Ediciones B, Barcelona, 2007. 570 pp. 19 €
Julián Díez
Bienvenidos a la ciencia ficción, donde el arte inquieto y la bufonada se confunden. Esta antología puede ser, si no una puerta inmejorable, sí al menos fidedigna y válida para adentrarse en uno de los más meritorios, pero también el más esquizofrénico, de los géneros literarios del siglo XX. Porque en ella encontraremos un resumen fidedigno de sus miserias y sus grandezas; obras maestras desconocidas al lado de cuentuchos que resulta delirante que nadie quiera recuperar; certeras reflexiones sobre la condición humana o el destino de nuestra sociedad junto a chorradas del espacio escritas en un grimoso estilo pulp.
Sólo en un libro de ciencia ficción, en ningún otro género literario ni en ninguna otra vertiente de la cultura conocida, podríamos encontrar a un director de colección que aprovecha el prólogo de un volumen para dar cera a quienes no piensan como él; y nada más que en la ciencia ficción se encontrará a un antologista que, ya que está seleccionando sus cuentos favoritos, aprovecha la coyuntura para decir que todo el resto del universo que no disfruta de la ciencia ficción son “la vieja aristocracia en su torre de marfil”, y de paso reclama para su género una normativa al margen de la del resto de cualquier otra forma literaria (sin argumentación alguna para ello, por supuesto), en la que, naturalmente, su propia obra reciba al fin el reconocimiento que merece por parte de “la vieja aristocracia”.
Se hace difícil recomendar del todo un libro embadurnado, pues, de complejos de inferioridad y autosuficiencia fanfarrona. Pero ay, amigos: es que la ciencia ficción es también una fuente de literatura maravillosa. De la que está a la altura de cualquier criterio, de las exigencias más exquisitas, y que a la vez da que pensar, da que soñar. En este libro hay no menos de media docena de ejemplos de ello. Y no hay muchas antologías de relatos actualmente en las librerías en las que se reúnan juntos tantos relatos buenos, de los verdaderamente memorables de la ciencia ficción. El único otro caso disponible es Lo mejor de los premios Nebula, reeditada en bolsillo en dos volúmenes. Esta última tiene la ventaja de que los cuentos que no son buenos, al menos no son tan rematadamente malos como los peores de ésta.
En cualquier caso, destaquemos los relatos memorables. "Un platillo de soledad", del maestro de la cf sensible Theodore Sturgeon, nos muestra cómo es posible construir una historia maravillosa a partir de materiales humildes, puramente pulp. "Todos vosotros zombis", "Los nueve mil millones de nombres de Dios" y "Sueños de robot" son, sin duda, de los más brillantes trabajos de los tres grandes clásicos de la ciencia ficción, Robert A. Heinlein, Arthur C. Clarke e Isaac Asimov, cuya verdadera importancia en el contexto del género debería ser puesta en entredicho, pero que de los que aquí se ofrecen testimonios inmejorables. Los cuentos de Robert Silverberg, Ray Bradbury, Harlan Ellison y Brian Aldiss están entre los mejores suyos, dando también fiel reflejo de sus trabajos. "El túnel bajo del mundo", de Frederick Pohl, debería servir para reivindicar el trabajo pionero de este autor en el campo de la ciencia ficción sociológica en los años cincuenta, uno de los tesoros ocultos del género. Y "Los que se alejan de Omelas", de Ursula K. Le Guin, es para mí un firme candidato a ser uno de los mejores relatos del siglo XX bajo cualquier parámetro, así que poco más puedo decir de él.
En general, desde que abandonamos los prólogos y su tono mitad llorica, mitad fanfarrón, el libro se justifica en líneas generales en sus dos primeras partes, las que dan testimonio de la historia del género hasta los años setenta. Las deliberadas omisiones de tres de los mejores autores de la ciencia ficción, además de los más reconocidos fuera de los estrechos márgenes del ghetto, como son Stanislaw Lem, Philip K. Dick y J.G. Ballard, con ser más que discutibles, pueden defenderse porque el material presentado o está muy bien o –salvo la excepción del vergonzoso cuento de Edmond Hamilton- resulta al menos digno.
El libro, desafortunadamente, cae en picado cuando Card no puede apoyarse para presentar su canon del género en el canon que la crítica y el público han ido estableciendo al cabo de las décadas, y debe escoger por sí mismo ejemplos del género en los últimos treinta años. Y aquí, salvo el ya indiscutible “Reyes de la arena” de George R. R. Martin y el brillante “Nieve” de John Crowley, el resto forman un abanico que oscila entre lo correctito –Gibson, Kessel o Bisson tienen mejores obras que las aquí escogidas-, lo prescindible o lo simplemente malísimo. Admito que aguardo con impaciencia otras reseñas para ver si hay alguien entre los expertos del género que pueda considerar que relatos inéditos hasta hoy en castellano –con toda la razón- como “Vasijas” de C.J. Cherry o “El sendero descartado” de Harry Turtledove pueden resultar representativos de un género que, en este periodo, ha contado con cuentistas tan interesantes como Connie Willis, Greg Egan, Mike Resnick o Ted Chiang, por sólo citar ejemplos relativamente accesibles para el lector español.
En suma, un volumen tremendamente irregular, pero también por ello mismo representativo del desquiciamiento en el que sigue viviendo hasta hoy la ciencia ficción. Queden en suma claros los dos avisos: aquí hay material valioso, que puede suponer una sorpresa para muchos lectores, y que suma más de la mitad del volumen, lo que sin duda justifica su compra. Pero este libro está muy, muy lejos de ser un testimonio real de lo mejor de la ciencia ficción. Por fortuna, hay bastante material más valioso que algunas de las páginas de topicazos y marcianadas que engrosan este volumen.
Julián Díez
Bienvenidos a la ciencia ficción, donde el arte inquieto y la bufonada se confunden. Esta antología puede ser, si no una puerta inmejorable, sí al menos fidedigna y válida para adentrarse en uno de los más meritorios, pero también el más esquizofrénico, de los géneros literarios del siglo XX. Porque en ella encontraremos un resumen fidedigno de sus miserias y sus grandezas; obras maestras desconocidas al lado de cuentuchos que resulta delirante que nadie quiera recuperar; certeras reflexiones sobre la condición humana o el destino de nuestra sociedad junto a chorradas del espacio escritas en un grimoso estilo pulp.
Sólo en un libro de ciencia ficción, en ningún otro género literario ni en ninguna otra vertiente de la cultura conocida, podríamos encontrar a un director de colección que aprovecha el prólogo de un volumen para dar cera a quienes no piensan como él; y nada más que en la ciencia ficción se encontrará a un antologista que, ya que está seleccionando sus cuentos favoritos, aprovecha la coyuntura para decir que todo el resto del universo que no disfruta de la ciencia ficción son “la vieja aristocracia en su torre de marfil”, y de paso reclama para su género una normativa al margen de la del resto de cualquier otra forma literaria (sin argumentación alguna para ello, por supuesto), en la que, naturalmente, su propia obra reciba al fin el reconocimiento que merece por parte de “la vieja aristocracia”.
Se hace difícil recomendar del todo un libro embadurnado, pues, de complejos de inferioridad y autosuficiencia fanfarrona. Pero ay, amigos: es que la ciencia ficción es también una fuente de literatura maravillosa. De la que está a la altura de cualquier criterio, de las exigencias más exquisitas, y que a la vez da que pensar, da que soñar. En este libro hay no menos de media docena de ejemplos de ello. Y no hay muchas antologías de relatos actualmente en las librerías en las que se reúnan juntos tantos relatos buenos, de los verdaderamente memorables de la ciencia ficción. El único otro caso disponible es Lo mejor de los premios Nebula, reeditada en bolsillo en dos volúmenes. Esta última tiene la ventaja de que los cuentos que no son buenos, al menos no son tan rematadamente malos como los peores de ésta.
En cualquier caso, destaquemos los relatos memorables. "Un platillo de soledad", del maestro de la cf sensible Theodore Sturgeon, nos muestra cómo es posible construir una historia maravillosa a partir de materiales humildes, puramente pulp. "Todos vosotros zombis", "Los nueve mil millones de nombres de Dios" y "Sueños de robot" son, sin duda, de los más brillantes trabajos de los tres grandes clásicos de la ciencia ficción, Robert A. Heinlein, Arthur C. Clarke e Isaac Asimov, cuya verdadera importancia en el contexto del género debería ser puesta en entredicho, pero que de los que aquí se ofrecen testimonios inmejorables. Los cuentos de Robert Silverberg, Ray Bradbury, Harlan Ellison y Brian Aldiss están entre los mejores suyos, dando también fiel reflejo de sus trabajos. "El túnel bajo del mundo", de Frederick Pohl, debería servir para reivindicar el trabajo pionero de este autor en el campo de la ciencia ficción sociológica en los años cincuenta, uno de los tesoros ocultos del género. Y "Los que se alejan de Omelas", de Ursula K. Le Guin, es para mí un firme candidato a ser uno de los mejores relatos del siglo XX bajo cualquier parámetro, así que poco más puedo decir de él.
En general, desde que abandonamos los prólogos y su tono mitad llorica, mitad fanfarrón, el libro se justifica en líneas generales en sus dos primeras partes, las que dan testimonio de la historia del género hasta los años setenta. Las deliberadas omisiones de tres de los mejores autores de la ciencia ficción, además de los más reconocidos fuera de los estrechos márgenes del ghetto, como son Stanislaw Lem, Philip K. Dick y J.G. Ballard, con ser más que discutibles, pueden defenderse porque el material presentado o está muy bien o –salvo la excepción del vergonzoso cuento de Edmond Hamilton- resulta al menos digno.
El libro, desafortunadamente, cae en picado cuando Card no puede apoyarse para presentar su canon del género en el canon que la crítica y el público han ido estableciendo al cabo de las décadas, y debe escoger por sí mismo ejemplos del género en los últimos treinta años. Y aquí, salvo el ya indiscutible “Reyes de la arena” de George R. R. Martin y el brillante “Nieve” de John Crowley, el resto forman un abanico que oscila entre lo correctito –Gibson, Kessel o Bisson tienen mejores obras que las aquí escogidas-, lo prescindible o lo simplemente malísimo. Admito que aguardo con impaciencia otras reseñas para ver si hay alguien entre los expertos del género que pueda considerar que relatos inéditos hasta hoy en castellano –con toda la razón- como “Vasijas” de C.J. Cherry o “El sendero descartado” de Harry Turtledove pueden resultar representativos de un género que, en este periodo, ha contado con cuentistas tan interesantes como Connie Willis, Greg Egan, Mike Resnick o Ted Chiang, por sólo citar ejemplos relativamente accesibles para el lector español.
En suma, un volumen tremendamente irregular, pero también por ello mismo representativo del desquiciamiento en el que sigue viviendo hasta hoy la ciencia ficción. Queden en suma claros los dos avisos: aquí hay material valioso, que puede suponer una sorpresa para muchos lectores, y que suma más de la mitad del volumen, lo que sin duda justifica su compra. Pero este libro está muy, muy lejos de ser un testimonio real de lo mejor de la ciencia ficción. Por fortuna, hay bastante material más valioso que algunas de las páginas de topicazos y marcianadas que engrosan este volumen.
5 comentarios:
Julián ¿qué diablos te ha hecho la Cf para que siempre seas despectivo con cualquier iniciativa para la que no se haya contado con tu venia, es decir casi todas?
Empiezo a creer, amigo Julián, que una bruja te hechizó con la maldición del conflicto :)
No conozco el libro en cuestiòn en detalle,pero tan estoy de acuerdo con
tu derecho a criticar lo que desees.Desde ya tanto coincido con tu
comentario sobre la gran U.K.que hace poco me decidí a abrir un blog buscando a personas que realmente desen abandonar Omelas,desde lo más profundo de sus pensamientos.te invito a visitarme en www.losqueabandonanomelas.blogspot.com
Salemo.
No conozco el libro en cuestiòn en detalle,pero tan estoy de acuerdo con
tu derecho a criticar lo que desees.Desde ya tanto coincido con tu
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