María José Montesinos
La gran casa es la tercera novela de Nicole Krauss, la que todo el mundo esperaba para confirmar la talla de esta escritora en la que se habían depositado muchas esperanzas tras la buena acogida de sus primeros libros. Con este último título quedó semifinalista del National Book Award. El hilo conductor de esta novela es un escritorio, que se dice que perteneció a Lorca y que los cuatro protagonistas principales del libro van poseyendo en distintas épocas. El mueble parece tener un influjo en todos sus poseedores que, de una manera u otra, acaban pagando las consecuencias de tener el secreter o de haberlo perdido. Conocemos a estos personajes por su relación con el escritorio: Nadia, una escritora neoyorkina con cierto éxito literario y problemas para las relaciones personales; Arthur, profesor universitario británico ya jubilado, casado con Lotte, escritora también, poco conocida en su caso, y con una singular personalidad; Aaron, un anciano israelí que acaba de quedarse viudo y que se reencuentra con su hijo menor por el entierro de la madre; y una joven norteamericana enamorada durante su estancia estudiantil en Inglaterra del hijo de un anticuario, el oscuro Weisz que, primero de manera tangencial y luego muy directa, participará igualmente en los avatares de esta historia. Aparecen además otros participantes con mucha menor presencia, pero decisivos en la trama, como el poeta chileno Daniel Vansky, que es quien deja en préstamo el escritorio a Nadia, o los hermanos Wiesz, Yoah y Leah.
La historia es como un abrir continuo de cajones en el que las historias van saltando a la palestra, y podemos ir conociendo los avatares de las vidas de sus protagonistas y sus razones para actuar como lo hacen; incluso aparece, por casualidad, algún cajón muy secreto, como el pasado desconocido que Arthur descubre sobre su esposa poco antes de morir ésta, cuando ya es una anciana con un alzheimer avanzado.
A través del periplo que recorre el preciado escritorio, visitaremos Nueva York, Londres e Israel, y volveremos a la época del holocausto judío, a la guerra del Yom Kipur, a la dictadura chilena y sus torturas o a la emigración europea a Estados Unidos; pasajes y escenarios decisivos en los protagonistas que transitan por las páginas de la novela de Krauss. Aunque, a mi parecer, Nadia no es el tipo mejor construido o no es el que resulta más interesante, sí que me parecen apasionantes sus reflexiones sobre el oficio de escritor y el proceso de escritura. Sus cavilaciones metaliterarias dan lugar a algunos de los mejores párrafos de esta novela. Hay otras reflexiones sobre distintos aspectos vitales que muestran también una mente perspicaz y muy sensible; pequeñas perlas de especulación intelectual sobre situaciones en las que nos vemos reflejados y que apetece guardar no en el cajón de un escritorio, sino en la balda de una vitrina, para tenerlas bien presentes y a mano.
Decía Krauss a un medio español con motivo de la traducción de este libro suyo que “la tercera persona me parece artificial, quiero escaparme para llegar a otro nivel de autenticidad”. No es raro, por tanto, que el libro se estructure sobre monólogos. A través del diálogo interior de los personajes conocemos los hechos que suceden en la novela y nos hacemos idea de la personalidad de cada uno de ellos. Uno de las pocas cosas que, a mi parecer, se le pueden reprochar a este libro es que el tono y el lenguaje de todos los personajes es muy parecido. Sin embargo, dado que el libro está muy bien estructurado en capítulos y que las historias son radicalmente distintas, no se pierde el lector en la narración. La elección del monólogo como técnica narrativa tiene la ventaja de que algunas cuestiones que no quedan resueltas tienen la justificación literaria de que no lo están tampoco para el personaje que, por tanto, no tiene por qué aclararlas, cosa que sí podría reprochársele a Krauss si su narrador fuese una tercera persona omnisciente.
Se trata de un libro denso, concienzudo en la narración, en la que la autora no escatima ningún detalle para relatarnos con minuciosidad cualquier dato que pueda aportar más a nuestro conocimiento sobre el personaje, aunque siempre este juicio estará condicionado al ser el monólogo la técnica narrativa elegida y el propio personaje el que nos habla a través de su propia percepción de los hechos.
En todo caso, la novela absorbe por el atractivo de las historias que en ella se desarrollan y por el carisma de los personajes, todos con un mundo interior muy rico y en constante conflicto personal, como suele ser habitual en los libros de Krauss.
2 comentarios:
esuenaso este articulo amigo saludos desde peru de frank perez pastor . chau!
Tengo ganas de descubrir a esta autora, y lo haré con esta novela porque ya la tengo por aquí. Me gusta que cuide tanto la psicología de los personajes (soy casi una obsesa de esto), y la reflexión que has hecho sobre el punto de vista narrativo me ha parecido muy interesante.
Un saludo.
Publicar un comentario