Trad. William McGrath. SM, Madrid, 2007. 64 pp. 14,96 €
Esther García Llovet
Agarraos al sombrero porque viene Molly Moon. Molly Moon tiene nueve años, nariz británica de patata hervida, ojos hipnóticos y los mismos vaqueros rotos que su autora, Georgia Byng, quien a pesar de su dinámico nombre es hija de un conde inglés y lleva con éste cuarto libro de la saga un inesperado éxito de ventas internacional. Molly Moon es huérfana, es un poco guarra, es fea y lo sabe y el único recurso que tiene para enfrentarse al mundo adulto es su capacidad para hipnotizar al personal y una perra carlina que se tira pedos mientras pasea por Central Park con un collar de diamantes. Porque Molly Moon se ha hecho millonaria con su técnica de hipnosis, ha llegado hasta Hollywood y ahora está en Nueva York, sola y hambrienta y con un ojo malo. Tiene pesadillas con calamares que bailan claqué y se aburre, así que hay que hacer algo pronto porque no hay peor amenaza pública que un niño de nueve años aburrido aunque no tenga más superpoderes que el fuelle de sus pulmones.
Molly salta de la cama a la calle con su perrita Pétula y a quien primero se encuentra es a un mendigo que juega al dominó y a partir de ese momento todo empieza a sucederse a la velocidad en la que caen las fichas del juego y con no menos ruido: para empezar decide cambiar la suerte del mendigo por el destino de un modelo que conduce un Lamborghini naranja y que los lleva a una sesión de publicidad con la fotógrafa Estefanía Rompeolas. Todo va sobre ruedas hasta que Molly se da cuenta de que el mendigo no da la talla como modelo y se lanzan a buscar a otro que sí la da y en la búsqueda le roban a Pétula con su collar de diamantes y acaban en la azotea de un edificio de Manhattan donde una pandilla de malandros, Cobra y Verdugo y Doris la Grande, la arrojan a un depósito de agua.
Al final el mendigo consigue salvarla gracias a que Molly no sólo ha cambiado su destino sino que además le ha devuelto la fe en sí mismo. A la larga esta es toda la intención del libro: descubre la confianza en ti mismo, quiérete mucho y aprende a hipnotizar a los demás con tus encantos. Hazles reír, halágalos y hazles preguntas interesantes. Más simple que el sorbete de gazpacho. Así que, como dice Molly Moon agarrándose a su gorro de lana:«Vale, colega, ¿a qué esperas? ¿Sabes conducir?»
Esther García Llovet
Agarraos al sombrero porque viene Molly Moon. Molly Moon tiene nueve años, nariz británica de patata hervida, ojos hipnóticos y los mismos vaqueros rotos que su autora, Georgia Byng, quien a pesar de su dinámico nombre es hija de un conde inglés y lleva con éste cuarto libro de la saga un inesperado éxito de ventas internacional. Molly Moon es huérfana, es un poco guarra, es fea y lo sabe y el único recurso que tiene para enfrentarse al mundo adulto es su capacidad para hipnotizar al personal y una perra carlina que se tira pedos mientras pasea por Central Park con un collar de diamantes. Porque Molly Moon se ha hecho millonaria con su técnica de hipnosis, ha llegado hasta Hollywood y ahora está en Nueva York, sola y hambrienta y con un ojo malo. Tiene pesadillas con calamares que bailan claqué y se aburre, así que hay que hacer algo pronto porque no hay peor amenaza pública que un niño de nueve años aburrido aunque no tenga más superpoderes que el fuelle de sus pulmones.
Molly salta de la cama a la calle con su perrita Pétula y a quien primero se encuentra es a un mendigo que juega al dominó y a partir de ese momento todo empieza a sucederse a la velocidad en la que caen las fichas del juego y con no menos ruido: para empezar decide cambiar la suerte del mendigo por el destino de un modelo que conduce un Lamborghini naranja y que los lleva a una sesión de publicidad con la fotógrafa Estefanía Rompeolas. Todo va sobre ruedas hasta que Molly se da cuenta de que el mendigo no da la talla como modelo y se lanzan a buscar a otro que sí la da y en la búsqueda le roban a Pétula con su collar de diamantes y acaban en la azotea de un edificio de Manhattan donde una pandilla de malandros, Cobra y Verdugo y Doris la Grande, la arrojan a un depósito de agua.
Al final el mendigo consigue salvarla gracias a que Molly no sólo ha cambiado su destino sino que además le ha devuelto la fe en sí mismo. A la larga esta es toda la intención del libro: descubre la confianza en ti mismo, quiérete mucho y aprende a hipnotizar a los demás con tus encantos. Hazles reír, halágalos y hazles preguntas interesantes. Más simple que el sorbete de gazpacho. Así que, como dice Molly Moon agarrándose a su gorro de lana:«Vale, colega, ¿a qué esperas? ¿Sabes conducir?»
3 comentarios:
me han encantado y entusiasmado las 4 ediciones de Molly Moon me gustaria que hubiera 5 o mas
no me leido este ultimo libro, me estoy leyendo el segundo y ya me he leido el primero.
Es chulissimooo!!!
Los libros de Molly Moon són los libros que más me han gustado de los que he leido.
me he leído los tres primeros libros no sabía que existiria este ultimo libro de las vaciones hipnoticas de molly moon. Me estoy leyendo el 4 libro y hay una canción muy divertida que dice: Molly cayó al retrete tiró de la cadena subió a untren de juguete y volvió que daba pena.
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