Tras. Alejandro Palomas. El Cobre, Barcelona, 2009. 166 pp. 20 €
Pedro M. Domene
Françoise Sagan (1935-2004) se convirtió tras la publicación de su primera novela, Buenos días, tristeza (1954), en un fenómeno editorial que conmovió a la sociedad francesa del momento. Autora, además, de algunos éxitos posteriores tanto en narrativa, como en teatro y algunas, poco afortunadas, incursiones en el mundo del cine con guiones de escaso éxito. Traducidas, casi todas sus obras importantes a lo largo de estos años, El Cobre Ediciones publica en castellano Desde el recuerdo (2009), una obra autobiográfica que cuenta, con el habitual estilo directo de la narradora francesa, algunas de las pasiones que la llevaron a sonados escándalos, y a consumar una vida al límite. Habitual del boulevard de Saint Germain, por donde solía verse a Juliette Greco, Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, moradores de un París de profundas ideas revolucionarias, repleto de excesos de todo tipo. La buena vida, las excentricidades, el juego, fueron algunas de las pasiones de la joven Sagan. Los nombres de Billie Holiday, Tennesse Williams, Carson McCullers, Orson Wells, Rudolf Nureyev y, sobre todo, Jean Paul Sartre, conforman la agitada existencia de esta intelectual que provocaría escándalos a lo largo de toda su existencia, tanto privada como pública, además de todos los excesos que el alcohol y las drogas le permitieron. Con una prosa clara y contundente, estos textos contienen sus opiniones sin reservas y expresan esa combinación de cinismo, sensualidad e indiferencia con que se caracterizaba su obra en prosa, así como su propia actitud. Sagan escribe sobre quienes admira, sobre las tragedias con que vivieron esos personajes, atormentados en ocasiones como ella misma. A través de esta colección de textos (diez en total) ofrece el más sincero retrato de sí misma que jamás hubiéramos podido imaginar, porque además de escribir con ese entusiasmo juvenil en ocasiones, evoca algunos de esos aspectos favoritos que conformaron su propia vida: el sol, el ocio, los coches, ciertas compañías, algunas de sus lecturas adolescentes: Gide, Camus, Rimbaud o el eterno Proust. Y sobre todo ofrece, esa lucida visión de vértigo con llevó su ludopatía, cuando prácticamente buena parte de su adolescencia y madurez se desarrolló sobre los tapetes verdes de Saint-Tropez, y así quedó reducida a la débil sombra de aquella joven despreocupada que con ese primer libro, publicado en 1954, vendió millones de ejemplares en todo el mundo, solía divagar acerca de lo presentido, y todo lo observaba, con una candidez casi infantil. ¿En qué se parece la tragedia a la vida? Parte de la respuesta está en Desde el recuerdo, una excelente ocasión para volver sobre la autora de Buenos días, tristeza, tras algunos años de silencio y de sufrimiento.
Pedro M. Domene
Françoise Sagan (1935-2004) se convirtió tras la publicación de su primera novela, Buenos días, tristeza (1954), en un fenómeno editorial que conmovió a la sociedad francesa del momento. Autora, además, de algunos éxitos posteriores tanto en narrativa, como en teatro y algunas, poco afortunadas, incursiones en el mundo del cine con guiones de escaso éxito. Traducidas, casi todas sus obras importantes a lo largo de estos años, El Cobre Ediciones publica en castellano Desde el recuerdo (2009), una obra autobiográfica que cuenta, con el habitual estilo directo de la narradora francesa, algunas de las pasiones que la llevaron a sonados escándalos, y a consumar una vida al límite. Habitual del boulevard de Saint Germain, por donde solía verse a Juliette Greco, Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, moradores de un París de profundas ideas revolucionarias, repleto de excesos de todo tipo. La buena vida, las excentricidades, el juego, fueron algunas de las pasiones de la joven Sagan. Los nombres de Billie Holiday, Tennesse Williams, Carson McCullers, Orson Wells, Rudolf Nureyev y, sobre todo, Jean Paul Sartre, conforman la agitada existencia de esta intelectual que provocaría escándalos a lo largo de toda su existencia, tanto privada como pública, además de todos los excesos que el alcohol y las drogas le permitieron. Con una prosa clara y contundente, estos textos contienen sus opiniones sin reservas y expresan esa combinación de cinismo, sensualidad e indiferencia con que se caracterizaba su obra en prosa, así como su propia actitud. Sagan escribe sobre quienes admira, sobre las tragedias con que vivieron esos personajes, atormentados en ocasiones como ella misma. A través de esta colección de textos (diez en total) ofrece el más sincero retrato de sí misma que jamás hubiéramos podido imaginar, porque además de escribir con ese entusiasmo juvenil en ocasiones, evoca algunos de esos aspectos favoritos que conformaron su propia vida: el sol, el ocio, los coches, ciertas compañías, algunas de sus lecturas adolescentes: Gide, Camus, Rimbaud o el eterno Proust. Y sobre todo ofrece, esa lucida visión de vértigo con llevó su ludopatía, cuando prácticamente buena parte de su adolescencia y madurez se desarrolló sobre los tapetes verdes de Saint-Tropez, y así quedó reducida a la débil sombra de aquella joven despreocupada que con ese primer libro, publicado en 1954, vendió millones de ejemplares en todo el mundo, solía divagar acerca de lo presentido, y todo lo observaba, con una candidez casi infantil. ¿En qué se parece la tragedia a la vida? Parte de la respuesta está en Desde el recuerdo, una excelente ocasión para volver sobre la autora de Buenos días, tristeza, tras algunos años de silencio y de sufrimiento.
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