Santiago Pajares
Dai Sijie se hizo conocido a raíz de su primera novela, Balzac y la joven costurera china en 2001, de la que él mismo, en calidad de director y guionista, se encargó de trasladar al cine con gran repercusión mundial. En esta novela se narraba la vida de dos adolescentes internados en un campo de adiestramiento chino en la época de Mao y cómo cambiarían sus vidas cuando aparece una maleta llena de libros de autores occidentales. Para el que no lo conozca, a finales de los años 60, en la China dirigida por Mao se llevó al campo para su reeducación a toda clase de estudiantes universitarios, intelectuales, gente no afín al régimen o incluso ciudadanos con gafas. Lo que viene siendo conocido como: “¿Te crees muy listo? Pues a labrar el campo.”
El propio Dai Sijie estuvo en uno de estos centros de 1971 a 1974, lo que le supuso una buena labor de documentación para su novela. Tras conseguir una beca para estudiar cine en el extranjero y después de la muerte de Mao, escogió Francia para continuar sus estudios y se instaló allí de forma permanente.
Por su segunda novela, El complejo de Di ganó en Francia el premio Fémina en 2003.
El libro que tratamos ahora, Tres vidas chinas es su quinta novela. Es un libro muy corto, apenas 134 páginas, con una preciosa portada y una encuadernación bien cuidada. En él Dai Sijie nos cuenta tres historias que ocurren en la misma isla ficticia, la isla de la Nobleza, un precioso nombre al que sin embargo la isla no hace honores. Esta isla es uno de los principales centros de reciclaje de material electrónico del mundo, donde chinos sin apenas recursos tratan de extraer de los televisores, neveras, placas y ordenadores materiales como plomo, zinc, cadmio, aluminio o cobre. Ni que decir tiene que en la isla de la nobleza las condiciones laborales brillan por su ausencia, lo que crea continuos y graves problemas de salud entre los trabajadores. Desde ahora ya podemos imaginar adónde van nuestros ordenadores cuando decidimos comprarnos uno mejor y más potente.
En la primera de las historias se cuenta el destino de un niño afectado de Progeria (niños que nacen pareciendo ancianos) y cómo es vendido por su tía para oscuros fines políticos. Al parecer muchos de los niños de la isla nacen con esta enfermedad por la contaminación de los productos eléctricos. Está narrada en primera persona por la voz de un niño de 12 años que vive en un contenedor industrial reconvertido en vivienda, y cuenta todo desde su perspectiva, que ve esto como una gran aventura que vivir y no es consciente del riesgo que corre. La segunda historia narra la historia de una chica que aspira a ser patinadora sobre hielo y practica cada día en el embalse de agua congelada del que su padre es guardián. Cuando su madre, que ha perdido la memoria por trabajar en un centro de reciclaje desaparece, comienza a sospechar que su padre puede haberla asesinado. La tercera historia nos cuenta la vida de un chico, llamado sólo hijo menor, que tiene que convivir con su hermano mayor, loco por intoxicación por plomo, atado a un árbol en el jardín de su casa por una cadena forjada por su propia madre. Cuando se marcha de allí dejándolos a los dos solos descubrirá que hay ciertas historias de las que no te puedes alejar, que las llevarás siempre contigo.
Es un libro triste y hermoso al mismo tiempo, narrado con una gran sensibilidad y elegancia. Creo que nos hace más conscientes de nuestro lugar en el mundo y de a dónde van las cosas que desechamos y el impacto que puede tener en otra gente que vive a miles de kilómetros de nosotros. Un libro que podría haberse titulado “Tres pequeñas, tristes y hermosas historias chinas”. Emoción hasta el último párrafo.
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