miércoles, julio 25, 2007

Mi abuelo, Valerie Mréjen

Trad. Sonia Ortega. Periférica, Cáceres, 2007. 96 pp. 11 €

Enrique Redel

Se ha comparado a Mi abuelo, de Valerie Mréjen, con ese fenomenal experimento de la literatura ready-made llamado Je me souviens (Me acuerdo), obra violentamente inclasificable firmada por el que, a justo título, puede ser considerado el mejor escritor en lengua francesa de la segunda mitad del XX, Georges Perec. Conozco bien la obra de la que dicen que Mréjen bebe. Yo fui a París —cuando fui por primera vez—, porque quería visitar a Perec. Ustedes me dirán: pero si Perec lleva veinte años muerto. Cierto, pero eso da igual. Fui de todos modos a París a ver a Perec, está en Père Lachaise, en la división 82 del cementerio, en el columbario. Y me hice una foto con él, que he tenido colgada al lado de mi silla en todas las editoriales en las que he trabajado. Su contemplación me inspira, igual que a otros les inspiran las puestas de sol, o los campos de amapolas, o el skyline de Nueva York. A mí me inspiran los restos de Perec.
Je me souviens es una obra tremenda, inabarcable, caprichosa, que yo leí en francés hace ya muchos años sin entender un pimiento. La leí varias veces, y seguía sin entender nada. La excelente traducción, sin embargo, que Yolanda Morató publicó en Editorial Berenice, ha acabado de demostrarme que no era yo el que no enganchaba con Perec por mi poco o mal francés, que Je me souviens no está hecha para mí. La mayoría de sus referencias me son ajenas, me pierdo en sus laberintos intrahistóricos, en sus pequeñas bromas privadas que quizás le digan algo a sus coetáneos, pero que a mí me dicen más bien poco.
Pero Mi abuelo, de la videocreadora y escritora francesa Valerie Mréjen, es otra cosa. En lo que a este lector se refiere, supera a la obra de Perec por los flancos, trasciende sobrada y merecidamente a su modelo formal. Esta pequeña delicia pop que nos ha regalado Valerie Mréjen es algo diferente, y se lee diferente, y se disfruta de verdad, no como una obra que hay que leer porque es un referente de una época, que lo es, sino porque te agarra desde el principio y no te suelta. Periférica, que hace gala de un tremendo tino a la hora de elegir sus apuestas, siempre solidísimas, con Mréjen ha dado en el clavo. El lector de Mi abuelo podrá encontrar en Mréjen a una semejante que pulsa los resortes de lo real, no de lo contingente, y que lo hace derrochando una comicidad explosiva, un desparpajo casi punk. Al granado catálogo de objetos y referencias entrañables para el recuerdo de una generación, Mréjen añade algo importante: el relato descarnado en primera persona de una vida que se retuerce, que palpita, que respira, que nos hace vibrar porque es parte de nuestra vida, velada por el cristal de lo irónico. La saga familiar de la obra de Mréjen es de las que marcan época. El abuelo del título, con el que la obra abre fuego, se nos presenta como una especie de donjuán de suburbio, una especie de desflorador de inmigrantes y secretarias, que acostumbra a invitar a su propia hija a las orgías que se monta con sus amantes. A partir de aquí todo puede pasar. Pero el abuelo es solamente una excusa, un cebo, un primer paso para desgranar una autobiografía truncada con la que, de modo curiosísimo, nos sentimos realmente identificados. Los meandros de la obra, cuando nos internamos en ella, son sin embargo de naturaleza agridulce: pasamos de la carcajada al estremecimiento en un solo párrafo. Es constante la presencia de la muerte, del inexorable paso del tiempo: las maneras levemente anticuadas de vivir, de expresarse, de comportarse, los apodos y los apelativos trasnochados, pero que forman parte de nuestro disco duro. Estas cosas saben hacerlas bien solamente unos pocos.
Valerie Mréjen, además de una escritora con un oído prodigioso, es una francotiradora incisiva, que dispara donde duele, y que tiene la extraña habilidad de entresacar, con una prodigiosa economía de medios, caracteres, retratos, anécdotas que son antológicas por lo auténticamente verídicas y creíbles que son, maneras de pensar y de vivir. Para eso hay que valer.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho MI ABUELO, me he identificado un montón con la protagonista, que parece ser también la autora.
Literatura femenina? No sé, a veces resulta estúpido ese adjetivo, es insultante para nosotras; en esta ocasión puede resultar "positivo", no me importa decir que este libro sólo sólo lo podría haber escrito una mujer: hay mil detalles en él sobre la vida de una chica que un chico nunca sufriría. Yo también lo recomiendo

Anónimo dijo...

Un libro maravilloso!

Anónimo dijo...

Andrés.
No sé que opinar, a ver qué os parece esta reseña de Quimera http://editorialperiferica.blogspot.com/2007/12/mi-abuelo-en-quimera.htm