Trad (italiano). Carlos Vitale. Trad (francés). Rosa Lentini, Ricardo Cano Gaviria
Igitur, Reus, 2015. 360 pp. 22 €
José Luis Gómez Toré
Las etiquetas siempre resultan engañosas, y más cuando pretenden reducir la trayectoria de un escritor a unos pocos rasgos de manual. La recepción en nuestro país de poetas como Montale, Ungaretti y Quasimodo bajo el fácil rótulo de herméticos ha desdibujado en ocasiones las diferencias entre estos grandes nombres de la poesía italiana y ha dificultado, por tanto, una lectura atenta a la singularidad de cada uno. Sería de desear que la publicación de la poesía reunida de Ungaretti contribuya a deshacer prejuicios y generalizaciones empobrecedoras.
El propio sintagma, Vida de un hombre, da cuenta de la complejidad de esta aventura estética, si bien es cierto que se trata de un título tan iluminador como engañoso. Engañoso si esperamos una poesía autobiográfica al uso (al menos, como se ha practicado a menudo en la lírica española del pasado siglo). Esclarecedor, sin embargo, si nos ayuda a percibir que Ungaretti es, ante todo, un poeta de la memoria, esto es, del olvido, de lo que queda del recuerdo cuando lo filtra el olvido y se hace lenguaje. La paradoja de la poesía del italiano (que recuerda, en esto, a la peculiar tensión que hallamos en poetas como Celan, Gamoneda o Valente) es que lo que permanece, y se recupera como una iluminación súbita, es la decantación de la vida, su poso de alegría y dolor, su “resto cantable” para decirlo con Celan. Así, el propio escritor señala en una de las valiosas notas que incluye este volumen: «No se puede captar nada, más que bajo la forma de recuerdo poético, como si solo la muerte fuera capaz de dar forma y sentido a lo que fue vivido. La duración interna está compuesta de tiempo y de espacio, fuera del tiempo cronológico; el universo interno es un mundo donde la reversibilidad es la regla». Quizá sea este el sentido profundo de esa “estética del fragmento” de la que habla Haroldo de Campos en el prólogo que aquí sirve de pórtico a libros como La tierra prometida o Sentimiento del tiempo. Poesía que, para salvar la vida, interroga sin tregua a la muerte (y a los muertos, entre ellos, al hijo del poeta que falleció con tan solo nueve años y cuya desaparición constituye el telón de fondo de uno de sus libros más conmovedores, El dolor).
De todas formas, si algo nos deja claro esta recopilación es que no hay un solo Ungaretti. Por ello, no resulta improcedente la inclusión de textos dispersos e inéditos, que permiten perfilar la imagen, o más bien las imágenes, plurales, del poeta. Aquí se aprecia al lírico de breves epifanías que los lectores solemos asociar a su nombre («Entre una flor tomada y otra ofrecida/ la inexpresable nada»; «Ahora estoy borracho/ de universo»), pero también al escritor de un tono más meditativo en poemas de cierta extensión, al hombre de profunda conciencia religiosa, al autor, tan de su tierra como cosmopolita – como corresponde a un italiano nacido en Alejandría— que dialogó a fondo con las vanguardias (entre los poemas en francés aquí recogidos, encontramos un poema dedicado a André Breton, a quien Ungaretti conoció personalmente, al igual que a otros miembros del grupo surrealista, como Louis Aragon). Pero esa diversidad señala, por supuesto, hacia una profunda unidad, la de quien sabe que solo hay experiencia profunda en el seno del lenguaje, en la alquimia de un verbo que no da la espalda al mundo, sino que trata de extraer la sustancia última de la memoria. El poeta salva los pecios de lo vivido, los restos de la existencia y, por ello, su escritura alcanza, en el gesto imposible que une celebración y elegía, esa “alegría de los naufragios” que expresa inmejorablemente la impresión que produce la lectura de sus versos.
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