Pedro Pujante
Hacía tiempo que no me reía a plena carcajada con un libro. Bastante tiempo, la verdad. Y es que la literatura en estos días de humor suele tener menos prestigio de lo que debiera por razones que desconozco. No obstante Izara Batres (Madrid, 1982) ha reunido en su primer libro de narrativa (es autora de dos poemarios) catorce historias bastante homogéneas y divertidas, críticas, lúcidas, bien escritas e inteligentes que harán las delicias de todos los lectores. Sí, de todos.
Los cuentos de esta antología se ordenan de forma análoga bajo una misma dinámica. Son monólogos escritos en primera persona y lanzados por un protagonista-narrador, más o menos desquiciado y delirante, hacia su psicoanalista, o sea al mismísimo lector-escuchante.
Las historias, por lo tanto, nos llegan de un modo directo, sin cortapisas, en un tono deliberadamente coloquial, llano y fluido. De este recurso se ha valido Izara Batres para apropiarse de la personalidad trastornada de sus personajes y en clave humorística, con un estilo oral que roza lo confesional nos enteramos de los avatares y las neurosis de los seres estrambóticos que pululan por la nerviosa geografía de este volumen. Por ejemplo, asistiremos atónitos a la primera sesión de terapia titulada "El cine", en la que su narrador nos confiesa que «yo nunca he sido yo, siempre he sido otro». Y es que, como en Zelig de Woody Allen, el héroe de esta narración es un hombre sin identidad que se apropia de la personalidad de todos los personajes, en este caso los que la gran pantalla le suministra (Bogart en Casablanca, Rocky Balboa o el mismísimo Vito Corleone). En este catalogo de rara avis atisbaremos un hombre enamorado de su ordenador personal en "Nuevas Tecnologías", un niño acomplejado que, con empeño y ansia de superación, llega a ser tirano ("La madre del dictador"). Personajes que se asfixian en absurdos mundos kafkianos gobernados por irracionales burocracias o sociedades controladas por la fama, la moda o los fenómenos mediáticos. Mundos que no dejan de ser el nuestro propio y que Batres sabe enseñarnos de forma irónica y desenfadada, desvelando así la vertiente más ridícula de la raza humana. Y es que, a través de estas breves, cáusticas y delirantes confesiones su autora ha sabido hacer una radiografía de la condición humana y de la sociedad en la que vivimos con una prosa y una dicción acertadas y despojadas de innecesarias florituras que remiten a los cuentos de Woody Allen.
Hay en estos relatos, en estas confesiones, una crítica al abuso de las Nuevas Tecnologías, a la sublimación del amor, a la incompetencia burocrática, a la televisión basura, a la tiranía que ejerce la moda sobre las mujeres, al consumismo desaforado, a la necedad de la popularidad tan en boga de nuestros días. También hay disparos contra los tópicos, que a través de leyendas urbanas, consiguen permear nuestras vidas y convertirse en leyes comúnmente aceptadas.
Recomiendo este divertido y perspicaz libro porque además de divertirse usted, lector, comprenderá qué absurdos somos los humanos actuales; porque estos dementes, psicópatas y neuróticos que aquí acuden a confesarse con su psicoanalista no son otros que nosotros mismos.
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