Trad. Marc Rosich i Martí. Alba, Barcelona, 2007. 512 pp. 26,50 €
Alejandro Luque
Decir que Jaco Pastorius fue un talento fuera de concurso parece una simpleza. Fue más que eso: un pionero que elevó su instrumento al rango de solista, lo dignificó para siempre en las formaciones de jazz y aportó a la historia de la música —sin etiquetas— un caudal de virtuosismo y belleza sólo al alcance de los más grandes, marcando, como se dice de tantos sin que sea del todo cierto, un antes y un después de su paso por el mundo.
Confieso que no me gustan las biografías «a la americana»: suelen ser demasiado prolijas en datos inútiles, bastante reiterativas y demasiado sentimentales. Este trabajo de Bill Milkowski, un drama sobrecogedor en clave de reportaje, adolece por momentos de esas debilidades, pero el personaje es tan imponente, la documentación tan seria y el enfoque tan personal, que su lectura cautivará incluso a quienes no se consideren especialmente melómanos.
El libro traza un perfil afinadísimo del joven Jaco, un niño en extremo competitivo, con tanto complejo de superioridad como capacidades sobrehumanas para hacer bien cuanto se propusiera: excelencia que, desde luego, no le abandona cuando encamina sus pasos hacia la música. Desde sus primeras formaciones en la Florida natal hasta su militancia en los C.C. Riders, luego con Joni Mitchell, en la Weather Report —la banda con la que acabaría cobrando fama mundial— o en su big band Word of Mouth, el autor demuestra no sólo dominar la discografía de Pastorius, sino poseer un nada desdeñable conocimiento de su técnica, que florecía igual en los jardines del soul, el blues, el jazz o el rock.
Pero acaso lo más interesante de este volumen sea el análisis de las circunstancias que precipitaron el declive del ídolo, y que Milkowski trata de explicar desde todos los puntos de vista posibles: la interpretación freudiana de sus traumas infantiles, las tentaciones del alcohol y las drogas, ciertos arrebatos de inspiración dadaísta, los brotes maníaco-depresivos o la colisión frontal de un espíritu libre con las miserias del mercado, son hipótesis que el autor va desmigando con rigor y profusa documentación.
La fábula de fondo es la del genio atormentado, el desafío ingrato y constante de ir siempre un paso más allá, a menudo vinculado a una tenaz vocación autodestructiva y desbarajustes emocionales permanentes. Desde las tribulaciones de nuestro Paco de Lucía al iluminismo suicida de Charlie Parker, la historia de la música está trufada de casos similares. El caso de Pastorius tuvo su último capítulo a manos de un matón de discoteca, no sin antes pasar una buena temporada en el infierno de las calles de Nueva York, dejado de la mano de dios y sin que nadie le ofreciera un concierto. Como suele decirse de Jesucristo, en quien Pastorius se vio alguna vez reflejado, nada nos permite suponer que una nueva resurrección del músico propiciaría un desenlace diferente. Un desmesurado ego en la trituradora de la industria discográfica acaso no podía tener otro fin.
El libro de Milkowski se completa con un ramillete de semblanzas sin desperdicio, a cargo de nombres tan acreditados como Victor Bailey, Ricard Bona, Chick Corea, Larry Coryell, Meter Erskine, Frank Gambale, Stuart Hamm, Michael Manring, Marcus Miller, Airto Moreira, Sting, Mike Stern, Victor Wooten o John Patitucci, así como de un completo apéndice discográfico. Gócese todo ello con cualquier tema de fondo de este músico inolvidable. Es un lugar común, pero muy consolador, creer que Jaco —o lo mejor de él— sigue vivo en sus discos.
Alejandro Luque
Decir que Jaco Pastorius fue un talento fuera de concurso parece una simpleza. Fue más que eso: un pionero que elevó su instrumento al rango de solista, lo dignificó para siempre en las formaciones de jazz y aportó a la historia de la música —sin etiquetas— un caudal de virtuosismo y belleza sólo al alcance de los más grandes, marcando, como se dice de tantos sin que sea del todo cierto, un antes y un después de su paso por el mundo.
Confieso que no me gustan las biografías «a la americana»: suelen ser demasiado prolijas en datos inútiles, bastante reiterativas y demasiado sentimentales. Este trabajo de Bill Milkowski, un drama sobrecogedor en clave de reportaje, adolece por momentos de esas debilidades, pero el personaje es tan imponente, la documentación tan seria y el enfoque tan personal, que su lectura cautivará incluso a quienes no se consideren especialmente melómanos.
El libro traza un perfil afinadísimo del joven Jaco, un niño en extremo competitivo, con tanto complejo de superioridad como capacidades sobrehumanas para hacer bien cuanto se propusiera: excelencia que, desde luego, no le abandona cuando encamina sus pasos hacia la música. Desde sus primeras formaciones en la Florida natal hasta su militancia en los C.C. Riders, luego con Joni Mitchell, en la Weather Report —la banda con la que acabaría cobrando fama mundial— o en su big band Word of Mouth, el autor demuestra no sólo dominar la discografía de Pastorius, sino poseer un nada desdeñable conocimiento de su técnica, que florecía igual en los jardines del soul, el blues, el jazz o el rock.
Pero acaso lo más interesante de este volumen sea el análisis de las circunstancias que precipitaron el declive del ídolo, y que Milkowski trata de explicar desde todos los puntos de vista posibles: la interpretación freudiana de sus traumas infantiles, las tentaciones del alcohol y las drogas, ciertos arrebatos de inspiración dadaísta, los brotes maníaco-depresivos o la colisión frontal de un espíritu libre con las miserias del mercado, son hipótesis que el autor va desmigando con rigor y profusa documentación.
La fábula de fondo es la del genio atormentado, el desafío ingrato y constante de ir siempre un paso más allá, a menudo vinculado a una tenaz vocación autodestructiva y desbarajustes emocionales permanentes. Desde las tribulaciones de nuestro Paco de Lucía al iluminismo suicida de Charlie Parker, la historia de la música está trufada de casos similares. El caso de Pastorius tuvo su último capítulo a manos de un matón de discoteca, no sin antes pasar una buena temporada en el infierno de las calles de Nueva York, dejado de la mano de dios y sin que nadie le ofreciera un concierto. Como suele decirse de Jesucristo, en quien Pastorius se vio alguna vez reflejado, nada nos permite suponer que una nueva resurrección del músico propiciaría un desenlace diferente. Un desmesurado ego en la trituradora de la industria discográfica acaso no podía tener otro fin.
El libro de Milkowski se completa con un ramillete de semblanzas sin desperdicio, a cargo de nombres tan acreditados como Victor Bailey, Ricard Bona, Chick Corea, Larry Coryell, Meter Erskine, Frank Gambale, Stuart Hamm, Michael Manring, Marcus Miller, Airto Moreira, Sting, Mike Stern, Victor Wooten o John Patitucci, así como de un completo apéndice discográfico. Gócese todo ello con cualquier tema de fondo de este músico inolvidable. Es un lugar común, pero muy consolador, creer que Jaco —o lo mejor de él— sigue vivo en sus discos.
4 comentarios:
"Puedes intentar ser el mejor bajista de todos los tiempos, pero está Jaco Pastorius. Si logras crear un solo que emocione tanto como Teen Town, es que estás por conseguirlo"
El libro es de los que "engancha" y no puedes parar hasta terminarlo. Su ademas podemos ir escuchando las piezas musicales a medida que aparecen en la biografia, es una experiencia altamente recomendable.
Han aparecido algunas criticas por parte de la familia del propio Pastorius y algunos musicos contemporaneos sobre la veracidad en algunos puntos de la biografía.
Esto es normal en todo tipo de biografias sobre cualquier tipo de personaje.
Tampoco disponemos de ningun otro texto para comparar.
ALTAMENTE RECOMENDABLE POR LO FUNDAMENTAL DE LA APORTACION DE JACO PASTORIUS AL MUNDO DEL JAZZ
Alguien sabe dónde puedo conseguirlo?? Estoy en Buenos Aires. Gracias!
el mejor libro de un musico qque lei en mi vida. a
atrapante , apasionante y triste por como se desencadenan los echos.
jaco un bajista que puso en lo mas alto al instrumento con talento y virtuisismo.
(en el pais no se consigue hay que pedirlo a españa).
milton.
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