Inés Matute
«“Y tú... ¿De dónde has salido?”. “Vengo del porvenir para matarte”. “Pero... ¿quién eres?”. “Soy tu nieto, que no ha nacido aún”. “¿Y por qué quieres matarme?”. “Porque eres un criminal de guerra”. “¿No te das cuenta de la paradoja? Si me matas, tú nunca llegarás a nacer”. “Ya lo sé. De hecho, hace tiempo que tomé la decisión de suicidarme”. “Espera...” “No queda tiempo...” Disparo dos veces y el cuerpo del oficial, mi abuelo, se desploma sobre el barro. Pero no me he desvanecido. El fragor de los cañonazos resuena cada vez más cerca. Me siento en el fondo de la trinchera y pienso en la extraña manera que he tenido de saber que el abuelo no era, en realidad, el padre de mi padre».
Como se puede apreciar por este fragmento, Iban Zaldua es un cuentista nato. Un especialista del género breve que, con la obra titulada Porvenir —quince cuentos— se hizo con el premio Euskadi de Literatura 2006. La obra, traducida del euskera, ha sido editada por Lengua de Trapo hace escasos meses, recibiendo el aplauso unánime de lectores y crítica. Pero, ¿de qué trata Porvenir? ¿Qué tienen en común estos relatos? Si el vivir cotidiano es el detonante de cada una de las historias, los elementos fantásticos ahondan y completan una visión del mundo plena, repleta de matices y rigurosa con el único dogma al que Porvenir se adscribe: la verdad de la literatura, la mentira del mundo que (otros) nos venden. Como en su momento supo apreciar Jon Kortazar, este es un libro sobre el tiempo, sobre la necesidad de intervenir en el tiempo alterando a nuestro antojo o necesidad —sí, necesidad— el pasado.
Muchas son las influencias literarias que, puestos a buscar, podríamos encontrar en los textos de Zaldua: desde el minimalismo americano (Tobías Wolff, Carver, Richard Ford) a Chejov en su realismo más minucioso. Zaldua es un hombre que lee cuentos, muchos cuentos, y eso se traduce en su escritura, en su modo rápido e imaginativo de resolver los conflictos. En estos relatos, intensos, fluidos, aparentemente fáciles, se da un interesante cruce entre la literatura fantástica y la vida cotidiana, desembocando cada situación planteada en una paradoja irresoluble. Quizá este tránsito de lo costumbrista a lo fantasioso se nos presente de un modo brusco, como una bofetada, pero no por ello carente de encanto. Después de todo, ¿no será que lo que denominamos “realismo” en literatura es, también, bastante artificioso? ¿Y no será que en la obra literaria de riesgo —recordemos a Vicente Luis Mora con Circular 07— tienden a diluirse las fronteras entre los géneros? Así parece ser en el caso de Porvenir, un libro que oscila entre la magia surrealista y absurda de Unai Elorriaga y la contundencia lúcida, de grito y denuncia, de Fernando Aramburu. No, no es casual que mencione aquí a otros dos autores vascos. Y no es casual porque el peso asfixiante de la sociedad y la tradición vasca sobre sus individuos y la existencia de ETA están en el trasfondo de la mayoría de estos cuentos, hecho que podría, tal vez, restarle lectores. Precisamente aquellos que no estén interesados en conocer la letra pequeña del problema vasco; el modo en que los euskaldunes perciben su realidad día tras día. No me extenderé más: rabiosamente contemporáneos, estos cuentos nos muestran las contradicciones del individuo, sus carencias, su impotencia. De ahí la necesidad del juego, de volver atrás para intervenir en aquello que no nos gusta, que nos duele, que nos condena.
No me resisto a dar por buena esta reseña sin añadir un pequeño fragmento firmado por el maestro Félix de Azúa, muy en consonancia con lo hasta ahora expuesto: «Con el paso de los años lo que cambia más profundamente no es el presente ni el futuro, sino el pasado. El presente se mantiene tercamente impasible (...) En cuanto al futuro, es perseguir viento, una quimera (...) Lo único que cambia es el pasado».
Como se puede apreciar por este fragmento, Iban Zaldua es un cuentista nato. Un especialista del género breve que, con la obra titulada Porvenir —quince cuentos— se hizo con el premio Euskadi de Literatura 2006. La obra, traducida del euskera, ha sido editada por Lengua de Trapo hace escasos meses, recibiendo el aplauso unánime de lectores y crítica. Pero, ¿de qué trata Porvenir? ¿Qué tienen en común estos relatos? Si el vivir cotidiano es el detonante de cada una de las historias, los elementos fantásticos ahondan y completan una visión del mundo plena, repleta de matices y rigurosa con el único dogma al que Porvenir se adscribe: la verdad de la literatura, la mentira del mundo que (otros) nos venden. Como en su momento supo apreciar Jon Kortazar, este es un libro sobre el tiempo, sobre la necesidad de intervenir en el tiempo alterando a nuestro antojo o necesidad —sí, necesidad— el pasado.
Muchas son las influencias literarias que, puestos a buscar, podríamos encontrar en los textos de Zaldua: desde el minimalismo americano (Tobías Wolff, Carver, Richard Ford) a Chejov en su realismo más minucioso. Zaldua es un hombre que lee cuentos, muchos cuentos, y eso se traduce en su escritura, en su modo rápido e imaginativo de resolver los conflictos. En estos relatos, intensos, fluidos, aparentemente fáciles, se da un interesante cruce entre la literatura fantástica y la vida cotidiana, desembocando cada situación planteada en una paradoja irresoluble. Quizá este tránsito de lo costumbrista a lo fantasioso se nos presente de un modo brusco, como una bofetada, pero no por ello carente de encanto. Después de todo, ¿no será que lo que denominamos “realismo” en literatura es, también, bastante artificioso? ¿Y no será que en la obra literaria de riesgo —recordemos a Vicente Luis Mora con Circular 07— tienden a diluirse las fronteras entre los géneros? Así parece ser en el caso de Porvenir, un libro que oscila entre la magia surrealista y absurda de Unai Elorriaga y la contundencia lúcida, de grito y denuncia, de Fernando Aramburu. No, no es casual que mencione aquí a otros dos autores vascos. Y no es casual porque el peso asfixiante de la sociedad y la tradición vasca sobre sus individuos y la existencia de ETA están en el trasfondo de la mayoría de estos cuentos, hecho que podría, tal vez, restarle lectores. Precisamente aquellos que no estén interesados en conocer la letra pequeña del problema vasco; el modo en que los euskaldunes perciben su realidad día tras día. No me extenderé más: rabiosamente contemporáneos, estos cuentos nos muestran las contradicciones del individuo, sus carencias, su impotencia. De ahí la necesidad del juego, de volver atrás para intervenir en aquello que no nos gusta, que nos duele, que nos condena.
No me resisto a dar por buena esta reseña sin añadir un pequeño fragmento firmado por el maestro Félix de Azúa, muy en consonancia con lo hasta ahora expuesto: «Con el paso de los años lo que cambia más profundamente no es el presente ni el futuro, sino el pasado. El presente se mantiene tercamente impasible (...) En cuanto al futuro, es perseguir viento, una quimera (...) Lo único que cambia es el pasado».
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