viernes, diciembre 28, 2012

Mundos de exilio e ilusión, Ursula K. Le Guin

Trad. Rafael Marín. RBA, Barcelona, 2012. 492 pp. 19 €

Julián Díez

Fallecidos J. G. Ballard y Stanislaw Lem, la única esperanza razonable que nos queda a los lectores de ciencia ficción de contar con un Nobel que nos brinde definitivamente la tan soñada como superflua respetabilidad es Ursula K. Le Guin. Es una esperanza tenue, puesto que si llega pronto un Nobel estadounidense tras veinte años de sequía no faltan nombres con tantos méritos para recibirlo como los de Philip Roth, Cormac McCarthy y Paul Auster. Ya que les menciono, tres autores con excelentes novelas de temática de ciencia ficción, por cierto, como también hay frecuentes practicantes de la literatura prospectiva entre ganadores previos como Doris Lessing, William Golding o José Saramago. Dicho esto, quede claro que Le Guin no desmerece en este listado, y que si no ha leído hasta ahora ninguna de sus obras es simplemente por esa longeva anomalía del mercado literario español dando de lado a los géneros.
El presente volumen viene a hacer justicia con tres buenas novelas de Le Guin, en rigor las primeras de su producción, que andaban esparcidas en castellano por ediciones descatalogadas y aquí se recogen en un ómnibus que abre, de manera inmejorable, la colección del literatura fantástica que ha arrancado RBA. Son novelas con nexos comunes: escritas de manera sucesiva, comparten el escenario del llamado ciclo Hainish. Es una historia del futuro, elaborada de forma poco sistemática por la autora, en la que la humanidad se ha integrado en una sociedad galáctica compuesta por otros planetas con ancestros comunes.
El mundo de Rocannon tiene un lugar en la historia del género por haber servido para crear el término “ansible”: un aparato que sirve para comunicarse de manera instantánea entre estrellas separadas por años luz. En el ciclo Hainish, el viaje más rápido que la luz no existe, pero sí es posible la transmisión de información. El hecho de que por un efecto relativista los viajes interestelares duren horas para los pasajeros pero años para quienes permanecen en un planeta es uno de los ejes para el desarrollo poético de una historia ripvanwinkleriana que sustenta la novela; porque, en efecto, con las herramientas temáticas de la ciencia ficción puede hacerse poesía, como ya demostrara antes Ray Bradbury.
El Rocannon del título es un antropólogo que visita un atrasado mundo extraterrestre, poblado por tres razas humanoides distintas, y en el que se desarrolla una historia que mezcla elementos de la fantasía heroica con los de la ciencia ficción. Le Guin se anticipa por poco a una de las obras clave de la ciencia ficción europea, Qué difícil es ser dios, de los hermanos Strugatski; si no llega tan lejos en sus conclusiones como los rusos, al menos consigue una primera novela sustanciosa.
La segunda es El planeta de exilio, que se extiende con más amplitud sobre el tema del mestizaje entre una cultura evolucionada y otra en desarrollo, muy del gusto de los años sesenta y el proceso de descolonización. De extensión breve, también sirve para presentar al pueblo mestizo que será protagonista de la última novela incluida, Ciudad de ilusiones, quizá la primera obra de gran jerarquía de Le Guin: una historia de la rebelión de la decadente población terrestre contra sus invasores, protagonizada por un personaje sin memoria que desempeñará un papel preponderante en el alzamiento, y en la que brillan ya los temas característicos de la autora. Desde el concepto taoísta de los opuestos complementarios, hasta el impacto de la soledad, pasando por el valor de la verdad y, de nuevo, los retratos de civilizaciones alternativas llevados a cabo con coherencia antropológica.
Ciudad de ilusiones sería seguida un par de años después por La mano izquierda de la oscuridad, una de las cinco o seis novelas que generalmente se disputan el título del mejor libro de ciencia ficción de la historia; para mí, una de las dos o tres que en verdad se lo merecen de las habitualmente citadas. En Mundos de exilio e ilusión ya hay síntomas serios de la grandeza que Le Guin alcanzaría en los años setenta, y este volumen hace justicia a estos trabajos pioneros con una edición y traducción irreprochables

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