Julián Díez
A falta de grandes historias en los medios de comunicación, el noble arte del reporterismo clásico se refugia en lo que antes era su destino secundario y final, el libro. La aportación de Vaillant, experto en temas medioambientales, evoca de inmediato desde su punto de partida a referentes que creo que agradan a casi cualquier lector, mezclando precisamente narración y testimonio: desde las descripciones desgarradas de la profunda Rusia de un Kapuscinski hasta las obras clásicas de la literatura estadounidense que enfrentan al hombre con bestias incognoscibles —Melville, London—, pasando por las aventuras polares cercanas al horror de Poe o Verne, y unos retratos de personajes entroncados con el entorno que remiten inevitablemente a Arseniev, por razones geográficas, pero también a viajeros clásicos como Chatwin.
Vaillant se las apaña para sacar todo eso de una anécdota de modesta envergadura; un par de muertes a manos de un tigre en el Primorje siberiano, la esquina situada exactamente en el final de Eurasia, sobre Corea del Norte y China. El suceso, que se produjo varios años antes de que Vaillant se ponga a investigarlo, es pronto reducido a excusa para los propósitos del autor. En primer lugar, y de manera destacada, dar cuenta de la compleja relación del hombre con los predadores felinos, devenidos en figuras arquetípicas bien presentes en el inconsciente colectivo humano desde tiempos prehistóricos. Los tigres siberianos que protagonizan la historia son caracterizados de forma brillante como una máquina de matar casi definitiva por su tamaño y agilidad. Además, Vaillant usa la estrategia clásica del género de terror de apenas mostrarlos de manera concreta, mientras no deja de referirse a ellos; cabe esperar que si llega a producirse una anunciada adaptación cinematográfica del libro —Darren Aranofsky tras la cámara, Brad Pitt ante ella—, se tenga la sensibilidad para reproducir ese mecanismo y esas sensaciones.
Por otra parte, esta es una historia sobre un rincón del mundo muy concreto, y sobre las muy especiales circunstancias en que la sociedad se ha adaptado a él. El relato tiene más que presente un entorno compuesto por una naturaleza aún totalmente fuera del control humano, temperaturas extremas más allá de lo imaginable, ciudades semiabandonadas tras la perestroika, alcoholismo y miseria. Un lugar en el que, simplemente, lo normal sería que no hubiera occidentales, y los pocos que quedan a estas alturas tras la colonización del lugar, a costa de la siempre floreciente megalomanía rusa, subsisten en su mayoría aislados, dedicados a cazar con munición hecha en casa para sobrevivir y buscando la asistencia de los nativos más adaptados, más resistentes, a los que en el siglo pasado se quiso exterminar.
Por supuesto, esos personajes —maravillosa la idea de incluir el retrato de muchos de ellos en unas ilustraciones a color: sus rostros son como cartografías de la supervivencia— son el eje fundamental. Tanto los perdedores terminales -porque realmente es difícil imaginar una situación peor- como los héroes anónimos que intentan mantener el tipo en esta situación extrema son retratados por Vaillant con pinceladas impresionistas en las que no puede evitar una ternura implícita. El denominador común a todos ellos es su aceptación de algo que para cuantos me lean es apenas una sensación remota: la de que su destino no está en sus propias manos o las de otros hombres —sean familiares, jefes, gobernantes o especuladores financieros—, sino en las de una naturaleza impredecible e insensible. Como los personajes más perturbadores del terror moderno, el entorno siberiano no odia al hombre, sino que es por completo indiferente a sus necesidades o inquietudes. El tigre protagonista, que enloquece para escapar a la supuesta lógica en el comportamiento de su especie, no es sino la plasmación definitiva de esa realidad.
En una acción elemental, pero hoy extraordinaria, Vaillant recoge el reto de Kapuscinski, va hasta allí donde se produjeron los hechos y los cuenta. Pese a su conocimiento previo de otros lugares e historias no menos complicados, la impresión es que para Vaillant ese fue uno de los viajes que cambian por dentro, y consigue transmitir no poco de esa experiencia en este libro más que recomendable.
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