Santiago Pajares
La segunda acepción de Mooch es andar despacio, aparentemente sin rumbo. Es lo que hacen lo que no tienen nada que hacer o aquellos que no tienen demasiado en qué pensar. Dan Fante es hijo de un escritor que me encanta, John Fante, cuya primera novela, Pregúntale al polvo me marcó mucho. Debe ser duro vivir (y escribir) a la sombra de algo así, pero parece ser que el hijo nunca lo ha rehuido, nunca ha querido despegarse de esas sombra que a tantos escritores hijos de escritores les produce tanto frío. Y es que a Dan Fante se le nota orgulloso de quién fue su padre, y lo demuestra en este libro.
Existe algo que me gusta llamar “Literatura del perdedor” (La corriente oficial se llama realismo sucio), y es una literatura que siempre me ha encantado. La tenía Bukowski, la tenía Borroughs, la tenía John Fante y ahora la tiene su hijo, Dan. En estos libros, generalmente de tintes autobiográficos, el protagonista es un perdedor nato que recorre (o Moochea) las calles de alguna ciudad americana borracho y preguntándose qué va a ser de su vida, cómo va a conseguir dinero para beber y pagar el alquiler. Aunque pueda parecer un poco deprimente no es así, porque cuando en tu propia vida las llamadas no llegan, los mails no entran y tu futuro parece incierto, reconforta leer a alguien que está en una situación mucho peor que la tuya y sobrevive. Lo malo de este tipo de literatura es que no es muy abundante, así que tenía que guardarme esos libros de Bukowski para momentos especiales. Me alegra mucho saber que ahora hay alguien escribiendo material nuevo para salvarnos de nuestros malos momentos. En cierto modo, ya es una tradición familiar.
Y es que no podemos hablar de Dan Fante sin hablar de su padre, y no podemos hablar de su padre sin hablar de Bukowski, porque todos están íntimamente ligados. Como cuenta el propio Bukowski en el prólogo de Pregúntale al polvo, había pocos libros que tuvieran que ver con él, con las calles y las personas que le rodeaban. Pocos podían hablar de la desesperación con conciencia de ello, con una experiencia propia y brutal. Cuando, tras abandonar cientos de libros en la biblioteca, Charles Bukowski comenzó a leer Pregúntale al polvo, supo que estaba ante uno de esos libros que, de una forma mágica, se saltan los años para que el lector y el escritor hablen de tú a tú. Una charla privada con las hojas como escenario. Fue el propio Bukowski quien convenció años después a su editor, John Martin, para que relanzaran los libros de Fante, libros que habían sustentado su propia literatura. Y es que cuando has leído muchos libros de Bukowski y de pronto lees uno de John Fante, lo entiendes, y reconoces en esos dos escritores de Los Ángeles, unidos por la miseria y el alcohol, a dos hermanos. Y el hijo de John Fante, Dan Fante, bebe de esas mismas fuentes, de esas mismas calles y de esos mismos personajes para escribir sus libros. Mooch es una versión actualizada de todo ello, una revisión de la desesperación cotidiana que nunca pasa de moda.
Mooch es un libro corto (217 páginas) y muy agradecido. Una de esas historias de pocos personajes que consiguen mantener el interés durante toda su extensión. En una época de larguísimos dramas históricos y thrillers con sectas que recorren milenios, es algo muy de agradecer. El protagonista y alter ego del autor, Bruno Dante (como Arturo Bandini fue alter ego de su padre John), recorre las calles de Los Ángeles buscando estabilizar su futuro. Residente en una casa de acogida para ex alcohólicos y recién despedido de su trabajo de vendedor de aspiradoras puerta a puerta, encuentra una nueva oportunidad como vendedor telefónico de repuestos de oficina en una gran empresa liderada por un hombre, también ex alcohólico, dispuesto a salvar a todos de sí mismos y darles una nueva oportunidad. Allí conoce a Jimmi, una ex adicta al crack de la que se enamora perdidamente de una forma como sólo un borracho se puede enamorar, con verdadera adicción.
Mooch es un gran libro, una revisión de ese realismo sucio (o literatura del perdedor) que tanto hemos leído. Pero es algo más, es un poco de esperanza para todos. Porque si Bruno Dante puede cargar todo eso sobre sus hombros y sobrevivir, quizá nosotros también podamos. En resumen, Mooch, de Dan Fante es un libro de quién John Fante y Charles Bukowski se hubieran sentido orgullosos.
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