Mucho me complace cerrar este libro constatando que se escriben en España novelas históricas amenas y rigurosas, tan sólo hay que saberlas buscar. Porque entre tanta loa pastelosa y marujil a princesas embobadas, marqueses aguerridos o reyes descarriados, aún podemos encontrar una novela como ésta, donde los protagonistas son gente del común que no lucen oropeles, ni falta que les hace. En una narración donde tampoco existen personajes femeninos strictu sensu y sí un claro dogma religioso, esa diosa que es la ciudad de Granada con tres personas divinas que la desarrollan plenamente: la que No Dice Su Nombre, Albia Doménica de la Santísima Trinidad y la pequeña niña-viuda Adina (Isabel de Santa María), señoras de origen incierto que tejen
toda la trama, en uno de los grandes logros de esta narración tan cuidada.
Otro punto a destacar, no menos importante, es la perfecta transmisión histórica del sistema gremial, protagonista económico de la vida urbana en buena parte de la Edad Media y en toda la Edad Moderna, pero empleando para ello el elemento fantástico de unos neveros que jamás existieron, aunque esté documentado un continuo acarreo de blancos copos, en sus distintas formas, desde Sierra Nevada. Si a eso añadimos que nos relata de forma bastante lograda lo que supuso y cómo se desarrolló la rebelión
morisca de las Alpujarras; cómo son y por qué surgen disputas familiares sempiternas, intrínsecas a esas tierras granadinas; la descripción de lugares maravillosos como es la Cuadra Dorada de la Casa de los Tiros, huyendo de la tan manida y explotada Alhambra y el paso fugaz de personajes fastuosos como el increíble Juan Latino, obtendremos con todo ello un cuadro histórico fascinante y rico, en el que merece la pena detenernos. No estamos, ni mucho menos, ante una novela para leer y dejar olvidada en la silla de un autobús, lo que vamos a adquirir es un libro con el que aprendemos Historia con mayúsculas, un volumen para conservar y releer cuando nos haga falta. Por ejemplo, cuando volvamos a Granada.
Todo ello en una trama ordenada e inteligente que mantendrá nuestra atención absorta hasta que logremos terminarla, con un estilo tan cuidado que nos hará sentirnos mimados como lectores. De este modo cualquiera, al tropezar con una novela de este tipo y sin conocer a su autor previamente, un señor muy alejado de circos editoriales mediáticos, se preguntará cómo es posible lograr tal magisterio en esta obra, y el secreto se encuentra en los veinte libros publicados que ya luce este escritor con
anterioridad a éste.
Novela rigurosa, como insisto, y por esa misma razón, valiente y políticamente incorrecta, pues todos los que hemos estudiado historia sabemos que, lejos del mito de Al-Andalus como paraíso de las tres culturas, la integración con el Islam, pese a continuados intentos, fue imposible. Como prueba, basta un simple paseo por la costa andaluza, toda cubierta con atalayas, a fin de impedir razzias desde el norte de África. Y es por ello que esta novela, cumpliendo con el deber de no falsear las fuentes, nos ofrecerá en toda su crudeza esta guerra cruenta desde la perspectiva,
original e interesante, de ese mismo pueblo llano que la sufrió más que nadie.
Con novelas así, que nos llenan de orgullo, nada tenemos que envidiar a esa novela histórica anglosajona esa que teoría, tantas décadas de inversión cultural, apoyo editorial y lectores entusiastas, nos llevan.
José Vicente Pascual: "Toda esa tramoya no me interesa en absoluto"
José Vicente Pascual (Madrid, 1956), novelista con más de tres décadas en activo, luce en su historial premios como el Azorín, el café Gijón, o el Alfonso XIII, habiendo sido también finalista del Nacional de Narrativa. Entre sus títulos a destacar, La montaña de Taishán (1989), Palermo del cuchillo (1995), Juan Latino (1998), El país de Abel (2002), Homero y los reinos del mar (2009) y Los fantasmas del Retiro (2011).
—¿Qué razones históricas, literarias o de índole personal te han llevado a prescindir en tu novela de la Alhambra y preferir esta Granada que depende de Sierra Nevada?
—En La hermandad de la nieve intento contar y explicar el difícil, apasionante siglo XVI en el antiguo reino de Granada, una ciudad y un territorio que en la práctica no conocieron la edad media cristiana y que pasaron directamente del Islam como única visión del mundo al catolicismo de la época, con sus luces renacentistas y sus sombras integristas. Aquel “experimento” de convivencia entre cristianos y musulmanes acabó con una espantosa guerra civil (1568) en la que volvió a discutirse la hegemonía de poderes en el Mediterráneo, y con la posterior expulsión de los moriscos (1609). Para el desarrollo del argumento y la acción sobran estereotipos y lugares comunes. El mito del paraíso perdido nazarí es eso mismo: un mito que puede dar de sí para cierta literatura encandilada por el exotismo, pero de nada servía para mi novela. Los Cuentos de la Alhambra de Irving son una delicada obra literaria, desde luego; pero son cuentos. Los casi 120 años de convivencia entre el Islam y la civilización cristiana en Granada no son ningún cuento sino una realidad histórica que merece ser tratada como tal, por lo que significó y por lo que podemos aprender de la experiencia.
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