viernes, mayo 29, 2009

El curioso caso de Benjamín Button / El diamante tan grande como el Ritz, F. Scott Fitzgerald

Trad. Carlos Milla Soler. Punto de Lectura, Madrid, 2009. 160 pp. 7,30 €

Miguel Baquero

“Todos venimos de El capote, de Gogol”, es fama que dijo Dostoievski, en referencia al celebre cuento del autor ruso donde, desde una raíz costumbrista y un punto folletinesca de contar una historia con los pies anclados en la realidad, de pronto, en un momento indeterminado, el escritor da un salto en el vacío, deja que se expansione su imaginación y prácticamente cambia por completo la manera de hacer y concebir los cuentos. El capote de Gogol podría marcar, seguramente, el punto de inflexión en que la fantasía deja de estar constreñida por su intento de reflejar la realidad social, suelta el lastre y toma carta de naturaleza propia. Como si dijéramos, se independiza.
El curioso caso de Benjamín Button, y el cuento que completa este volumen: El diamante tan grande como el Ritz, son una excelente muestra de imaginación desbordante, de un relato que no busca su valor en el reflejo de lo cotidiano, sino que pretende tener entidad por sí mismo. Sobre el primero se ha rodado recientemente una película y creo que todos los lectores estarán al tanto, o tendrán una idea al menos, de su argumento: El curioso caso… cuenta la historia de un hombre que al nacer es un anciano y, a partir de ese momento, su vida marcha en sentido contrario al de los demás. Ello da pie a numerosos equívocos y golpes humorísticos, que Scott Fitzgerald resuelve con una maestría y una frescura envidiables.
Una auténtica exhibición de gracejo y desenfado que no desentona, sin embargo, ni por supuesto desmerece, a ese Fitzgerald analista y crítico de la sociedad de El gran Gatsby, o de Hermosos y malditos, ni siquiera al visitante de los abismos humanos en Suave es la noche. Antes por el contrario, El curioso caso…, una novela breve o cuento largo de poco más de cincuenta páginas, pese a su concisión y a su raíz anecdótica, guarda en sus recovecos esa mirada ácida de Fitzgerald sobre la vida social, sobre el triunfo y la derrota, sobre el brillo de las luces tras el que se esconde la noche más oscura. Y al fondo de todo, al final del cuento, la inmensa ternura de Fitzgerald hacia sus personajes caídos que en este caso da lugar a uno de los más bellos finales que haya nunca leído; un final donde la confusión y los chistes de hace apenas un momento se difuminan y pierden su sentido ante la irrupción de lo verdaderamente importante, de ese absoluto que acecha continuamente al lector detrás de cada página de Fitzgerald.
El diamante tan grande como el Ritz, cuento que completa este volumen, me ha recordado en muchos sentidos a las novelas de Julio Verne; en especial, a su novela póstuma y en mi opinión mejor, como es La impresionante aventura de la misión Barsac. Así, una ciudad maravillosa con sus propias leyes y una fabulosa riqueza de repente en medio del desierto, en este caso en medio de Montana, oculta por fantásticos medios a la vista de quienes viven a apenas unos kilómetros. Una oportunidad, de nuevo, para la imaginación sin ataduras.
El curioso caso de Benjamín Button, junto con El diamante tan grande como el Ritz, ambos cuentos apropiadamente unidos en este volumen, suponen una excelente ocasión para acercarse a ese otro lado de Scott Fitzgerald, a la fantasía libérrima y al juego que también desarrollo este genial narrador norteamericano.

2 comentarios:

Feliciti dijo...

Vaya Miguel,qué sorpresa saber que también estás aquí de crítico,excelente,iré dejándome caer en la medida que el time me lo permita,no leí nada de este autor,si me animo,ya te contaré!

Gonzalo Muro dijo...

Acabo de comprar en la Feria del Libro una colección de relatos de Fitzgerald que pasa por ser uno de los mejores cuentistas americano y del que sólo había leído Regreso a Babilonia.

Sin embargo, pese a que su fama actual se debe a las novelas, en su época, el reconocimiento y la riqueza le llegaron a través de los cuentos, publicados en las más prestigiosas revistas.

Me ha gustado tu crítica y las referencias a Gogol. Un placer leer esta entrada.

Saludos.