Doménico Chiappe
Me gusta esta frase de Pound: «Literatura es el lenguaje cargado de sentido» y, con la luz de la sabiduría literaria de este poeta norteamericano, quiero hablar del poeta venezolano José Barroeta, cuya poesía completa, Todos han muerto, ha sido editada en España por Candaya. Escribo este artículo para hablar de la poesía de José Barroeta al compás de Ezra Pound.
Dice Pound que una clase de lenguaje comienza por ser una imagen.
«Hago el amor bajo la sombra del escorpión», responde Barroeta en su poema "Primer Mundo".
El libro, de casi 500 páginas, es presentado por uno de los poetas vivos cuya obra comienza a recorrer el sendero de la literatura de culto, Eugenio Montejo: «Se trata de una voz que habla con cordial naturalidad, sin condescender con la garrulería que cierto exteriorismo poético mal asimilado había puesto en boga entonces (principios de los sesenta) con sus previsibles resultados». Y a las páginas, al cantar del lector, le puede acompañar la propia voz del poeta, registrada en un CD de 28 minutos, que acompaña esta edición.
Dice Pound: «En el mundo contemporáneo no tiene demasiada importancia por dónde comience uno el examen de un asunto, mientras dicho examen se sostenga hasta el extremos de volver al punto de partida. (...) es preciso proseguir hasta haber contemplado dicho objeto desde todos los ángulos posibles».
Y Barroeta inicia un movimiento de traslación sobre el amor no romántico (aunque Montejo afirma que la muerte, la familia y la comarca son elementos definitorios de su obra) en su primer libro, "Todos han muerto", de 1971; y finaliza en Enero 4 y 30 A.M. con ese amor que pervive incluso cuando la muerte, que ha planeado toda la obra, como intrusa en el alma humana, se adueña, al fin, del cuerpo:
Soñé contigo.
Nos tendieron desnudos en la mesa de
Lección de Anatomía.
No pudieron arrancarnos las nubes del cuerpo
Sigue Pound: «Buenos escritores son los que mantienen la eficiencia del lenguaje, esto es, los que lo mantienen exacto y claro».
Y Barroeta demuestra:
Quedo de nuevo grabado en la locura
de mi madre. El sol se mueve, mas no sé
para qué sirven las llaves del vientre, los santos,
todo lo que fue mi casa
en el amanecer.
Los patios aparecen destruidos. Es la edad de la derrota
en mí,
el diablo otra vez con sus látigos a medianoche
y ella, mi
madre,
de pie sobre los muros,
recordando con ojos nerviosos la muerte
de mi hermana.
Vuelvo a la edad de las derrotas. Luego de haber amanecido en
los grandes festines, acompañado de cuanto quise y cuanto no entendí,
Me
encuentro sin polvaredas y sin flores
Medio roto de querer volver.
Mi
madre pasa por los cuartos. Revisa el color de la luna en mi corazón,
La
soga oculta a los veinte años por si venía la muerte
y me sorprendía con el
azul de la noche en la boca
(...)
Continúa Pound en “El ABC de la lectura”: «Hay tres clases de melopoeia, a saber, verso hecho para ser cantado, verso hecho para ser salmodiado o entonado y verso hecho para ser recitado».
Y Barroeta hace magia con la saturación del sonido:
Fuera de orden vivo por ti
Te recuerdo entre muros,
rosas,
himnos. Te miro en el convento
comiendo naranjas milagrosas,
ausente del
loco de junio de españa que soy
declamando en las tascas.
Díscolo y
entregado al vino,
pidiendo siempre más como su fuese desposado
de
canaán.
Fuera de orden,
Fuera del convento,
Vestido siempre de
pólvoras rojas
y verdes (...)
Barroeta llega muy adentro, con imágenes, con sonido, con el uso de la palabra exacta y el juego de sus combinaciones.
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