Fernando Ángel Moreno
Todos
deberíamos haber leído a Foucault.
Escribo
la frase en pretérito perfecto: tras haberme acercado a él, siento
cierta necesidad de repasar las lecturas ya pasadas desde su
perspectiva. También leo de manera algo diferente.
No
obstante, ¿por dónde empezar? Su bibliografía tiene un volumen
considerable. Por otro lado, cada libro suyo contiene solo una faceta
de un complejo sistema de miradas que no se cierra en un solo texto.
¿Por
dónde empezar?
En
este tipo de casos, vale la pena acercarse a manuales, resúmenes
divulgativos, pequeñas lecciones, aunque sea de manera muy
provisional. Sin embargo, en el caso de la obra de Foucault,
disponemos por suerte de algo que va más allá de un manual y que no
entra en la paráfrasis subjetiva y deformadora. Puede entenderse
antes como una aproximación o, mejor, como un estudio descriptivo de
la obra del autor francés.
Miguel
Morey, catedrático emérito de Filosofía en la Universidad de
Barcelona y autor de numerosos e importantes trabajos de filosofía,
escribió hace ya más de tres décadas un libro, Lectura
de Foucault, a partir de su tesis
doctoral sobre la obra del francés hasta finales de los años
setenta. Este célebre texto ha sido recuperado ahora, en el
trigésimo aniversario de la muerte del filósofo, por la editorial
Sexto Piso. Esta misma editorial publica también, en otro volumen
complementario, Escritos sobre Foucault,
los artículos posteriores del propio Morey sobre el tema.
En
el primer libro, nos encontramos, como decía, con un resumen de los
textos más destacados anteriores a los ochenta, principalmente
Historia de la locura,
El nacimiento de la clínica,
La arqueología del saber
y Vigilar y castigar,
con otros acercamientos a diverso material como entrevistas, libros
menos significados y algunas fuentes secundarias.
Se
trata de un trabajo meticuloso que no solo pondrá al profano sobre
la pista de la importancia del pensamiento de Foucault, sino que
además penetrará con detalle en las sutilezas de los textos y en
sus implicaciones socio-culturales. Evidentemente, no sustituye la
lectura de los originales, a los que debe acudirse obligatoriamente
si se quiere conocer de verdad dicho pensamiento. Sin embargo, aporta
una visión suficientemente completa como para que el profano conozca
y el experto ordene y clarifique, gracias a la meticulosidad y la
lucidez del texto.
Durante
la etapa arqueológica (Historia de la
locura, El
nacimiento de la clínica), Foucault
mostró de qué manera ciertas instituciones y ciertas
visiones del enfermo y del loco se correspondían con derivas
intelectuales tan relativas como significativas. Las páginas
dedicadas a esta línea exponen con claridad la manera en que el
filósofo desarrolla sus planteamientos y pueden justificar por sí
mismas el acercamiento.
Como
el profano será el más beneficiado de esta Lectura,
debo advertir sobre la dificultad de algunos pasajes. Dudo de que un
buen lector de ensayo cultural y, desde luego, cualquier aficionado a
la filosofía tengan serios problemas para seguirlo. No obstante, las
páginas dedicadas a la etapa genealógica (Las
palabras y las cosas, La
arqueología del saber, Vigilar
y castigar) sí exigirán quizás un
cierto esfuerzo. Ni el léxico es demasiado complicado ni las ideas
demasiado ajenas, pero por experiencia propia con mis estudiantes
entiendo que puede resultar árido en ciertos pasajes. Aún así, ese
pequeño esfuerzo vale muchísimo la pena si hay interés por la
filosofía.
Al
fin y al cabo, Foucault supo poner en duda no ya los sistemas de
creencias occidentales, sino los apriorismos de construcción de los
mismos a nivel histórico, la manera en que los seres humanos
construimos nuestro conocimiento social.
Los
planteamientos de la etapa arqueológica requieren, por tanto, una
lectura más pausada. Son bastante más complejos para el profano y
ahondan en conceptos revisados por el filósofo, como «enunciado»,
«sistema», «episteme», «lenguaje»..., que quizás requieran
cierta reflexión previa. No obstante, la inmersión en los capítulos
del orden de las cosas y del discurso del método debería ser
obligatoria para cualquier investigador cultural, si no se quiere
acudir a la fuente original o si se desea ordenarla o clarificarla.
Con
todo, no me parece complicado que al terminar la lectura la
satisfacción por el mapa construido valga la pena. Al fin y al cabo,
recoge con detalle los sistemas propuestos para la indagación de las
bases de los sistemas socio-culturales que resultarían decisivos
para la pasión anglosajona por los estudios culturales.
La
lectura de este primer libro vuelve casi obligatoria la del
siguiente, que contiene las reflexiones sobre otros aspectos. Se
recoge además la Historia de la
sexualidad, aún no aparecida durante
la escritura del primero. Al tratarse de una recopilación de
artículos, la estructura es diferente. En cierto sentido, es más
accesible que el anterior, en cuanto a que penetra menos en una
pormenorizada estructuración del pensamiento del filósofo. No
obstante, algunas páginas requieren conocer antes dicho pensamiento.
Además, el no iniciado en filosofía puede perderse en algún
momento puntual, como fue mi caso respecto al pensamiento de
Bataille.
Para
estos no iniciados, encuentro especialmente interesantes e
iluminadores: «Michel Foucault: Una política de la experiencia» y
«Sobre el lugar de la teoría en M. Foucault: Materiales para una
reflexión». Me han parecido buenos acercamientos a algunas ideas
fundamentales.
Por
otra parte, el propio Morey advierte sobre el peligro de una
colección de artículos: cierta repetición, especialmente si se
conoce el primer libro. Además, quizá, podría habérsele añadido
algo de crítica, desde otras perspectivas. No obstante, el objetivo
principal parece ser la exposición, con lo que conlleva de
repetición, y en ese sentido no defraudará en absoluto.
Debe
alabarse también la valentía y el trabajo del editor, por el
cuidado y la interesante presentación de ambos volúmenes. Aporta un
buen regalo a quien desee ampliar sus conocimientos de filosofía y
de estudios culturales e iniciarse en la mirada de un representante
fundamental del siglo XX, justo en una España que vive uno de sus
momentos más necesitados de revisión socio-cultural.
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