Trad. Manuel Figueroa. Minotauro, Barcelona, 2007. 182 pp. 17,50 €
Care Santos
Para situarnos: hace mucho que dejé atrás la etapa en la que leía con avidez todo lo que tuviera que ver con muertos vivientes, criaturas del Averno o vampiros. Sin embargo, soy de las que procuran no subestimar ningun libro atendiendo a lo que ocurre más allá de sus páginas y opino que no hay temática —ni autor, ya puestos— que merezcan una condena a priori. Y si esgrimo estos argumentos es con la pretensión de convencer a los que jamás leerían un relato de vampiros escrito por un estadounidense famoso para que lean esta magnífica novela de Richard Matheson. ¿La razón? La de siempre: Matheson es un Midas de la literatura. Es decir, un buen escritor. Escriba acerca de lo que escriba, consigue oro literario. Lo de menos, como suele ocurrir, es el tema.
Care Santos
Para situarnos: hace mucho que dejé atrás la etapa en la que leía con avidez todo lo que tuviera que ver con muertos vivientes, criaturas del Averno o vampiros. Sin embargo, soy de las que procuran no subestimar ningun libro atendiendo a lo que ocurre más allá de sus páginas y opino que no hay temática —ni autor, ya puestos— que merezcan una condena a priori. Y si esgrimo estos argumentos es con la pretensión de convencer a los que jamás leerían un relato de vampiros escrito por un estadounidense famoso para que lean esta magnífica novela de Richard Matheson. ¿La razón? La de siempre: Matheson es un Midas de la literatura. Es decir, un buen escritor. Escriba acerca de lo que escriba, consigue oro literario. Lo de menos, como suele ocurrir, es el tema.
Un par de amigos solventes, escritores y especialistas en literatura fantástica me recomendaron a principios del verano pasado Soy leyenda, de Richard Matheson. Debo confesar que nada sabía del autor y mucho menos del título en cuestión ni de sus diversas adaptaciones cinematográficas. Lo leí sólo porque si algo he aprendido con los años es qué clase de consejos debo seguir con los ojos cerrados. Como no había ninguna edición disponible —lo mismo ocurría con el resto de sus recomendaciones— compré por internet y en una librería de lance el último ejemplar de la edión argentina de Minotauro de 1972 —preciosa en su sencillez sin ostentaciones— y lo devoré a la luz del sol segoviano, mientras mis hijos chapoteaban en una piscina. A pesar de la mediocre traducción, el libro me atrapó desde el primer párrafo y fue una de las mejores experiencias de las vacaciones.
Esa misma traducción —lástima que no se haya encargado una nueva— es la que ahora recupera, con no poco oportunismo, una Minotauro que nada tiene que ver con la de hace 35 años. Es lógico, por otra parte: Will Smith es el protagonista de la última adaptación cinematográfica de la novela de Matheson, que se estrenará en España antes de Navidad. Será la tercera adptación de una novela que podemos considerar un clásico de la literatura fantástica, además de uno de los textos de referencia en materia vampírica. Las anteriores estuvieron protagonizadas por Vincent Price (The Last Man On Earth, 1964) y Charlton Heston (The Omega Man, 1971). También existen diversos cortos que la utilizan como base a historias que van desde lo metafísco a lo terrorífico. Lecturas muy polisémicas para una novela que dice mucho más de lo que aparenta decir.
Esa misma traducción —lástima que no se haya encargado una nueva— es la que ahora recupera, con no poco oportunismo, una Minotauro que nada tiene que ver con la de hace 35 años. Es lógico, por otra parte: Will Smith es el protagonista de la última adaptación cinematográfica de la novela de Matheson, que se estrenará en España antes de Navidad. Será la tercera adptación de una novela que podemos considerar un clásico de la literatura fantástica, además de uno de los textos de referencia en materia vampírica. Las anteriores estuvieron protagonizadas por Vincent Price (The Last Man On Earth, 1964) y Charlton Heston (The Omega Man, 1971). También existen diversos cortos que la utilizan como base a historias que van desde lo metafísco a lo terrorífico. Lecturas muy polisémicas para una novela que dice mucho más de lo que aparenta decir.
Espero, con estas líneas, expirar mi culpa de no haer conocido a Matheson hasta tan tarde. En realidad, sí le conocía, igual que le ocurrirá a muchos de los que lean ahora esta semblanza. Richard Matheson es el autor de las novelas en las que se basan las películas El último escalón y El hombre menguante. Se forjó como cuentista en las revistas especializadas de Estados Unidos, ycomo guionista en The Twilight Zone. El diablo sobre ruedas, de Spielberg, se basa en uno de sus cuentos. En español están disponibles otros de sus títulos: En un lugar del tiempo o La casa infernal (ambos en La Factoría de Ideas) o los muy recomendables relatos de Pesadilla a 20.000 pies (Valdemar).
Soy leyenda es un buen título para empezar a leerle, lo afirmo con conocimiento de causa. Personalmente, si algo reverencio de un autor es que sepa terminar sus historias. Qué difícil es acabar, todos los novelistas lo sabemos. Pues bien, esa es la primera razón por la cual hay que leer esta novela: está magistralmente acabada. Y se trata de un final, además, que no puede ser adaptado al cine de manera satisfactoria (lo cual es muy pero que muy satisfactorio). Un final que nos deja boquiabiertos, consumidos de envidia autorial a quienes también escribimos. Y es que se trata del remate perfecto a una historia que, desde su arranque, nos mantiene en la cuerda floja de la inquietud más inteligente.
Soy leyenda narra la soledad de un hombre de Los Angeles en un mundo donde todos sus contemporáneos se han convertido en vampiros. Su vida discurre en una lucha a muerte contra “los otros” —contra un “ellos” que nos desasosiega ya en las primeras páginas, y que el autor utiliza en nuestra contra de un modo envidiable—; de noche, los vampiros le acechan alrededor de su casa mientras él se pertrecha en su único refugio, acompañado de la música y el alcohol, esperando que amanezca. De día quema cadáveres, repone las defensas de su hogar, talla estacas con las que matar a los durmientes vampiros en cuya cacería consume sus horas. Pero mucha más descarnada que esta ocupación es su obsesión por entender. ¿Por qué él? ¿Cuál es la explicación a su atroz soledad?
Soy leyenda narra la soledad de un hombre de Los Angeles en un mundo donde todos sus contemporáneos se han convertido en vampiros. Su vida discurre en una lucha a muerte contra “los otros” —contra un “ellos” que nos desasosiega ya en las primeras páginas, y que el autor utiliza en nuestra contra de un modo envidiable—; de noche, los vampiros le acechan alrededor de su casa mientras él se pertrecha en su único refugio, acompañado de la música y el alcohol, esperando que amanezca. De día quema cadáveres, repone las defensas de su hogar, talla estacas con las que matar a los durmientes vampiros en cuya cacería consume sus horas. Pero mucha más descarnada que esta ocupación es su obsesión por entender. ¿Por qué él? ¿Cuál es la explicación a su atroz soledad?
Para hallar respuestas acude a la Biblioteca Pública de Los Ángeles. Una curiosidad: esta Biblioteca es la misma a la que canta Bukowski en uno de sus mejores poemas, diciendo que ella le salvó de ser un mal hombre, «un tipo que pega a su mujer», o un ladrón. Aquí, la Biblioteca es un refugio macabro, el escenario de la soledad más absoluta. Ya sólo puede ofrecer respuestas, pero son respuestas inútiles. Y la escena donde esto ocurre es, en mi pinión, la mejor de la novela: una de esas para no olvidar.
El autor utiliza a los vampiros para hablarnos del monstruo, de nuestra relación con la bestia, de nuestra posición frente los otros, de los límites reales de esos “otros”. Y también de soledad, de supervivencia, de pequeñez del ser humano, de relativismo. Lo dicho: lo de menos es el asunto, el argumento, los personajes. Lo importante es el oro literario que un buen Midas como Matheson sea capaz de extraer de cualquier parte.
Ridley Scott lleva 17 años detrás de llevar al cine esta historia. Ojalá la versión de Francis Lawrence, que se puso tras la cámara, con Will Smith en el papel protagonista, atraiga a muchos lectores hacia la obra de Matheson. Los que le lean, al igual que pasa con el contagio vampírico, nunca podrán dejar de ser mathesianos.
4 comentarios:
Care, Ridley Scott no es el director de la película, sino Francis Lawrence (autor de la entretenida a la par que intrascendente Constatine, con un Keanu Reeves hipervitaminado). Acaso sea Ridley Scott el productor, pero no encuentro ese dato por ningún lado.
Para mí -junto con La tierra permanece, que supera todo lo inimaginable, y que te recomiendo encarecidamente que leas- es una de las mejores historias sobre la soledad del hombre frente a la amenaza exterior, mucho más en género en este caso. De todos modos, lo mejor que ha dado Matheson -o que ha derivado de su persona- para mí ha sido El increíble hombre menguante. La novela es excelente, y en el caso de la película, en una escala del uno al diez, le pondría un quince o un veinte. A fanático no me gana nadie, ondiá.
Qué envidia, Care, leer por primera vez "Soy leyenda". Yo la leí hace, ay, un huevo de años, pero recuerdo perfectamente cómo fue. Me acosté tarde; debían de ser la una y media o las dos de la madrugada. Abrí el libro para leer un poco antes de dormirme... y a los diez minutos ya no podía parar. Ni sueño ni leches; seguí leyendo hasta que, bien entrada la madrugada, acabé el libro. Quizá sea el libro más adictivo que he conocido.
El problema, como bien señalas, es convencer a un lector selecto de que una novela donde todo el mundo, menos una persona, se ha convertido en vampiro, posee no sólo grandes dosis de buena literatura, sino también un sólido discurso intelectual. La única forma de creerlo es, supongo, leer el libro.
Otra corrección, si me permites:
Wilbur Smith es un autor de best-sellers.
El protagonista de la adaptación de Francis Lawrence es Will Smith (cuyo verdadero nombre es Willard Christopher Smith Jr.), también conocido como El Príncipe de Bel-Air.
Gracias por las puntualizaciones, m. Todo arreglado.
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