sacudida a esta época, quizás más determinante para una porción más grande de la humanidad, que un mayo del 68 o un Woodstock.
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