Ángeles Prieto Barba
Continuando su repaso divulgativo a la historia de Castilla iniciado en septiembre de 2010 con el libro La nación inventada, donde se abordaba el siglo XIII, Arsenio e Ignacio Escolar (padre e hijo) entran con este segundo volumen en el siglo XIV, tal vez los cien años más difíciles de superar que conoció el mundo occidental hasta la fecha, incluido el XX.
Porque en ese tiempo los embates de la hambruna y los conflictos bélicos generalizados no hicieron más que acrecentar una mortandad brutal, fulminante y sobrecogedora a causa de la peste negra, que dejó a Europa prácticamente despoblada, sin una de cada tres personas que la habitaban. Además, con los sufridos pobladores de esta Península Ibérica repartidos en cinco reinos que permanecieron en pugna constante: Portugal, Castilla, Navarra, Aragón y Granada.
Aunque lo interesante de este libro, pese a sus evidentes protagonistas que son Pedro I, Enrique II de Trastámara y el discutible cronista Pedro López de Ayala, es que los autores pretenden transmitirnos también una historia del pueblo: campesinos, artesanos y pequeños comerciantes que sobreviven a duras penas víctimas de todas estas plagas, y además debiendo sufragar con altos impuestos o “pechos desaforados”, el alto nivel de vida de una aristocracia y un poder eclesiástico que finalmente se decantaron por apoyar al bastardo Enrique, “el de las Mercedes”, a fin de acrecentar sus privilegios. Y en este sentido concreto, Arsenio e Ignacio determinarán (al igual que hiciera el gran medievalista don Julio Valdeón mucho antes) que con este episodio bélico aparentemente sucesorio, nos encontramos ante una primera guerra civil española con todas las de la ley. No sólo porque el siglo XIV viene precedido de una Hispania romana y unos reinos godos que no podemos negar, sino también porque en este conflicto que nos ocupa (1366-1369) participan asimismo los demás reinos peninsulares y las potencias europeas más cercanas (Inglaterra y Francia), apoyando a uno u otro candidato, incluso cambiando de bando (Navarra) en función de sus intereses.
Siguiendo esta tesis, Pedro I (cruel y justiciero), efectivamente desequilibrado tras análisis forenses contemporáneos, sería el representante adelantado de esa España moderna que estaba por llegar, donde el monarca concentraría todo el poder bajo su corona, acabando así con la anarquía feudal y los abusos de la alta nobleza. Pero no pudo ser. Y su expuesta cabeza cercenada a manos de su hermanastro Enrique certificó un punto de inflexión en la historia de esa Castilla más igualitaria de burgos, artesanos, mercaderes y judíos que conocería su derrota definitiva con la expulsión de los últimos y la derrota comunera en Villalar. Asunto que será abordado, pues así nos viene anunciado, en un próximo volumen.
Nos encontramos pues ante un gran trabajo de divulgación seria, crítica con las principales fuentes de la época, amena hasta en las cuestiones más enrevesadas como fueron los ajedrecísticos pactos matrimoniales y que sirve para interrogar a la historia desde las cuestiones que nos afectan ahora, como esta crisis que estamos viviendo que pone bien a las claras la división entre privilegiados fiscales (financieros y políticos) y no privilegiados, el resto del pueblo. Porque no hemos cambiado tanto desde la aparentemente lejana, oscura y atrasada Edad Media.
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