Cecilia Frías
Hace solo unos días Obama inauguraba en Washington un monumento en memoria de Martin Luther King. Destacaba el presidente que a pesar de haber transcurrido casi medio siglo desde el famoso “I have a dream” todavía queda mucho por hacer en el camino hacia la libertad y la igualdad racial. Esta feliz coincidencia supone que la lectura de Claroscuro, de Nella Larsen (Chicago, 1891), traducida por primera vez al castellano en esta cuidada edición de Contraseña,vaya más allá del drama psicológico que retrata los conflictos interraciales de dos mujeres en la sociedad norteamericana de comienzos del XX, y alcance ahora una fuerza de inusitada actualidad ante nuestros ojos.
Poco se sabe acerca de la biografía de esta autora del “Renacimiento de Harlem” que triunfó como novelista en los años 20, introdujo a Lorca en los círculos neoyorkinos de los artistas negros, viajó por Europa y que sin embargo, tuvo que digerir el rechazo de su propia familia, o aceptar el ostracismo al que se vio relegada tras el divorcio de su marido y una acusación de plagio.
Aunque tiendo a desconfiar del biografismo a la hora de acercarme a una obra, parece innegable la huella que dejaron enla literatura de Larsen sus raíces de color, y esa pertenencia a un territorio de nadie que oscila entre el origen antillano del padre y el rechazo de la madre blanca. No en vano comienza Claroscuro con una cita de un poeta de Harlem en la se cuestiona qué significa África para todo este colectivo de creadores después de trescientos años de profundo desarraigo.
El fortuito encuentro entre dos amigas de la infancia tras más de doce años sin verse nos enfrenta a dos personalidades bien diferentes: la de Irene Redfield, protagonistabienpensante bajo cuyo punto de vista se construye el relato, y la de la felina Clare. Si Irene representa la fidelidad a la raza y la búsqueda de la estabilidad con su familia de color y su hogar en Harlem, Clare Kendry se erigirá en contrapunto perfecto a la existencia políticamente correcta de su antigua amiga. De piel casi marfileña y un descaro refinado que la hace poderosamente atractiva, Clare no duda en huir de casa de sus tías y hacerse pasar por blanca ante un marido que, por encima de todo, “odia a los negratas”. Esta actitud supone un auténtico revulsivo para la mentalidad de la protagonista, que si bien desprecia la humillación a la que se somete Clare con semejante pareja, no puede dejar de sentirse seducida por su valentía y su desprecio a la seguridad establecida.
De esta manera se va conformando un peligroso triángulo en cuanto entra en escena el hastiado marido de Irene que, insatisfecho por la vida que su esposa le ha proyectado y por la escapista educación que pretende dar a sus hijos, encuentra en su amiga un apoyo con el que aliviar su soledad. Con gran habilidad la autora introduce un inocente gesto como punto de inflexión que dará un viraje de 180 grados en el personaje de Irene, precipitando entonces que la moderada madre de familia entre en un círculo de paranoicas conjeturas que tiñen de oscuridad cada uno de sus pensamientos.
El conflicto de identidad al debatirse entre la fidelidad a la raza o a los deseos individuales, la reflexión sobre lo que significa ser madre, o sobre las máscaras que nos construimos para cumplir con el rol que los demás esperan de nosotros. La libertad, en fin, son asuntos universales que Larsen nos deja sobre el papel. Todo ello aderezado por una trama que te atrapa desde la primera página, y que seguro cautivará a multitud de lectores como ya sucedió en 1929 cuando Claroscuro fue publicada por primera vez.
2 comentarios:
Bueno creo que obama es uno de los mejores propulsores de la igualdad racial asi que esa iniciativa me parece espectacular.
Perdona, pero creo que Clare en ningún momento se habla de "negratas". Quien sí lo hace es su marido. Ella mantiene una actitud ambigua, y sí, prefiere pasar por blanca, pero tiene un relación con Brian, y a Irene le confiesa que si se descubriera su simulación se trasladaría a Harlem.
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