Trad. Laura Martín de Dios. Lumen, Barcelona, 2007. 539 pp. 21,90 €
Elia Barceló
Elia Barceló
¿Cuántas novelas se habrán escrito sobre la tragedia humana de la Segunda Guerra Mundial? ¿Cuántas veces habremos leído historias terribles sobre alemanes “arios” y alemanes judíos? ¿Cuántas veces habremos sentido el corazón estrujado por la locura, la maldad, el sufrimiento de tantos seres humanos?
Después de tantas historias, de tantas películas, de tantos documentales, ¿es necesario volver a leer ahora una novela que sucede en un pueblecito junto a Dachau en plena guerra?
Sí. Absolutamente. Sin ninguna duda.
Porque La ladrona de libros es una novela especial.
Quizá la hayan visto en los escaparates de sus librerías favoritas, en los aeropuertos, en las estaciones... Tiene una portada muy atractiva, la editorial Lumen la ha distribuído bien, haciéndola llegar a todas partes; a veces se ven incluso pilas del libro, no sólo un ejemplar. Y esto resulta sospechoso a un determinado tipo de lector, entre los que confieso contarme. Cuando un libro se ve por todas partes, se publicita intensamente y se vende mucho, mi primera reacción es pensar que no debe de ser gran cosa. Mea culpa.
En este caso sería un tremendo error no comprar o no leer La ladrona de libros, ya que se trata, en mi opinión, de una gran novela, de esas raras novelas que tocan tanto el corazón como el cerebro del lector.
Ya el principio resulta oscuramente atractivo, además de curioso, porque la historia que comienza tiene un narrador excepcional: la Muerte. Lo que, pensándolo bien, resulta tremendamente adecuado. ¿Quién va a saber más de lo sucedido en Europa entre 1939 y 1945?
Al comienzo de la novela la Muerte nos habla directamente, desde su punto de vista, y nos ofrece contarnos una de sus historias favoritas: la de una niña que conoció al principio de la guerra, a la que estuvo a punto de llevar consigo en otras dos ocasiones, hasta la definitiva, de la que nadie escapa, y que, por razones que comprenderemos a lo largo de la novela, se le quedó prendida en la memoria.
La ladrona de libros es Liesel Meminger, y es la historia de su infancia, y es también el libro que Liesel escribe y la Muerte salva de la destrucción.
El punto de vista va cambiando constantemente, de modo que, narrada en tercera persona, el lector accede a los pensamientos y sentimientos de todos los personajes, hasta que muy pronto tiene la sensación de que se trata de seres de carne y hueso a quienes ha conocido realmente. Y además, de vez en cuando, la Muerte interviene de nuevo en la narración con sus comentarios distanciadores, irónicos a veces, asombrados otras, extrahumanos.
«Quise explicarle que no dejo de sobreestimar e infravalorar a la raza humana, que pocas veces me limito únicamente a valorarla. Quise preguntarle cómo un hecho puede ser espléndido y terrible al mismo tiempo, y una misma palabra dura y sublime a la vez».
A lo largo de las páginas de La ladrona de libros se produce una sintonía tan grande con el lector que uno tiene la sensación de estar asistiendo a lo que se le relata y, cuando acaba el libro, los recuerdos siguen ahí, tan claros y frescos como si fueran propios.
El estilo es una delicia —las comparaciones, las metáforas, las brillantes descripciones, aunque sean muy simples en ocasiones— y a pesar de que está traducido del inglés, casi nunca tenemos la sensación de estar leyendo una traducción. Laura Martín de Dios ha hecho un gran trabajo, muy de agradecer. El alemán se utiliza también de modo efectivo y económico, sin que parezca nunca que su aparición haya sido forzada para crear ambiente.
Los personajes son potentes, reales y, a pesar de que este tipo de historia se ha narrado tantas veces, nunca caen en el cliché. Liesel, su amigo Rudy, Hans y Rosa, Max... incluso los personajes secundarios que pueblan la calle donde sucede casi toda la historia —que con cruel ironía se llama Himmelstraße (Himmel es Cielo, en alemán)— resultan inolvidables.
Como ya anuncia el texto de contraportada, La ladrona de libros es una historia triste. Más que eso: tristísima, desgarradora. Pero es también una historia hermosa, hermosísima, y divertida, y trágica, y real, contada de un modo tan intenso que nos hace sonreir a veces mientras que otras llorar resulta inevitable.
Markus Zusak, un joven escritor australiano (nacido en 1975) que hasta este momento había escrito literatura juvenil, ha contado en La ladrona de libros, su primera novela para adultos, la historia de su familia, que sobrevivió al régimen nazi y consiguió emigrar a Australia. Y lo ha hecho tan bien, con tanta maestría técnica, con tanta sensibilidad, sentido del equilibrio y la mesura, con tanta originalidad, que le ha salido una novela bellísima que les recomiendo de todo corazón, incluso al precio de unas lágrimas.
No se la pierdan.
Después de tantas historias, de tantas películas, de tantos documentales, ¿es necesario volver a leer ahora una novela que sucede en un pueblecito junto a Dachau en plena guerra?
Sí. Absolutamente. Sin ninguna duda.
Porque La ladrona de libros es una novela especial.
Quizá la hayan visto en los escaparates de sus librerías favoritas, en los aeropuertos, en las estaciones... Tiene una portada muy atractiva, la editorial Lumen la ha distribuído bien, haciéndola llegar a todas partes; a veces se ven incluso pilas del libro, no sólo un ejemplar. Y esto resulta sospechoso a un determinado tipo de lector, entre los que confieso contarme. Cuando un libro se ve por todas partes, se publicita intensamente y se vende mucho, mi primera reacción es pensar que no debe de ser gran cosa. Mea culpa.
En este caso sería un tremendo error no comprar o no leer La ladrona de libros, ya que se trata, en mi opinión, de una gran novela, de esas raras novelas que tocan tanto el corazón como el cerebro del lector.
Ya el principio resulta oscuramente atractivo, además de curioso, porque la historia que comienza tiene un narrador excepcional: la Muerte. Lo que, pensándolo bien, resulta tremendamente adecuado. ¿Quién va a saber más de lo sucedido en Europa entre 1939 y 1945?
Al comienzo de la novela la Muerte nos habla directamente, desde su punto de vista, y nos ofrece contarnos una de sus historias favoritas: la de una niña que conoció al principio de la guerra, a la que estuvo a punto de llevar consigo en otras dos ocasiones, hasta la definitiva, de la que nadie escapa, y que, por razones que comprenderemos a lo largo de la novela, se le quedó prendida en la memoria.
La ladrona de libros es Liesel Meminger, y es la historia de su infancia, y es también el libro que Liesel escribe y la Muerte salva de la destrucción.
El punto de vista va cambiando constantemente, de modo que, narrada en tercera persona, el lector accede a los pensamientos y sentimientos de todos los personajes, hasta que muy pronto tiene la sensación de que se trata de seres de carne y hueso a quienes ha conocido realmente. Y además, de vez en cuando, la Muerte interviene de nuevo en la narración con sus comentarios distanciadores, irónicos a veces, asombrados otras, extrahumanos.
«Quise explicarle que no dejo de sobreestimar e infravalorar a la raza humana, que pocas veces me limito únicamente a valorarla. Quise preguntarle cómo un hecho puede ser espléndido y terrible al mismo tiempo, y una misma palabra dura y sublime a la vez».
A lo largo de las páginas de La ladrona de libros se produce una sintonía tan grande con el lector que uno tiene la sensación de estar asistiendo a lo que se le relata y, cuando acaba el libro, los recuerdos siguen ahí, tan claros y frescos como si fueran propios.
El estilo es una delicia —las comparaciones, las metáforas, las brillantes descripciones, aunque sean muy simples en ocasiones— y a pesar de que está traducido del inglés, casi nunca tenemos la sensación de estar leyendo una traducción. Laura Martín de Dios ha hecho un gran trabajo, muy de agradecer. El alemán se utiliza también de modo efectivo y económico, sin que parezca nunca que su aparición haya sido forzada para crear ambiente.
Los personajes son potentes, reales y, a pesar de que este tipo de historia se ha narrado tantas veces, nunca caen en el cliché. Liesel, su amigo Rudy, Hans y Rosa, Max... incluso los personajes secundarios que pueblan la calle donde sucede casi toda la historia —que con cruel ironía se llama Himmelstraße (Himmel es Cielo, en alemán)— resultan inolvidables.
Como ya anuncia el texto de contraportada, La ladrona de libros es una historia triste. Más que eso: tristísima, desgarradora. Pero es también una historia hermosa, hermosísima, y divertida, y trágica, y real, contada de un modo tan intenso que nos hace sonreir a veces mientras que otras llorar resulta inevitable.
Markus Zusak, un joven escritor australiano (nacido en 1975) que hasta este momento había escrito literatura juvenil, ha contado en La ladrona de libros, su primera novela para adultos, la historia de su familia, que sobrevivió al régimen nazi y consiguió emigrar a Australia. Y lo ha hecho tan bien, con tanta maestría técnica, con tanta sensibilidad, sentido del equilibrio y la mesura, con tanta originalidad, que le ha salido una novela bellísima que les recomiendo de todo corazón, incluso al precio de unas lágrimas.
No se la pierdan.
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