Verónica Aranda
Ruskin Bond, un autor apenas conocido en Europa, es una de las grandes figuras de la literatura india en lengua inglesa. Ha abarcado casi todos los géneros literarios, por los que ha recibido importantes galardones, destacando en literatura infantil y narrativa de viajes. En un país con 22 idiomas oficiales y miles de dialectos como es la India, Ruskin Bond representa un caso extraño, “la otra cara de la moneda” si le comparamos con Salman Rushdie, como comenta María López en el prólogo del libro, donde relata su encuentro y conversaciones con el autor. Nacido en India en 1943, pero de ascendencia inglesa, tras una breve estancia en Londres, se asentó definitivamente en las montañas indias en los años 60, cerca de Musoorie, antiguo lugar de veraneo del Raj británico.
Delhi no está lejos, es una obra maestra de la novela breve que ha rescatado la editorial Automática. Ruskin Bond, con su gran capacidad de observación, nos muestra una India alejada del triángulo de oro y las rutas turísticas. La India que apenas conocen los occidentales, formada por miles de pequeñas ciudades polvorientas como Pipalnagar, ciudad imaginaria donde transcurre la novela. Sus habitantes luchan por la vida entre cortes de luz, viviendas insalubres de una sola habitación, usureros despiadados, ventiladores que apenas giran en las noches sofocantes del verano. En Pipalnagar el mundo parece abarrotado de vidas inacabadas, no sucede nada y, al mismo tiempo pasa la vida, y pasa la India milenaria que se rige por el paso de las estaciones y el monzón. El mundo gira en torno al barrio, los chismorreos de la barbería y hay pequeños acontecimientos como una manifestación del sindicato de mendigos.
En una sociedad en que se considera un descastado al que no tiene familia, el contacto humano y los vínculos fuertes de amistad y solidaridad salvan a los protagonistas: Arun, un escritor fracasado que malvive plagiando thrillers de serie B; Suraj, un vendedor de baratijas epilépsico que duerme en la calle y su esfuerzo titánico por preparar unos exámenes estatales que le hagan prosperar; Kamla, una prostituta bondadosa a la que vendieron sus padres. Se trata de personajes anónimos, supervivientes, pero no por ello dejan de tener un espacio dentro de esa realidad poliédrica que es la India.
Delhi está a sólo 200 kilómetros de Pipalnagar y es, al mismo tiempo, una entelequia, la tierra prometida donde los personajes sueñan establecerse y aspiran a una vida mejor, lejos del sopor que los aprisiona. Porque en Pipalnagar la gente está demasiado resignada incluso para estar desesperada. Entre tantas carencias queda siempre un hueco para la esperanza y el desprendimiento.
Cabe destacar la excelente traducción de María López, que consigue trasladar al castellano el estilo sencillo y elegante del autor indio que, a la vez, está lleno de hondura, atento siempre al ser humano, a los detalles. Su escritura tiene el don de elevar lo local a universal y nos permite asomarnos a mundos desconocidos. Esperamos con impaciencia la próxima novela de Ruskin Bond que publicará también la editorial Automática.
1 comentario:
La India es uno de los grandes ausentes de mis lecturas, así que igual lo arreglo con este libro.
Gracias por la magnífica reseña, la enlazo en Twitter para que más gente pueda conocer el libro.
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